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The Dark Knight Rises

Batman: el enemigo de los indignados

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The Dark Knight Rises provoca masacres y polémicas.

Parecen lejanos los días en los que el escritor argentino-chileno-estadounidense Ariel Dorfman advertía sobre el peligroso mensaje procapitalista que impregnaba a los personajes de Walt Disney, y se debatía en todo buen hogar marxista la conveniencia de que los niños estuvieran expuestos a este mensaje. Sin embargo, cuatro décadas después y en plena campaña preelectoral en Estados Unidos, una polémica que parece de otro tiempo se ha desatado en los medios anglosajones: ¿es Batman el campeón de la nueva derecha?

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Un ejecutivo de Marvel Comics declaró una vez que despreciaba olímpicamente todo el catálogo de superhéroes de DC Comics, su principal competidora, con la única excepción de Batman, al que consideraba un personaje superior a cualquier cosa que hubieran creado en Marvel. Algo similar les debe suceder a los encargados de llevar a la pantalla grande esas aventuras de superhéroes en esta que se podría llamar “la era de las películas de superhéroes”: Marvel reina en el género con éxitos de taquilla como Los Vengadores o las dos entregas de Iron Man y ya está editando más de una película con sus personajes por año, mientras que DC sigue trancada con su reboot de Superman o pifia espectacularmente con su versión físicoculturista de Linterna Verde. Pero DC tiene las películas de Christopher Nolan sobre Batman y éstas siguen siendo mejores que cualquier cosa que Marvel haya llevado al cine hasta el 
momento.

Pero la tercera y última entrega del Batman de Nolan -que ya ha anunciado no tener ninguna intención de hacer otra película sobre el personaje- ha despertado una polémica que parece digna de otros tiempos y que no tiene que ver con la calidad del film, sino con la ideología que The Dark Knight Rises parece defender.

Un acontecimiento monstruoso -la masacre perpetrada por James Holmes disfrazado de The Joker durante el estreno de la película en Aurora, Colorado- detonó las acostumbradas discusiones entre progresistas y conservadores estadounidenses acerca de la tenencia de armas, pero algo opacada por los disparos de Holmes, otra discusión ideológica se comenzó a tejer alrededor de esta nueva entrega del caballero de Ciudad Gótica.

Todo parece haber comenzado en varias observaciones de columnistas como Catherine Shoard y Mark Fisher en el diario británico The Guardian, un medio de tendencias progresistas pero nada radicales. Shoard la calificó de “radicalmente conservadora”, señalando que ilustra el deseo de las clases adineradas de tener un campeón que las proteja mientras hacen el bien, mientras que Fisher señaló: “The Dark Knight Rises marca una línea clara: está todo bien con los comentarios anticapitalisas, pero cualquier acción directa contra los ricos, o movimiento revolucionario hacia la redistribución de la propiedad, llevará a una pesadilla distópica”.

Pero no sólo la izquierda ha señalado esta inclinación en la película. La derecha populista la ha defendido y se ha sentido identificada con ella; el columnista John Nolte, por ejemplo, la alabó diciendo que utilizaba el tipo de temas que la “artísticamente quebrada Hollywood” no se atrevía ya a tocar.

¿Es esto algo nuevo en un personaje que tras haber heredado una fortuna astronómica -y de orígenes nunca muy claros- se ha dedicado a considerarse superior a la justicia de sus conciudadanos? Es una pregunta que estaba latente en las otras películas de Nolan sobre Batman; dejando de lado las previas aproximaciones kitsch y amaneradas al personaje, el director se inspiró claramente para el clima de sus películas, y su construcción del personaje -aunque no en lo argumental-, en la visión de Batman que ofreciera el guionista y dibujante Frank Miller en su novela gráfica Batman: The Dark Knight Returns (1986). En ella Batman/Bruce Wayne es un personaje brutalmente traumatizado y más identificado que nunca con la figura de vigilante en el sentido que le dan los anglosajones al término: alguien que decide tomar la justicia en sus propias manos. De hecho, el Batman de Miller es un adversario del gobierno al que considera una maquinaria corrupta y sin el valor necesario para hacer lo que hay que hacer. Esta visión de Batman, magníficamente escrita y responsable de haber reconectado a este mundo con los lectores adultos, es en cierta forma la que ha prevalecido sobre el personaje, pero vale la pena señalar que más allá de su formidable capacidad como guionista, Miller es notorio por su militante derechismo, que lo llevó incluso a escribir una carta pública acusando a los integrantes del movimiento Occupy Wall Street de “ladrones”, “violadores” y “anarquistas”.

En The Dark Knight Rises, el villano Bane lidera una suerte de revolución en Ciudad Gótica, en la que deciden ocupar el equivalente a Wall Street de esa ciudad imaginaria. Bane, por otra parte, es un personaje muy particular en la escudería de enemigos de Batman. Relativamente un recién llegado a este mundo -fue creado por Chuck Dixon y Graham Nolan en 1993-, es un villano de orígenes latino-caribeños, que suele plantear un impreciso discurso político, que en la película parece definirse bastante por el lado de los millones de desempleados o subempleados indignados con los millonarios como Bruce Wayne. De hecho, el impresentable comentarista radial Rush Limbaugh, la más conocida voz del populismo de derecha estadounidense, sostuvo que el nombre “Bane” era una referencia a Bain Capital, la antigua compañía del candidato presidencial republicano Mitt Romney, pero no hay que pedirle a Limbaugh que sepa algo sobre historia del cómic o sobre cualquier otra cosa.

David Zirota escribió en una nota llamada “Batman odia al 99%” en la revista online Salon: “Así como muchos productos de la cultura pop de los 80 reflejaban el espíritu de la reacción conservadora de Ronald Reagan, ahora estamos viendo dos productos exitosos y definitivos en su género (el otro es la nueva edición del videojuego Call of Duty) que reflejan sin mucha sutileza la reacción retórica del Tea Party al poderoso zeitgeist de Occupy Wall Street”. Zirota señala en su nota, además, que ambos productos -el juego y la película- están coguionados por David S Goyer, cuyo principal villano en el nuevo Call of Duty es un tal Raúl Menéndez, el “mesías idealizado del 99%”.

Christopher Nolan ha negado terminantemente estas acusaciones de haber hecho un claro artefacto de propaganda del Tea Party. “Lo que realmente tratamos de hacer -declaró a la revista Rolling Stone- es mostrar las grietas de la sociedad, mostrar los conflictos que alguien podría intentar ampliar. Vamos a recibir interpretaciones salvajemente distintas de lo que la película apoya o no apoya, pero no está haciendo nada de eso. Tan sólo está contando una historia”. ¿De la misma forma en que el anarquismo de un The Joker quemando millones de dólares era sólo locura? Nolan es un cineasta demasiado inteligente como para no saber que siempre hay algo más, aunque sean sólo preguntas de las que cada uno dará su respuesta.

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