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La aclaración dice “relatos”, y está bien: se trata de recuerdos, pero también de historias que cierran y que en muchos casos tienen más de una vuelta, como los buenos cuentos. Pero, además, se trata de testimonios históricos que seguramente interesarán a más de un investigador.

Por ejemplo: Musitelli cuenta cómo previó los disturbios que hubo en el cine Trocadero en octubre de 1947, cuando se estrenó el film de propaganda anticomunista La cortina de hierro, y deja claro que el enfrentamiento entre los manifestantes que boicoteaban la proyección y la Policía no tuvo lugar el día del estreno, sino el fin de semana siguiente. También nos enteramos de que el veterano fotógrafo fue, sin mucha opción, uno de los contactos entre el MLN y el gobierno británico que posibilitaron la liberación, en 1971, del embajador Geoffrey Jackson; en contra de la versión oficial de los tupamaros, Musitelli da a entender que hubo una conexión entre la fuga masiva de guerrilleros de la cárcel de Punta Carretas y la liberación del diplomático, ocurrida cuatro días después.

Pero, aun cuando está involucrado directamente, Musitelli no reclama protagonismo, y se ubica en el lugar de testigo modesto. Algunos incidentes históricos, como el hundimiento del Vapor de la Carrera en 1963, rozan su historia personal; otros, como un posible desenlace alternativo al suicidio de Baltasar Brum en 1933, le son referidos indirectamente; en ambos casos se trata de recuperar una década para explicarlo y el lucimiento del narrador queda limitado, justamente, a su habilidad para contar lo sucedido.

El balance entre la memoria colectiva y la personal cambia en otros textos, que suelen tener la historia familiar como bisagra. En el relato que cierra el libro, Musitelli se las arregla para conectar un par de conmovedoras anécdotas -la “venta” de dos mascotas obligada por la necesidad económica- que a su vez enlazan al país próspero de fines de los 40 y al declive de los 60, pero también son la excusa que permite contar los avatares de sus padres en Italia y el norte de África, de donde deben irse dos veces por causa de la guerra y el ascenso del fascismo.

Esta “intromisión” del contexto nacional ocurre aun en relatos que se acercan más propiamente a piezas de género -hay algo muy parecido a un cuento policial que incluye necrofilia y una investigación detectivesca frustrada, así como una historia de pesca con toques de Heming-way y un thriller psicológico que avanza en claustrofóbico vagón de tren europeo-, pero nunca llega a entorpecer el desarrollo de la acción. Del mismo modo, y con la misma sutileza, Musitelli alude a detalles de su infancia, que a menudo aparecen en frases breves como parte de una comparación o como una guiñada, o a su actividad como fotógrafo, cineasta y fabricante artesanal de equipo. La buena composición, ante todo.

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