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Retratos de la soledad

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Ya está en marcha el taller y festival DocMontevideo.

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El miércoles comenzó la cuarta edición de DocMontevideo, que reunirá, en el transcurso de una semana (la serie de encuentros, workshops y ponencias termina el 27 de julio) a productores, profesores y realizadores de 15 países, no sólo de la región, sino de Europa y Estados Unidos, totalizando cerca de 300 profesionales.

A esta actividad de talleres se suma la conocida semana del documental, este año -similar a lo que ocurrió en el Festival de Cine de Punta del Este- con un perfil marcadamente latinoamericano. Varios de los films vienen con premios y la mayoría llegan acompañados de sus realizadores, que darán conferencias luego de las proyecciones. Todas las exhibiciones serán en el Teatro Solís, excepto la de Las flores de mi familia, el film representante de Uruguay (la edición pasada fue Exiliados, de Mariana Viñoles), que cerrará DocMontevideo en el Centro Cultural de España.

Encontrar nexos temáticos o estilísticos entre los films que integran una muestra implica generalmente mucha creatividad periodística. Aun así, llama la atención que entre la mayoría de las obras flote el tema de la soledad.

Quizá el director más metido en esta línea sea el lituano Audrius Stonys, en cuya obra la soledad siempre ocupó un primer plano. Stonys realizó una quincena de films y recibió el premio Felix de la European Film Academy Award por su película Tierra de ciegos (1992), un moroso documental en el que se interconectaban las historias de una vaca próxima a ser sacrificada, la vida secreta de unos juguetes y el retrato de un ciego. Ramin (2011) retoma la temática de hombres solitarios 
-casi siempre concentrándose en ancianos, como el caso del film Uku Ukai (2006), sobre una colonia de la tercera edad, o Apóstol en ruinas (1993)- sólo que en este caso, cierta seriedad metafísica es entrecortada por momentos cómicos, en los que se sigue la vida de un ex luchador que viaja a los confines de Georgia para buscar un amor perdido. Stonys, como en la mayoría de su cine, prefiere las imágenes y evita los diálogos. Quizá entre sus características de estilo quepa reconocer una forma de filmar que dota de alma a todo lo que capta su lente, específicamente los animales, que son extensamente retratados en el film.

La película que guarda mayor cantidad de puntos en común con la de Stonys es Las flores de mi familia, de Juan Ignacio Fernández Hoppe, que vuelve a un festival uruguayo (ya había circulado en el de Punta del Este y en el último Festival Internacional de Cinemateca) luego de ganar el FIDOCS 2012. Uno de sus ejes fundamentales es el frágil equilibrio del documentalista en el retrato de su madre y su abuela, dentro de un drama familiar en el que él circula como “un astronauta”.

Esta relación entre distintos tiempos, de pequeños ojos de huracanes donde todo parece eternizado en el pasado mientras el mundo sigue transformándose, guarda relación con Aquí se construye, de Ignacio Agüero, que trata sobre la vida de un hogar asediado por el canibalístico urbanismo que lo rodea, convirtiéndose casi en un lunar perdido entre la cantidad de edificios que se le levanta alrededor. El protagonista compara la muerte reciente de su madre (ocurrida en el trayecto del documental) con la realidad de esa ciudad, cuyo único puente con el pasado comienza a ser borrado con palas excavadoras. El “aquí se construye” del título resulta un juego de palabras cáustico, entre la demolición del entorno del protagonista y los lemas de gobiernos e intendencias que muchas veces se abocan a crecer sin medir el cómo. Casi contrapuesto a estos ocasos vitales, Nacer, del colombiano Jorge Caballero, está centrado en las salas de maternidad de un humilde hospital de Bogotá. La cámara deambula por los pasillos del hospital, alternando a personajes de variada índole y condiciones (desde una pareja emocionadísima de haber dado a luz a su primer vástago a una ex prostituta que atraviesa los diferentes procesos sin tener mucha idea de qué hará una vez que nazca su hijo). Cabe recalcar la impecable fotografía, que hace de la luz pálida de los tubos de luz uno de los elementos fundamentales del film. El tema de la soledad se percibe en muchas mujeres prácticamente entregadas a un sistema de atención, en el que en muchos casos, pese a las buenas intenciones, parecen ser reducidas meramente a un número. Para finalizar, posiblemente la más desconectada de la temática en común sea El salvavidas, de la chilena Maite Alberdi, obra premiada en la última edición del Festival de Cine de Guadalajara. El film retrata a Mauricio, un salvavidas de rastas que lejos de su moderna apariencia es un estricto regulador de la convivencia en la playa. Además de la forma inteligente en que Alberdi crea una comedia con el material de su realidad de estudio (toma como eje la competencia con otro salvavidas más suelto y popular) cabe destacar una fotografía particularísima, que contrapone los personajes con el cielo o la arena y parece sometida a un extraño aplanamiento del espacio, en donde la playa parecería convertirse en una escenografía (quizá en referencia a este lugar donde la gente una vez al año tiende a mostrarse y ver a sus vecinos). La soledad en este caso sería la de Mauricio, completamente asediado por las reglas que respeta a rajatabla y prácticamente aislado -salvo por la compañía de su aprendiz- en su torre de vigilancia.

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