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Javier Malosetti y Electrohope.

Foto: S/D autor

Apuntalando gigantes

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Con Javier Malosetti, bajista de lujo.

El bajista y compositor argentino Javier Malosetti visita hoy nuevamente Montevideo para presentar Envés, el tercer disco de su banda, Electrohope, y el undécimo de su carrera. Aprovechando la excusa conversamos con uno de los instrumentistas más destacados del rock rioplatense.

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-¿Qué nos podés decir sobre Envés y sobre la banda Electrohope?

-Electrohope es una banda con la que estoy tocando desde hace cuatro años. Uno de los primeros shows que hicimos fue en La Trastienda de Montevideo en 2009; de hecho, una de las fotos que están en el disco Electrohope, de 2009, fue sacada por una fotógrafa uruguaya en los pasillos de La Trastienda. Desde ese momento, en los comienzos de la banda, no volvimos a Montevideo. Para nosotros es una felicidad volver a ese lugar en donde estuvo tan bueno ir a tocar, inclusive en esa fecha tuvimos como invitados a Rada, a Galemire y a Mateo.

-¿A Mateo?

-Perdón, estoy hablando boludeces: a Rada, a Galemire y a Fernando Cabrera. Más allá de que ir a Montevideo siempre es un acontecimiento muy feliz para mí, porque tengo tantos amigos y me gusta tanto estar allá, también es importante llevar la banda en este momento en el que estamos cerrando la actividad, ya que hace tiempo que estamos tocando juntos y éste es el tercer disco de la banda. Lo vamos a presentar durante lo que queda de este año para después entrar en un impasse.

-¿Por qué?

-Porque me lo piden las tripas. Ando con ganas de cambiar un poco la sonoridad, la dirección del asunto, por un tiempo. La banda se tomaría un receso de un añito, ponele. Me dan ganas de tocar un poquito más acústico, esta banda es muy eléctrica, muy enérgica. Los músicos de Electrohope empezaron a tocar conmigo siendo muy chicos y ahora son terribles músicos, muy requeridos y todo, así que cada uno también está ansiando tomar su camino por un rato.

-¿Y qué otros cambios has notado en la evolución del grupo?

-Básicamente los vi crecer, o sea, el baterista tenía 18 años cuando empezamos a tocar, era un virtuoso de la batería, pero era muy chico y pisaba con más cuidado, era más temeroso; ahora se adueñó de la situación y toma el proyecto como propio. También le canto menos lo que tiene que hacer, porque todo lo que a él se le ocurre seguramente va a estar más bueno que lo que yo le proponga.

-¿Buscaste específicamente músicos jóvenes para armar este proyecto o eso se fue dando?

-Me gustó que fueran músicos jóvenes y que no fueran músicos de jazz, porque el jazz forma solistas, mientras que en las otras músicas, como el rock o lo que sea, los músicos tienen más arraigado ese concepto comunitario de ser una banda. Como yo tampoco toqué en una banda, nunca en mi vida, porque siempre toqué o con un cantante o con un solista, en el grupo de tal músico, entonces me armé una: le puse un nombre y ellos realmente armaron una banda. No se conocían entre ellos, yo los presenté y se han cohesionado en forma impresionante, tanto en lo artístico como en lo humano. Son como hermanos.

-Acerca de tus colaboraciones con otros músicos, siempre recuerdo las apariciones en Cha Cha Cha de la Halibour Fiberglass Sereneiders y la Kerosene Light Orchestra junto a Mex Urtizberea y Alfredo Casero. ¿Cómo se produjo ese encuentro?

-Casero vino una vez a un show. En el 93 yo tenía un trío con un tecladista y un batero, y era fanático de Cha Cha Cha, que estaba en su primer año. Yo estaba tocando en un boliche con el trío y con el Mono Fontana de invitado. Casero y Urtizberea cayeron al show sin avisar y ahí nos conocimos. Ellos fueron a vernos, se coparon, pegamos onda, me empezaron a invitar a los musicales de Cha Cha Cha para joder un rato, después hicimos dos discos.

-También compartiste muchos años de trabajo con Spinetta. ¿Qué significó para vos?

-Spinetta es mi héroe musical de toda la vida, junto con algún otro tal vez. Rada también lo es, como Pappo también lo fue, y mi viejo [el guitarrista de jazz Walter Malosetti]. Son músicos con los que aprendí música, soñé con sus composiciones y después encima tuve el culo de poder interactuar con ellos. Spinetta es un ser de otro planeta, yo lo comparo con Eduardo Mateo, como alguien tan innovador. Son músicos poco considerados, de culto, con una lírica increíble, de la cantada ni hablemos, yo qué sé… un angelito. Fue un placer tocar con él esos nueve años y en esos diez discos que grabamos juntos.

-¿Y ese encuentro cómo tuvo lugar? Por lo que me decís vos ya eras fan.

-Yo tocaba con el Mono [Fontana] y el Jota [Morelli] y ellos habían grabado Tester de violencia (1988), que es un disco que me encantaba, y medio que lo había sacado entero. No sé qué pasó con Machi [Carlos Alberto Rufino, que había sido el bajista de Invisible], que dejó la banda. Aquéllos me llevaron a un ensayo, primero a escuchar, y después empecé a caer, ¿viste?, así como de amigo, y a derretirme de los nervios cada vez que lo tenía parado al lado. Me acuerdo que unos meses después, el 1º de enero del 89, me llama Jota Morelli y me dice que estaba armando una zapada en la sala de Luis, y ese feriado muerto para todo el mundo para mí fue un día tremendo. Porque en realidad la zapada era medio una audición, me estaban llamando para probarme. Luis empezó a pedirme de todo, hasta los documentos me pedía: me decía “tal tema”, lo tocábamos, “tal otro”, y lo tocábamos y como yo ya conocía los temas, fueron saliendo. Lo mismo pasó con Rada, cuando fuimos a tocar yo ya sabía todos los temas porque era fan. Con Luis tocamos todo ese año y también grabamos Don Lucero.

-¿No grabaste también el disco en vivo Exactas? Ahí grabaste un solo de bajo bastante notorio…

-Ese solo lo odio, porque yo no soy más ése. Es como quien escucha a un ganso que te quiere mostrar qué yeites aprendió esa semana. Como un irrespetuoso de la música de Spinetta. Pero bueno, en esa época tenía alumnos de bajo y ese solo me dio una bocha de alumnos nuevos. Ahora que no tengo alumnos, reniego bastante de ese solo que me hizo tan famoso. Me gusta más el otro solo que grabé con Luis, que está en otro disco en vivo que se llama Obras en vivo, en un tema que se llama “Mi sueño de hoy”.

-Los instrumentos en sí mismos, las marcas, los modelos, los micrófonos, ¿qué tan importantes son para vos?

-Ni un 1%. Vos vas a sonar siempre igual y yo voy a sonar siempre igual, así tengamos un instrumento de 5.000 dólares o uno de 400 pesos. Para mi modo de ver es así. Yo sueno igual de toda la vida, tuve bajos berretas, ese solo en ese disco está grabado con un bajo de menos de 1.000 pesos, que es un Ibanez japonés sin cabeza de cinco cuerdas. Tuve bajos más conchetos, ahora estoy con Schecter, que fabricó un modelo mío, y siempre sueno igual, loco. Y una vez, cuando le abrimos el show a John Scotfield acá en Buenos Aires, fui a su camarín y lo encontré tomándose una botella de whisky él solo. Ahí brindamos y él estaba con la guitarra eléctrica colgada sin enchufar, y sonaba igual que en los discos. Parece que cuando los instrumentos son más caros son mejores, y a veces, los instrumentos son caros por cosas que a vos no te importan: porque la pintura no sé qué, porque el nacarcito que pinta los trastes 3, 5 y 9 es un nácar de la puta madre, tiene unas lucecitas que se prenden cuando enchufás el porongo, y después capaz que no te gusta el accionar con el instrumento, por ahí el mango es medio gordo, yo qué sé. Y capaz que después tocás un bajo ponja o mexicano, o una línea barata de cualquier marca, y se ajusta más a vos. Y aparte no creo que nadie se dé cuenta del precio de un instrumento cuando lo escucha. Hay músicos que no quieren otros instrumentos que no sean aquéllos de una afamada marca y de tal año para atrás, toda una cocina de la cuestión que a mí me parece un disparate. A mí el instrumento que más me gusta es la guitarra acústica que tengo al lado de la cama. El otro día le compré una guitarra a Juli, mi hijo, que no tenía una viola en la casa, y no sabés que linda guitarrita es, no podés parar de tocarla. Es cierto que un instrumento muy berreta capaz que no afina, o que las cosas que son demasiado truchas terminan siendo medio chotas. Es como los que dicen: “Yo grabo en cinta, porque a mí me gusta el sonido de aquellos viejos discos, no grabaría nunca en Nuendo ni en Protools”. Y yo, la verdad te juro, no sé cómo hacen para darse cuenta cuando un disco está grabado en cinta, más allá de leerlo en la tapa del disco. Después, de eso a los bifes de poner el disco y decir “qué hermoso sonido, se ve que lo grabaron en cinta”, yo no tengo esa destreza pero ni en pedo.

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