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La espía y el escritor

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Estrenan obra sobre Felisberto Hernández y su tercera esposa.

La historia se presta para la ficción: Felisberto Hernández, un convencido anticomunista, estuvo casado durante años con una agente del espionaje soviético. En 2009, la argentina Alicia Dujovne Ortiz publicó la novela La muñeca rusa y el año pasado apareció África, la muñeca rusa de Felisberto Hernández, de Roberto Echavarren. Mañana esta pieza será puesta en escena en Espacio Teatro.

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La investigación sobre África de las Heras la inició el diario español Cambio 16 en 1995 y luego aparecieron varios libros sobre el tema. El más completo y serio de éstos, Patria: una española en el KGB, lo escribió el periodista Javier Juárez, una de las principales fuentes para la especulación histórica de Roberto Echavarren.

En lo referente a Felisberto Hernández, lo que se sabe sobre África de las Heras (1910-1988) es que conoció al escritor en París en 1947, donde estaba usufructuando una beca que duró casi dos años. Decidida a seducirlo para conseguir establecerse en Montevideo, el destino que se le había asignado como agente de inteligencia de la Unión Soviética, consiguió casarse con él y venir a nuestro país ese mismo año. El matrimonio duró hasta 1956 y luego ella siguió en Montevideo, pero ya como pareja de otro espía, el italiano Giovanni Bertoni (bajo el nombre de Valentino Marchetti).

En África, la muñeca rusa de Felisberto Hernández (publicada en Buenos Aires por Mansalva) Echavarren respeta esta historia, pero agrega interpretaciones novedosas. La más notable es que, al contrario de lo que indican las investigaciones previas, Felisberto sí se habría dado cuenta de que estaba casado con una espía que trabajaba para las fuerzas que encarnaban su antiideal. Y va más lejos aún: sugiere que la propaganda anticomunista más notoria que llevó a cabo Felisberto (una serie de programas en radio El Espectador, o El Expectador, según Echavarren) el mismo año en que se separó de África tenían como causa el despecho por la amante perdida.

En un aspecto relacionado con éste, y que continúa lo escrito por Echavarren principalmente en su voluminoso ensayo Las noches rusas, África, la muñeca rusa de Felisberto Hernández es una obra frontalmente antisoviética, que refleja en parte el anticomunismo de cuño liberal que profesaba Felisberto -comparable, en su defensa de la libertad creativa, al que sostenía parte del grupo argentino nucleado en Sur- y que, en otros momentos, excede la prédica del escritor y se acerca a denuncias más sistemáticas y documentadas.

La crueldad y la frialdad de África, tema de casi todos los estudios sobre su vida, son llevados aquí al límite, como materialización de los desbordes a los que llevó la Guerra Fría. En este sentido, otra de las propuestas fuertes de Echavarren es que fue ella y no un grupo de extrema derecha quien causó la muerte de Arbelio Ramírez (aquí Evelio), el profesor asesinado durante la visita en 1961 del Che Guevara a Montevideo (tema también de la película de inminente estreno Matar al Che).

En otra muestra de fidelidad a su propia obra, el dramaturgo incluye en su ficción a un personaje basado en el joven Luis Benvenuto, intelectual allegado al escritor, que en el texto pasa a llamarse Julián, como el coprotagonista de El diablo en el pelo (la segunda novela de Echavarren), y que adquiere ciertos toques andróginos. La figura de Julián funciona como contraparte dialéctica para oponer el pensamiento político de Felisberto con el de un joven idealista, y, en última instancia, funcional al aparato soviético.

Además de un trabajo de fuerte interpretación de hechos históricos, el texto de Echavarren prodiga numerosas guiñadas a los “felisbertinos”. Basado en testimonios de la vida del escritor (como los de María Inés Silva Vila en 45 x 1, que recoge una greguería reutilizada por Echavarren: “No como arroz: no quiero tener granos en la boca”) y, sobre todo, en su correspondencia, Echavarren compone un Felisberto que, aunque se expresa de manera poética, utiliza un registro distante del de sus relatos pero consistente con la idea que tenemos de su persona.

Así, abundan los juegos de palabras y bromas, que apasionaban al escritor, glotón y “mezcla de pícaro y bobalicón”, y referencias más o menos explícitas a algunos pasajes de sus obras. Clave, en este aspecto, es la forma en que Echavarren retoma el tema felisbertiano de las muñecas y los maniquíes -África se desempeñó como modista cuando estuvo en Montevideo-, y propone una interesante hipótesis sobre la génesis de una de las obras maestras de nuestra literatura, el relato “Las hortensias”, que contendría, según varios investigadores, algunos indicios de que Felisberto no era completamente inocente respecto de las actividades de su esposa.

A partir de mañana, la obra de Echavarren será representada en la sala El Bardo de Espacio Teatro, bajo la dirección de Fernando Gallego y Arlés Galli.

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