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No te metas con el mayor Tom

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David Bowie regresa tras diez años de vacío y una vez más tematiza su propio pasado.

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Es indudable que David Bowie tuvo sus años milagrosos en la década de 1970. Álbumes como The Rise and Fall of Ziggy Stardust and The Spiders from Mars (1972), Diamond Dogs (1974), Young Americans (1975), Station to Station (1976) y la llamad a Trilogía de Berlín (que incluye los álbumes Low y Heroes, de 1977, y Lodger, de 1979) han pasado a la historia del rock como trabajos visionarios y notoriamente influyentes; del glam rock de comienzos de la década, por ejemplo, cabría pensar que derivó tanto el sustrato musical del punk como el sonido y la estética pospunk y otras tendencias de los 80; del mismo modo, la Trilogía se instaló de lleno en la música ambient –gracias al trabajo junto a Brian Eno– y en la incipiente electrónica.

A la vez, es más que notorio que el llamado “Duque Blanco” (por uno de los personajes que representó en los 70, el frío, inhumano, esotérico y filonazi “Thin White Duke”, protagonista de la canción “Station to Station”, en el álbum homónimo) perdió el impulso a partir de Let’s Dance, de 1983. En la época de los álbumes Black Tie White Noise (1993) y The Buddha of Suburbia (1994) –éste último compuesto con pocas pretensiones, como la banda sonora para una adaptación televisiva de la ya clásica novela de Hanif Kureishi– lo de “visionario” o “adelantado a su tiempo”, claramente, ya no era aplicable; tanto Tonight (1984) como Never Let Me Down (1987) han pasado a la historia, por así decirlo, como los puntos más bajos de una discografía deslumbrante, y de esa época, de hecho, se salvan apenas algunos trabajos por encargo, en su mayoría bandas sonoras: la de la inolvidable Laberinto (Jim Henson, 1986) y el hit “Absolute Beginners” (1986), del musical del mismo nombre dirigido por Julien Temple, en el que Bowie también interpretó un personaje.

El primer “regreso” del Duque Blanco ocurrió a mediados de los 90: los álbumes Outside (1995) y Earthling (1997), influidos por la música industrial y la variante drum and bass de la electrónica, parecían sugerir que Bowie no estaba agotado y que todavía tenía algo interesante para decir al final del siglo XX. De todas formas, no fue sino hasta Heathen (2002) que apareció un álbum a la altura de los mejores de la década de 1970. La producción de Tony Visconti (con quien Bowie había trabajado en sus álbumes más clásicos) probablemente fue un ingrediente de importancia y se repitió en el siguiente trabajo, Reality (2003), un disco por momentos más rockero y grabado con la banda que acompañaba a Bowie en sus conciertos. Ciertos puntos en contacto entre ambos discos daban a entender que podía tratarse de una nueva trilogía, y que, quizá, la década del 2000 podía convertirse en una nueva época dorada para el autor de Ziggy Stardust.

Lamentablemente, eso no sucedió. En 2004, una afección cardíaca agravada por la gira del álbum Reality apartó a Bowie de los escenarios y lo sumió en un silencio que, hasta hace unos días, parecía que significaba el fin de su carrera musical. Además de la grabación de una versión de “Changes” para Shrek 2 (A Adamson, K Asbury y C Vernon, 2004) y de la canción “(She Can) Do That” para la película Stealth (Rob Cohen, 2005), Bowie sólo dio señales de vida compartiendo el escenario con Arcade Fire en 2005 y grabando una canción con la banda Kashmir (para el disco No Balance Palace, del mismo año). En mayo de 2006 cantó “Comfortably Numb” con David Gilmour en el Royal Albert Hall, y en noviembre se sumó a Alicia Keys y otros músicos en un concierto para la fundación Keep a Child Alive, ocasión que marcó la última vez que cantó en vivo hasta la fecha. En cuanto a trabajos de estudio, en 2008 fue lanzado el álbum Anywhere I Lay My Head, de Scarlett Johanson, un disco de versiones de Tom Waits en el que Bowie cantaba junto a la actriz en dos canciones.

Cuando ya parecía, entonces, que Reality marcaría el cierre de la discografía de Bowie, fue anunciado (el martes 8, coincidiendo con el cumpleaños número 66 del músico) el lanzamiento, para el 11 de marzo, de un nuevo álbum, titulado The Next Day (“el día siguiente”). A la vez, se pudo escuchar una canción del disco, acompañada por un video dirigido por el artista Tony Oursler. La canción, titulada “Where Are We Now”, hace pensar en los climas y paisajes sonoros de Heathen y parece anunciar un disco que trabajará en esa línea. Además, el video incluye imágenes de Berlín, incluyendo la puerta de Brandeburgo y la Potsdamer Platz (además del Muro), que remiten a la estadía de Bowie a fines de la década de 1970 en esa ciudad, junto a Iggy Pop, mientras grababa la ya mencionada Trilogía. La letra sugiere que Bowie, una vez más, toma su propia historia como materia sobre la que trabajar un nuevo personaje –de hecho, allá por 1977, el músico declaraba que ya no necesitaba interpretar personajes (como lo había hecho durante las épocas de Ziggy Stardust y del Delgado Duque Blanco) y que, ahora, su personaje era, sencillamente “David Bowie”-. Como confirmando la canción de 1980 “Ashes to ashes” retomaba parte de su historia –a través de una referencia al “Mayor Tom”, personaje del primer hit de Bowie, “Space Oddity”, de 1969– y la contemplaba con una mirada melancólica y crítica, desde la que el hablante de la canción decía, de todas formas, estar feliz. Algo similar operó en canciones de Reality y Heathen, por ejemplo en “Bring me the Disco King” (“Tráiganme al rey de la música disco”), donde la vida “desaforada” de los años 70 es comparada con un presente exhausto.

También la cubierta anunciada para The Next Day acude al pasado de Bowie: no es otra cosa que la tapa de Heroes oculta por un cuadrado blanco en el que puede leerse el título del álbum nuevo, a la vez que, en el borde superior, el título del disco de 1977 es tachado. ¿Qué nos propone, entonces, David Bowie para “el día siguiente” de su proteica carrera? ¿Con qué sorpresas vamos a encontrarnos en marzo? Habrá que tener paciencia y esperar este par de meses; “Where Are We Now”, por ahora, puede escucharse en Youtube y en el sitio oficial de Bowie. Y es una apuesta bastante alta: si el resto del álbum está a su altura, probablemente el Duque Blanco de la década de 2010 podrá sacar de su galera otra obra maestra.

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