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Encuentro Ya te conté, el sábado en Valizas.

Foto: Agustín Banchero

Valizas era una fiesta

9 minutos de lectura
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Encuentro literario en Rocha inaugura una serie de debates rioplatenses.

El sábado hubo una reunión inusual para Barra de Valizas: un puñado de escritores e investigadores, más una buena cantidad de asistentes, cerraron la primera etapa de Ya te conté: “Encuentros sobre narrativas recientes del Río de la Plata”, uno de los proyectos literarios premiados por los Fondos Concursables 2012.

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Editar

No es un “ciclo de lecturas”, como erróneamente se dijo en algún medio. No es un recital de escritores, como podría sugerir la primera parte del título. No. Es algo distinto, algo que hacía falta y que parece simple pero que no fue tan sencillo de llevar a cabo: una instancia de diálogo, un espacio de pensamiento abierto, articulado de manera seria, cuyo objetivo central persigue “la necesidad de pensar las intersecciones e intertextualidades del mundo literario local; los problemas de la literatura rioplatense y cómo ésta se ha adecuado a los nuevos medios de producción y a los devenires históricos”.

Tales son los propósitos, las preocupaciones puntuales del equipo organizador de Ya te conté, un puñado de jóvenes provenientes de la carrera de Letras (Jorge Fierro, Lucía Germano, Gabriela Rama, Diego Recoba, Federico Giordano y Deborah Rostán), que con paciencia fue encontrando -en el microclima literario nacional y rioplatense- otros interlocutores (lectores, editores, críticos y escritores de una y otra orilla) con quienes compartir su camino reflexivo. De esta forma lograron generar un poderoso eco de interés cultural que finalmente captó la atención y el apoyo del Ministerio de Educación y Cultura. No es la primera vez que lo consiguen.

Prácticamente el mismo grupo de jóvenes había obtenido en 2011 otro Fondo Concursable para realizar un Encuentro de Literatura y Cine (L+C), en Montevideo. Montado sobre atractivas jornadas académicas, el evento tuvo como sedes la Facultad de Humanidades y la Sala Pocitos de Cinemateca. El encuentro de literatura y cine también buscaba y proponía, como ahora Ya te conté, un espacio donde el arte se cruzara con la sociedad para generar diálogos intergeneracionales, debates, conflictos y reconciliaciones. Desde allí se vería emerger el primer antecedente metodológico del equipo, que intenta combatir en varios frentes: la falta de comunicación entre creadores, críticos y lectores, la habitual modorra en la que ha caído la revisión del pasado inmediato (sea literario, periodístico o fílmico) y lo dificultoso que resulta incorporar y conectar ese pasado a la ciega valoración que hoy por hoy se hace del presente. Un presente cuyo signo fatal parecería ser la escasa voluntad de masticación del material que surge (libros, revistas, discos, películas) por parte de sus múltiples y anónimos receptores, que se ven bombardeados hasta el tuétano sin poder procesar cabalmente los productos culturales que tienen delante, sin poder configurar una perspectiva de análisis que no sea superficial o acelerada, propia de los tiempos que corren.

Semillero web

La plataforma de despegue de Ya te conté, es decir, la trinchera desde donde estos agitadores culturales abandonan todo individualismo para formar una sola voz plural que no excluye divergencias o matices entre sí, es el blog www.yateconte.com. Desde allí se presenta, organiza y vincula material e insumos que ayudan a los lectores a construir ideas y a formar parte de ese espacio virtual “donde la discusión pueda desarrollarse más allá de las instancias específicas”, en referencia a las tres escalas previstas en el proyecto. La primera en Valizas y las que vendrán en Buenos Aires y Maldonado.

El blog también habilita a que “los protagonistas adquieran una voz, y así dialoguen, discutan, piensen […] ya que muchos de los autores […] disponen de sus propios espacios virtuales, pero apuntamos a nuclear esas expresiones”. El tapiz de insumos con el cual uno se encuentra en la web incluye entrevistas a distintos actores del medio (entre ellos Rafael Courtoisie, Alejandro Gortázar y Gabriel Peveroni), artículos especialmente generados para la ocasión como si fuesen “Pan caliente” (destacándose por ahora un texto de Luis Bravo sobre Julio Inverso y Gustavo Escanlar y el testimonio del escritor y editor Gabriel Sosa sobre su paso por los 90), más ciertos “Rescates” en prensa que son importantes para complementar la revisión de la que hablábamos. Por otra parte, se efectúa una actualización dinámica y semanal de los contenidos de la página, así como de su biblioteca virtual de ficciones. En este apartado comparecen textos de narradores uruguayos recientes, como Agustín Acevedo Kanopa, Carolina Bello, Ramiro Sanchiz y Horacio Cavallo, entre otros, y también textos provenientes del otro lado del charco, como los de Juan Diego Incardona, Samantha Schweblin o Washington Cucurto. Cabe destacar que algunos cuentos son de carácter inédito y se publican exclusivamente en este espacio.

Generación champú

Los organizadores propusieron un corte que abarca un amplio espectro temporal: “La década del 90 hasta llegar a la literatura de nuestros días”. La escisión parece demasiado extensa y por ende difícil de encuadrar o contemplar sin falencias, principalmente si pensamos en que la propuesta incluye lo “rioplatense”. Pero éste no sería el único problema al que se enfrentan. Una medida razonable adoptada para el proyecto fue establecer una elección previa en cuanto al género literario que se estudiaría, acotando el campo de estudio exclusivamente al género narrativo, “dejando fuera […] otras formas literarias”.

Por otra parte, hablan de “un público lector que, embebido de ideas y presunciones, desconoce la existencia del variado y fecundo corpus literario del período a estudiar”, es decir, que la falta de conocimiento sería uno de los obstáculos que enfrenta la reflexión sobre las nuevas voces surgidas durante y tras la posdictadura. La plataforma web intenta subsanar, como puede, esa desinformación, porque selecciona, recoge y publica su propia lectura del período y simplemente la habilita como disparador, como puntapié inicial de una investigación que se construye sólo en conjunto. Se puede pensar en una maceta en la que cada material que se planta constituye un reguero de semillas productivas que más tarde -ya sea a partir de los comentarios que se generan en el blog o en los encuentros presenciales- pueden discutirse y en definitiva germinar. Por eso, “el primer objetivo de este proyecto es dar a conocer este extenso corpus de obras y autores, otorgarles visibilidad, para luego, progresivamente, ir aventurando opiniones”.

Libros en la arena

Cuando en la semana previa al primer encuentro de Ya te conté realizado en Rocha se escuchaba -en el boca a boca- que la palabra “Valizas” aparecía luego de la palabra “literatura”, la primera reacción no era la esperada; más bien la cosa iba acompañada de un gesto de sorna, como si el evento fuera una excusa para faltar al trabajo. Muchos creían que era broma, porque, claro, Valizas está asociado a diversas actividades artísticas pero a pocas de origen “literario”. Sin embargo, la cita era clara: el sábado 19 a las 20.00 (puntual, como si no importase el verano, el agua verde, la hamaca paraguaya luego del baño reponedor) en el local de la Asociación de Fomento de Barra de Valizas ubicado en la calle principal, ahí en el meollo de todo, iba a haber tres mesas de debate.

El evento prometía, además, una feria de narrativa contemporánea de editoriales uruguayas y argentinas desde las 18.00; efectivamente, allí estuvieron los libros preparando el ambiente. Antes, desde temprano, se podían apreciar los afiches del evento y alguna que otra mirada incrédula de los viajeros fija en la letra chica, para ver si podían descifrar lo que iba a pasar más tarde “ahí abajo”.

El encuentro finalmente consistió en tres intercambios de una hora de duración cada uno. Fueron moderados por integrantes de Ya te conté que propusieron siempre un diálogo abierto y sin mayor libreto que algunas preguntas de formulación específica pero cuya respuesta podía ser amplia y sin restricción para los panelistas. Eran mesas temáticas y sobre todo no académicas, si bien en cada una de ellas participaron escritores e invitados de renombre provenientes de ambas orillas. Según los organizadores: “La idea de estos encuentros presenciales es generar un espacio donde comulguen y dialoguen los escritores, los críticos, los editores y el público a través de mesas de debate en un ambiente descontracturado”, y eso fue exactamente lo que ocurrió.

A la hora de inicio de la primera mesa el local se vio invadido por unas 100 personas. Algunas simplemente querían ver los libros, sin saber lo que venía después; otras recorrían un circuito obligado que empezaba en la playa, pasando por un desfile de artesanías, cuadros, alhajas y otras creaciones puestas en venta a los pies de la calle y luego se detenían -como siguiendo un caminito de hormigas- ante las puertas de Ya te conté. Robaron muchas miradas una activa banda de percusionistas instalada al azar en la entrada y un grupo de chicos que hacían acrobacias y malabares con antorchas de fuego. Por último, al local asistieron los fieles parroquianos y seguidores del evento, que estaban “al firme” sentados (en las sillas o incluso en el piso) disfrutando de ese contexto interactivo y auspicioso que se daba a cada minuto.

Cruella de Vil

La primera mesa de diálogo se denominó “Adiós mundo cruel” y estuvo integrada por dos escritores de aquella camada que la crítica del momento -la del 90- denominó “los crueles”, Daniel Mella y Gabriel Peveroni, acompañados por la verborrágica novelista y ensayista Elsa Drucaroff, de Argentina. Esta académica se volcó de lleno a exponer su estudio sobre la narrativa de la posdictadura en su país, que desarrolló en su libro Los prisioneros de la torre. Así, planteó las características de las generaciones que habían asumido conciencia de ciudadanos recién cuando estaba terminada la dictadura: “Cuando empiezo a leer esta literatura [veo] que está atravesada por la culpa de ser joven. No sentían esa felicidad primaveral de ‘somos ese anuncio de futuro o cambio’, sino que eran jóvenes que estaban estigmatizados por una tremenda angustia. Y esto era algo que no sólo ellos sentían sino que era una realidad social”. Remarcó la negación de los adultos acerca de la obra de esas nuevas generaciones, que en verdad abrieron un camino estético que continúa hasta hoy. Los rasgos principales de esta literatura (aplicables también a la de nuestro medio) fueron la actitud escéptica y angustiada frente a la vida, la entonación no solemne, opuesta a lo ceremonioso de los 70, y una crueldad irónica que transparentó su desilusionismo.

Peveroni, por su parte, encontró un paralelismo entre lo que pasó en los 90 argentinos y las nuevas generaciones escribientes del Uruguay de entonces; los de aquí habrían encontrado tópicos afines o similares a los de allá. El tema de los “crueles”, explicó, fue una etiqueta que paradójicamente nació a partir de una entrevista realizada por la revista Paula a tres de aquel grupo, Ricardo Henry, Mella y él mismo (el otro era Gustavo Escanlar que no fue tomado en cuenta en la ocasión). “Ese gesto fue sintomático de algo: la falta de visibilidad […] ante la cultura hegemónica de la izquierda o de los medios culturales”, dijo. “Lo que nos tocó a nosotros […] fue tratar de buscar algo diferente […], lecturas diferentes. Queríamos escaparles a cosas que no nos gustaban [como Benedetti] y había muchas lecturas o formas de la realidad que realmente no nos parecían cercanas […] Nos gustaba Lou Reed, nos gustaba David Bowie, nos gustaba Bukowski, y eran cosas que de repente chocaban y que no eran tomadas por los medios”.

Daniel Mella destacó el escepticismo político, lo políticamente incorrecto como material de trabajo, el rechazo a los emblemas, “sentir el repudio a las remeras de John Lennon y del Che, a esa imposibilidad de rebelión”. Habló de los procesos creativos que lo llevaron a escribir sus novelas Derretimiento (1998) y Noviembre (2000), y comentó que la generación anterior la había pasado mal, sin poder vivir plenamente, y en ese sentido coincidió con la mirada de Drucaroff sobre la sensación de pena o de culpa en los escritores de ambas márgenes del Plata.

Realismo atolondrado

“Messi Tacuarembó” se llamó la segunda mesa de diálogo. Participaron el argentino Christian Chiri Basilis, jefe de redacción de la prestigiosa revista Orsai, y los escritores Ramiro Sanchiz (que suplía a Natalia Mardero, ausente por enfermedad) y el también historietista Rodolfo Santullo. Los disparadores fueron demasiado diversos: el diálogo giró en torno a temas como la desaparición del cuento en la prensa, su destierro al formato acogedor de internet, la falta de revistas culturales o vinculadas a las letras, la situación actual de los géneros literarios, el tema de la legitimación de la escritura ante la ausencia de autores faros o de filtros que internet o los blogs eliminan, el tema de la publicación y sus formatos (papel, libro electrónico, cartón), el rol de la crítica ante los productos culturales y la escasez de polémica a partir de ellos... El temario dio cuerda para rato y dejó con ganas de preguntarles de todo a los panelistas, que utilizaron también el espacio reservado a preguntas del público.

Para redondear la noche, la tercera mesa contó con la presencia de Gustavo Espinosa y los argentinos Pedro Mairal y Washington Cucurto, que dialogaron sobre “Realismos buenos, malos y feos” en torno a la literatura nacional, rioplatense, regional e incluso mundial, conectando sus experiencias creativas personales con los niveles y ejemplos de los distintos estilos que se cultivaron en la década del 90 o incluso antes (realismo “sucio”, “atolondrado”, “mágico”), sin descuidar, por cierto, el tratamiento y la reformulación que dichos realismos experimentan hoy en día y sus complejas significaciones.

Más allá de los ricos intercambios que se suscitaron entre mesa y mesa en esta primera escala de Ya te conté (lo cual nos hace depositar grandes expectativas en las dos siguientes) y de la sana y efectiva integración que mostró este evento con respecto al lugar donde fue realizado, por el tipo de propuesta y por la recepción del público, nos queda repiqueteando en el oído una frase que pocas veces un trabajo colectivo vinculado a la investigación literaria ha traducido o traslucido con la claridad de este caso; una frase-consigna que puso el broche final a la jornada y que exteriorizó su verdadero espíritu: “La literatura también es una fiesta”. Y vaya que lo es, y que lo fue.

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