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Barrio La Comuna, de Tacuarembó, donde vecinos construyeron casas en terrenos que la intendencia otorgó en comodato a familias de bajos recursos. (archivo, junio de 2010)

Foto: Victoria Rodríguez

Me voy de casa

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Alquileres, ahorro y cooperativismo: jóvenes buscando vivienda.

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Marcelo, Federico y Virginia tienen a simple vista sólo una cosa en común: son jóvenes. Marcelo (24) está terminando el liceo, trabaja en una fábrica de tornillos y en sus días libres trata de “meter la mayor cantidad de horas que pueda en la coope”. Se trata de la Cooperativa de Vivienda Cristóbal Colón, ubicada en Nuevo París.

A Federico (30) le faltan algunas materias para recibirse de contador. Hace poco abandonó la casa de sus padres y adquirió un pent house del negocio familiar en donde trabaja, una empresa constructora.

Virginia quería independizarse desde los 24, pero a pesar de ser egresada universitaria sus ingresos no se lo permitían. Ahora tiene un año más, algún trabajo extra y un contrato de alquiler que comparte con una amiga. “En Uruguay no podemos hablar de un joven tipo”, afirma la doctora en Sociología Verónica Filardo. La investigadora sostiene que hay brechas importantes en el conjunto de los jóvenes, y que mientras algunos se van de la casa de sus padres rápidamente, otros lo hacen más tarde. “Hay formas cada vez mas distanciadas de ser joven en Uruguay, comparando con la década del 90”, agrega. Filardo sostiene que cuanto menor sea el nivel educativo de los jóvenes, más temprano ingresan al mercado laboral y a la vida reproductiva, y también más temprano parten del hogar de sus padres; mientras que a mayor capital de origen y nivel educativo, más tarde ingresan al mercado de trabajo y se independizan. Esto sucede al postergar el hecho de tener hijos y trabajar, en pos de continuar siendo estudiante. Es el caso de Federico, quien “tenía puestas las energías en avanzar en la carrera”. Claro está que la posibilidad no se presenta para todos de igual manera, sino sólo para aquellos que no tienen la urgencia de llevar dinero a sus hogares y pueden invertir su tiempo en estudiar.

De lo que hay, tenemos todo

Antes de firmar el contrato de alquiler, Virginia depositaba todos los meses en Yo Ahorro, plan del Banco Hipotecario del Uruguay (BHU) que posibilita un porcentaje mayor en la financiación de la vivienda, una cuenta que se abre con 4.000 Unidades Indexadas (unos 10.400 pesos). Según el BHU, de las 23.000 cuentas de este programa, 46% corresponde a menores de 30 y si se amplía la franja de edad a los 35, éstos alcanzan el 70%. Pero para obtener un préstamo individualmente a 25 años hay que tener un ingreso nominal de 34.500 pesos; en el caso de una pareja, los ingresos sumados deben dar 42.000 pesos (siendo empleado público el monto es menor en ambos casos). Ésa no era la realidad de Virginia ni la de muchos menores de 30 hoy en día.

La directora de Vivienda del Ministerio de Vivienda, Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente (MVOTMA), Lucía Etcheverry, reconoce que existe un gran universo de jóvenes “diezmilpesistas”, aquellos que están insertándose en el mercado de trabajo cuyos ingresos están entre los 10.000 y 14.000 pesos. “Es complejo generar una solución habitacional definitiva en esa franja de ingresos, pero hay que ir generando medidas que permitan planificar el acceso a una solución definitiva, mientras tanto tenemos políticas que son temporales pero muy adecuadas”, agrega.

En cuanto a los alquileres, según un informe de junio de Price Waterhouse Coopers, los precios de arrendamiento continúan subiendo. De acuerdo a la consultora, en diciembre del año pasado el precio promedio rondaba los 9.000 pesos, cifra muy variable dependiendo del tipo de vivienda y la zona. Pocitos, Punta Carretas, Malvín, Parque Rodó y Tres Cruces son los barrios más caros para alquilar, en los que un apartamento de dos dormitorios cuesta por encima de 12.000 pesos.

Alternativa distinta es la de Marcelo, una opción “para la gente que tiene como capital su fuerza de trabajo”, sostuvo Diego Bonilla, integrante de la directiva de la Federación Uruguaya de Cooperativas de Vivienda por Ayuda Mutua. Sobre los requisitos para ingresar en una cooperativa, Bonilla afirmó que no “hay que ser beneficiario de un plan del MVOTMA, y tiene que poseer un ingreso por núcleo familiar inferior a las 60 Unidades Reajustables mensuales (unos 39.900 pesos) y más que nada aceptar la forma de trabajar y comprometerse”. Según el directivo, 5.000 de las 20.000 familias organizadas en cooperativas se encuentran en la etapa de formación (esperando préstamos), cantidad en la que los jefes de hogar jóvenes superan el 60%. “En la nueva cooperativa participan mayoritariamente jóvenes y mujeres como titulares, sobre todo mujeres jóvenes”, concluye.

A dónde vamos a parar

Según el informe que presentó Uruguay a la Organización Iberoamericana de la Juventud, basado en datos de 2011, “existe una fuerte diferencia entre la posibilidad de alquilar o ser propietario de la vivienda” que se viene profundizando a lo largo de los años. El documento sostiene que 43,7% de los hogares con jefatura joven son alquilados, mientras que sólo 13,5% de los casos la vivienda es propiedad de los jefes de hogar. Además evidencia el alto porcentaje de viviendas ocupadas (con o sin permiso), la cifra supera el 33%. Si se contrastan estos datos con los referentes a hogares con jefatura adulta, la relación es invertida, “19,1% alquila y 52,5% es propietario”. Las cifras del informe citado están calculadas para personas de 15 a 24 años, rango de edad considerado por la Convención. Si se toma como referencia a los jefes de hogar de hasta 29 años, el dato es un poco más alentador, según la Encuesta Continua de Hogares de 2012, ya que 15,7% de las viviendas pertenecen a éstos.

Hacia la universalización

Según Filardo -quien realiza desde hace varios años investigaciones sobre juventud en Uruguay-, “el Ministerio de Vivienda tiene un debe importante [en la materia], a pesar de tener una línea que está dedicada a los jóvenes (Garantía de Alquiler para Jóvenes)”. La socióloga afirma que es uno de los ministerios “más débiles en relación a la juventud”.

Etcheverry reconoce que el programa de Garantía de Alquiler para Jóvenes es el único que tiene una mirada particular sobre este sector, “permite la agrupación de hasta cinco jóvenes, se consideran todos los ingresos incluyendo mesadas provenientes de la familia o becas estudiantiles”, afirma, pero argumenta que desde el MVOTMA ha tratado de avanzar hacia una política habitacional de carácter universal. En esa línea, sostiene que aunque no podría decir que hoy exista una “cuotificación para jóvenes o definiciones específicas que hagan una prioridad para ellos, sí hay un avance en que los programas ya no tengan restricciones o que estén dirigidos a sectores de la población en los que los jóvenes no necesariamente estarían calificando”. La directora asegura que en los programas del ministerio “hay un número muy importante, tanto en las postulaciones como en las adjudicaciones de población, que tiene entre 18 y 29 años” y sostiene que en 2012 los jefes de hogares jóvenes constituían el 43% de las postulaciones para los programas, porcentaje del que fueron adjudicatarios 48%. Aun así, el programa que tiene mayor cantidad de demanda joven es el de Garantía de Alquileres (la mitad de las postulaciones), le sigue con 31% el de Autoconstrucción en Terreno Privado. Bonilla, por su parte, sostiene que “si esta administración realmente quiere hacer algo para resolver el problema de la vivienda en Uruguay, tendría que crear instancias para generar políticas de Estado”. Al respecto, Etcheverry dijo que la política habitacional actual pasó por una importante reestructura en el período anterior y ha mostrado profundización, por lo que, según su criterio, “se transforma en una política de Estado”.

Políticas o no de Estado, los programas habitacionales, así como la organización en cooperativas, el mercado inmobiliario y el contexto socioeconómico de los jóvenes, influyen en la temprana o tardía independización. En algunos, la necesidad no está latente, hay quienes no ven la hora de poder gritarlo a los cuatro vientos, y decir: “Me voy de casa”.

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