Mi libro enterrado, de Mauro Libertella
Héctor Libertella fue un escritor argentino que en los últimos años, junto a César Aira, Osvaldo Lamborghini y Fogwill, ha pasado a integrar una especie de dream team faro de los nuevos escritores argentinos. Mauro Libertella es su hijo. Héctor murió en 2006. Luego de su muerte, Mauro comenzó a encontrar en la escritura de ese período de agonía de su padre, de los recuerdos de su relación, del momento de la muerte y de la ausencia posterior, la forma de sacar a la luz una historia que quería salir de su interior. El mayor mérito de Mi libro enterrado es el de no caer en golpes bajos, ni en melodramas, ni en la meditación intelectual sobre la muerte ni sobre la figura de un escritor de culto que muere. Ni abusar del obvio análisis psicoanalítico del relato de un hijo sobre su padre muerto. Es una historia narrada con una prosa transparente, con sinceridad, sin pretensiones de grandeza, sutil y con una potencia única.
Bleeding Edge, de Thomas Pynchon
En su prólogo a Crash, JG Ballard escribió que las ficciones nos rodean y que la tarea del escritor es inventar la realidad; de manera similar, en Room 237 se nos cuenta que fue Stanley Kubrick quien filmó el alunizaje del Apolo XI. Si el siglo XXI, entonces, se ha configurado en un mundo pynchoniano, acaso esta pynchonificación terminó de producirse el 11 de setiembre de 2001. A nadie debería sorprender que Pynchon, el escritor vivo más importante en cualquier lengua, haya escrito una novela sobre ese momento. El resultado es Bleeding Edge, sin lugar a dudas la mejor novela del año.
Grandes éxitos, un cuento y una despedida, de Gustavo Escanlar
Al igual que ese personaje homónimo que supo crear, la obra literaria de Escanlar es extraña e impredecible. Contribuye a esa visión el hecho de que sus novelas sean difíciles de conseguir y que sus relatos anduvieran desperdigados por libros y revistas. Por eso esta selección armada por el propio escritor antes de morir es, más allá de su calidad, un hecho importante para conocer la obra de un autor fundamental. El nivel de los relatos es irregular, pero tanto los mejores cuentos como los buenos momentos de los cuentos menos logrados ya valen la pena. Corriendo el velo del prejuicio se puede ver a un escritor imaginativo, con mucha cancha para escribir, que parece dejar la vida en cada texto, que atacó lo peor de la uruguayez, pero no escondido en una trinchera, sino de frente, con fuerza y también mucho humor.
Los misterios dolorosos, de Lalo Barrubia
Centrada en el testimonio de una generación que creció en los 70, esta novela recrea el momento de un país que aspira a volver al nuevo proyecto democrático. El patriarcado, el machismo y la religión vuelven lo cotidiano una lucha constante en la que María, la protagonista, se abrirá paso para construir su propio mundo. Esta historia se alterna con un presente contemporáneo en el que María padece el exilio europeo, la decadencia y el fracaso existencial, que parecen teñirlo todo de manera irremediable. Un relato logrado que no se reduce a lo autobiográfico o a los lugares comunes de la posdictadura, sino que trasciende lo local para convertirse en un retrato generacional, y tanto más.
El camino de Ida, de Ricardo Piglia
Piglia, quizá el escritor argentino más influyente de las últimas décadas. Después de la excelente Blanco nocturno, El camino de Ida es una novela todavía más extraña, asimétrica y fascinante. Y su segunda mitad, de hecho, está entre lo mejor que se ha publicado en lengua castellana en 2013. Paranoia, conspiraciones, terrorismo y un des-enigma policial: Piglia nos ofrece un mapa del incipiente siglo XXI y sus mitos y protagonistas, enfocado desde la década de 1990.
Lava, de Daniel Mella, y Fundido a blanco, de Manuel Soriano
El regreso de Mella, con un compilado de cuentos que es fácil leer como la quintaesencia de la estética de su autor. Climas ominosos, palabras extrañas, personajes perturbados, situaciones inquietantes; Mella es, sin lugar a dudas, el mejor escritor de su generación, y Lava es su libro más logrado hasta la fecha. Ahora bien, si Lava es el mejor libro de cuentos escrito por un narrador nacido después de 1973, Fundido a blanco, de Manuel Soriano, es la mejor novela clasificable en esa categoría. Una (o varias) vueltas de tuerca sobre la narrativa de las dictaduras militares y los desa- parecidos, sobre, por qué no, la literatura “comprometida”; una (o varias) vueltas de tuerca sobre la narrativa reciente, sobre la narrativa “joven”.
Aguafuertes cariocas. Crónicas inéditas desde Río de Janeiro, de Roberto Arlt
Este personaje supo seducir al mundo, aunque algunos se hayan escandalizado por su arriesgado uso del lenguaje popular y chabacano, y otros se hayan preocupado por su reivindicación del tipo marginal o, en algunos casos, del vago que intentaba garronear una siesta en las calles. Ninguneado por la crítica y el campo literario de la época, Arlt descolló desde Aguafuertes porteñas con su verborragia arrabalera, a veces agresiva e irónica y otras paródica y graciosa. En 2013 se cumplieron 70 años de la muerte del autor porteño (1942) y los derechos de sus obras pasaron al dominio público. De este modo celebratorio se publicaron por primera vez sus Aguafuertes cariocas, 40 crónicas de su viaje a Río de Janeiro, en las que este escritor oriundo del barrio de Flores anticipa las nuevas tendencias de su tiempo sin pertenecer a ningún canon y sin responder a nadie más que a sí mismo. Era la primera vez que salía de Argentina y lo hacía invitado por el director del diario El Mundo -en el que escribía sus diarias Aguafuertes porteñas- para que escribiera crónicas de viaje. En esta compilación el escritor parece concebir la escritura y el periodismo como un simulacro de experiencias vividas, absolutamente seductoras para el lector, quien 83 años después se acerca a esta obra que aún juega con los distintos modos de esta deliberada incomodidad.
Agua enjabonada, de Élder Silva
Los poetas uruguayos suelen tener su obra desperdigada por todos lados y muchas veces perdida. La forma en que publicaban desde la salida de la dictadura hasta entrado este siglo, en editoriales independientes, algunas fugaces, hace casi imposible al lector que quiera hurgar en la obra de un poeta acceder a su obra anterior. Por eso la reunión de la gran mayoría de los libros de Élder Silva en un solo tomo es una de las publicaciones de este año. A pesar de que en el repaso de los diferentes libros uno puede apreciar pequeños cambios de punto de vista y de intereses, el núcleo duro de su poesía permanece y se refuerza. Uno de los pocos poetas populares que sabe integrar barrio, nostalgia, sexo, cotidianidad, fútbol y sentimientos, sin caer ni en la simplona poesía de lo sencillo mal entendido ni en la erudición innecesaria y distante.
Sábado a la noche, de Leonardo Oyola
Éste es el relato de un niño que acompaña a su padre a visitar a su abuelo enfermo en el interior argentino. Hay un recorrido en tren, un walkman, la presencia del abuelo Ubil que parece crecer en su ausencia, el pueblo y un Falcon rural. Sábado a la noche, escrito por primera vez para la sección Verano de Página 12, se extiende unas escasas páginas en las que el lector viaja por un Tucumán profundo a través de la mirada de un niño, recrea historias mínimas, bailes y juventudes perdidas, en un tono humorístico y conmovedor que lo convierte en un relato atípico no sólo en la narrativa de su autor sino también en la literatura contemporánea.