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Portada del disco Noticias Cantadas, editado por el sello Sondor en 1983.

El humor justiciero

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Recordando a Telecataplum y Plop!, y las noticias en dictadura.

Hace poco más de medio siglo comenzó a emitirse el programa humorístico Telecataplum, recordado aún hoy como un hito en la historia del humor televisivo rioplatense. Este programa, generado en buena parte por gente vinculada a la prensa, tuvo como característica su fuerte conexión con la realidad, una tendencia que en cierta forma se profundizó en los tiempos de la dictadura militar, cuando el humor y la música eran uno de los pocos espacios en los que se lograba filtrar algo de libertad expresiva. Telecataplum y luego Plop! conjugaron ambas vertientes -el humor y la música- en un experimento que apuntaba justamente a expresar lo entonces prohibido, tanteando los bordes de una censura férrea. Algo desaparecido como formato en la televisión (aunque aún subsistente en el Carnaval) y que vale la pena repasar en las palabras de sus principales responsables.

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La larga aventura del humor televisivo que llevó del primer Telecataplum a Plop! se inició en 1957, año en que se funda la sección “Lunes”, una página que se publicaba ese día con el diario El País dedicada “a alegrar el día más duro de la semana”. En este emprendimiento se encontraron en un principio el dibujante Raúl Martínez -que firmaba como “Flavio”, creador de “El Flaco Cleanto” y del jingle de Telecataplum-, César di Candia y quienes fueron luego conocidos como “Los lobizones”: los hermanos Daniel y Jorge Scheck. Pero en 1962 nació el Canal 12, propiedad en parte del diario El País, y a pocas semanas de iniciar sus transmisiones lanzó un programa humorístico de nombre Telecataplum, que reunía a cómicos de distintos perfiles y procedencias (dibujantes, músicos, mimos y actores de teatro), y se caracterizaba por ser un grupo que conjugaba un estilo de humor original que sería el preferido por el público y los canales de televisión del Río de la Plata. Ese primer grupo de Telecataplum estaba integrado por Eduardo D’Angelo, Raimundo Soto, Alberto Monteagudo y “Los lobizones”, junto a Jorge Escardó y Alfredo de la Peña.

Uno de los convocados, Eduardo D’Angelo, cuenta cómo fue su ingreso al programa más visto y reconocido de la televisión (ver la diaria del 15/04/10): “Cuando nos llamaron ‘Los lobizones’, me acuerdo que los tipos tenían que ver con la prensa y querían hacer un programa, pero ahí todos nos juntábamos y charlábamos: ‘bueno, vamos a hacer un programa cómico diferente’; porque lo que venía de Buenos Aires ya sabíamos cómo era. Estaban los grandes monstruos: Sandrini, La revista dislocada, pero acá queríamos hacer una cosa distinta; lo que realmente sentimos. Por eso cuando nos hicieron una prueba en el año 1963 decían: ‘¿y estos tipos de dónde salieron?’, cantábamos, bailábamos, hacíamos pantomima, cada uno inventaba su gag. Ese equipo de primera nunca más se repitió”.

Hasta fines de los 60, cuando algunos actores se desvincularon del grupo inicial para formar parte de otros proyectos de humor televisivo como Jaujarana -y luego en diferentes programas como Hupumorpo, Comicolor, Hiperhumor, Shopping y Zapping-, el elenco estaba formado por D’Angelo, Ricardo Espalter, Enrique Almada, Soto, Henny Trayles, Andrés Redondo, Guita Vidal, Montaegudo, De la Peña, Jorge Cazet, Escardó, Berugo Carámbula, Julio Frade y, una vez más, “Los lobizones”, quienes fueron los que sentaron las bases para un original emprendimiento que decaería progresivamente, llegando a su final en 2000, con la desaparición de Plop!

El nivel del programa y de los actores de Telecataplum se distinguía por hacer un humor con varios niveles de lectura, que provocara a un espectador atento a un texto que era más lo que sugería que lo que decía. Andrés Tulipano, libretista junto a Jorge Denevi en Plop! en la que sería la segunda y última promoción de actores que practicaron este estilo de humor en televisión, explica esta situación que ponía en estado de alerta o de reflexión al televidente, además de brindarle una aguda dosis de comicidad: “El espectador debía construir lo que estaba sugerido y Telecataplum se trataba de eso. El nivel era como en Maracaná, porque hay que verlo en el contexto, el momento histórico, porque lo ves ahora, de afuera, y no lo podés juzgar con la misma vara. Lo que hicieron en los 60 fue fantástico. ‘Los lobizones’ inventaron una forma de hacer humor en el Río de la Plata distinta de la forma de hacer humor en la televisión argentina, con un capocómico, una vedette, cuentos de suegra... Sin embargo, ellos integraron un elenco desconocido, en el que no había un capocómico, no había vedettes y, sin embargo, se basaba en las situaciones y en la forma de presentar las cosas como en ‘Las noches cultas’; el partido de los conquistadores con los charrúas en la playa. No estoy haciendo un juicio de valor pero ahora es todo fast, fast food, fast, y el chiste muchas veces es no reírse con sino reírse de”.

Los silenciosos 80

Silvia Novarese, que fue parte del elenco de Telecataplum desde 1983, y luego, cuando se formó Plop! en 1987, integró el coro bajo la dirección de Denevi, fue testigo de la transición del programa: “Yo estuve en Telecataplum y estuve en Plop! A Telecataplum entré en 1983, cuando ya estaban los últimos coletazos de la dictadura, que eran terribles, sobre todo porque nosotros veníamos con toda esa impronta de que ‘de esto no se puede hablar, esto no se puede decir’. Yo sé que en algún momento la gente de ‘Las noticias cantadas’ estuvo amenazada, hubo llamadas anónimas con amenazas de muerte, les decían que dejaran de hacer eso. Y en el canal Jorge Scheck inmediatamente dijo que se quedaran tranquilos, que no iba a pasar nada, que él se hacía responsable, que el canal apoyaba y que siguieran adelante con el programa. Yo nunca recibí ningún tipo de amenaza”.

El recurso del humor sutil y asordinado, el “decir sin decir” y la crítica política fueron inmediatamente aceptados por un público deseoso de identificarse con formatos esperanzadores para la realidad social. Sigue Novarese: “Fue una época muy importante de la televisión, cuando se hacían programas uruguayos, siempre con el acento en la crítica social, y desde el humor, que creo que es la mejor manera, por lo menos, de la manera que yo conozco es la que más me gusta: la crítica desde el humor. A veces se dice que el humor todo lo permite y yo digo que sí, que las cosas dichas con humor son más suaves y tienen más llegada que una crítica muy incisiva o muy seria, y está diciendo lo mismo, entonces me parece que la televisión en ese momento jugaba un rol muy importante. Ahora no hay programas así y, sin embargo, hay mucho para decir, pero bueno, es como que cambió el estilo, el humor pasa por otro lado. De todas maneras creo que ese humor sigue vigente; sería bueno que alguien pudiera reflotarlo y hacer algo en televisión, porque no es posible que hasta ahora la gente esté hablando de esos programas. La gente por la calle te dice: ‘y, ¿cuándo vuelve Plop!?’. Hace muchos años que no está y la gente lo recuerda como que fuera algo reciente. Creo que fue porque tuvo una llegada increíble y porque a los uruguayos, además, les gusta escuchar la crítica. No somos un pueblo que se resista a ser criticado, al contrario, nosotros somos los primeros críticos. Para mí, cuando uno pone un programa tanto en televisión como en teatro activa una vía para poder transmitirle a la gente valores o críticas. Capaz que hay gente que te dice que la televisión es sólo para divertirse, pero para mí tiene que cumplir una función social y creo que se puede hacer y la gente se puede divertir y todos contentos, pero además cumplir una función social importante.”

Jorge Denevi, quien comenzó su carrera como actor en Jaujarana en Argentina, y que fue el libretista del último tramo de Telecataplum y de todo el ciclo de Plop!, cuenta acerca del impacto que causó en el público de los países donde fueron exhibidos estos programas: “Cuando fui hace muy poco a Chile resulta que -yo no lo sabía- era muy prestigioso y se acordaban todavía de Jaujarana, pero muy claramente. Yo trabajé en Jaujarana, no en [la primera versión de] Telecataplum. Luego de que terminó mi vinculación de común acuerdo porque yo tenía mucho trabajo teatral acá -creo que fue en 1977-, empecé a trabajar en un programa que era Recordando Telecataplum, en el que se hicieron durante un año la mayoría de los mejores libretos de lo que era el viejo Telecataplum, aunque con un nuevo elenco. Después de Recordando…, y como había tenido mucha repercusión, lo compraron de Argentina y seguimos haciendo Telecataplum, como tal, en Argentina, durante un año y medio. Cuando terminó seguimos haciéndolo en Uruguay por unos cuantos años, y cuando murió Jorge Scheck [1988] pasó a llamarse Plop!; fue por decisión mía, porque no quería trabajar con el nombre Telecataplum porque era ajeno, no era mío, no me pertenecía, le pertenecía a los hermanos Scheck. Así que por diez años ininterrumpidos hice Plop! ‘Las noticias cantadas’ se hizo en Telecataplum, y luego en Plop! hicimos un coro sin la intención de hacer las noticias cantadas, porque íbamos a hacerlo una vez, nada más, con una noticia, ironizando una especie de coro sinfónico. Gustó tanto que decidimos hacerlo de nuevo. Como todas las cosas en televisión: podés hacer una y terminar haciendo 2.000 o podés programar 2.000 y terminar haciendo una, eso depende de cómo vaya pegando en el público. Ésa es la historia de cómo se pasó de las ‘Las noticias cantadas’ al coro de Plop!”.

Subió la leche

Desafiar la censura en un intento de mostrar la realidad sin caer en lo que se podía considerar “subversivo” por los poderes de turno fue la idea que primó en el diseño de los libretos. Así lo cuenta Denevi: “‘Las noticias cantadas’ surgieron de conversaciones que teníamos a diario con Jorge Scheck en el sentido de que era imprescindible, que nosotros teníamos que empezar a hablar de la realidad de la cual no podíamos hablar. No teníamos la menor posibilidad de meter la realidad en el programa de televisión, lo que para hacer humor es una cosa dificilísima. Entonces empezamos a decir: ‘¿Cómo podemos hacer para meter algo de la realidad uruguaya en el programa?’, porque era subversivo hasta referirse a algunos problemas como el transporte; eso podía verse mal y traer problemas. Cosas ridículas como decir que estaban rotas las calles podían ser tomadas como subversivas. Una locura, la locura que vivimos todos. Entonces cuando nos preguntamos de qué manera podíamos poner esa realidad recuerdo que empezamos por decidir: ‘Bueno, hablemos de fútbol’. Estábamos hartos de hacer chistes de suegras o de infidelidades, pero no había otro remedio, caíamos siempre en lo mismo. Entonces empezamos a hablar de fútbol, que no tenía que ver con la política, pero que, de alguna manera, se podía hacer algún cuestionamiento sobre los manejos en el deporte -cómo muchas veces el fútbol estaba entremezclado con la política- y empezamos a hacer algo que se llamó ‘Carne de vestuario’. Eran promociones de una supuesta telenovela. Duraba tres minutos cada una y a veces hacíamos tres promociones por programa. Se hacía con muy buena escenografía, muy buena producción y con los tiempos de la telenovela, pero en sí mismo tenía un principio y un final. Siempre el tema que era central se planteaba por medio del fútbol. Era una manera de meter la realidad uruguaya. Hicimos una en la que Poli [Francisco Nápoli] hacía de Venancio Ramos y aparecía el mismo Venancio y Fernando Morena incluso -además Morena actuaba muy bien-. Le dimos unos parlamentos, él los aprendió y le dije: ‘¿Te animás a hacer esto?’. Me dijo que sí y Venancio también. Vinieron otra cantidad de jugadores de fútbol que se prestaban de muy buena gana a hacerlo; teníamos todo tipo de chistes y eran bastante duros”.

Roberto Jones, Imilce Viñas, Pepe Vázquez, Laura Sánchez, Mary da Cunha y Diego Delgrossi fueron algunos de los actores que se destacaron en la etapa de Plop! -algunos de ellos ocupan hoy un lugar destacado en el teatro nacional a partir de esta experiencia- y del segmento que comenzó siendo una parodia del noticiero del Canal 12.

“Ahí empezamos con la realidad y eso entró muchísimo. La gente estaba muy ansiosa por ver la realidad uruguaya de cualquier manera y al año siguiente hablando con Jorge [Scheck ] le dije: ‘Esto se va a venir abajo, ¿no?’, por la dictadura (éramos más optimistas que la mayoría de los políticos), y me contesta: ‘Es claro que es inevitable y que se va a venir abajo’. Entonces me dijo que por qué no hacíamos un noticiero en broma y yo agregué que podíamos hacer un noticiero cantado. El primero que hicimos recuerdo que fue una parodia del de Canal 12. Al año siguiente dudamos en presentarlo. Uno siempre tiene dudas, porque cuando tenés éxito al probar algo no dudás. En ese momento probamos con uno a ver qué pasaba. Me acuerdo que en el primer programa no salió, salió en el segundo, pensando que era ése y ya estaba. Incluso la escenografía estaba hecha de apuro para un programa y Raúl Medina tocaba el piano solo, no tenía más acompañamiento y se hacía en vivo, quiero decir, en directo, no se grababa, no era playback ni nada; cantaban con micrófono y con el músico en vivo, lo cual da un trabajo tremendo”.

Siendo la televisión el principal medio de comunicación popular, los controles acerca de lo que se podía tratar o no pasaban todos los límites del absurdo. Dice Denevi: “Hace poco leí unas noticias que [en su momento] causaron un impacto tremendo y pensaba: ‘Qué increíble las situaciones que vivimos’. Por ejemplo, una era que había subido la leche, nada más, y eso ya era tremendo; decir que subió la leche cantando e ironizando sobre el costo de vida, levemente... Fue terrible”.

Los artilugios para esquivar las observaciones de la amenazante Dinarp (Dirección Nacional de Relaciones Públicas) tenían un cómplice en los temas musicales, que siempre estaban relacionados con el tema a tratar: “Jorge Scheck siempre buscaba una correspondencia entre la música que usaba y la noticia. Por ejemplo, las zonas de estacionamiento se llamaban ‘la zona azul’ y él hizo una canción con ‘Cuartito azul’. Una cosa prodigiosa que tenía Jorge Scheck era su habilidad y rapidez para escribir letras, como nunca vi, y la habilidad de enfocar un tema sabiendo dónde podíamos pegar y dónde no, en medio de la dictadura. Entonces rápidamente se transformó en un éxito. Salía una vez por semana y duraba nueve o diez minutos y se convirtió en un tremendo boom. Te diría que en una semana ya fue un éxito, porque se vio que ahí había oposición, es decir, que el noticiero iba a tener un tinte político que no tenía nadie en toda la televisión, porque con el humor y con la canción podíamos sugerir cosas que no podían hacer en un programa político o en un noticiero o un comentarista. Entonces la gente inmediatamente se asoció por el hecho político, porque se comentaba, pero, vamos, el tema político era fundamental en todo eso, y junto con el humor y la ironía permanente, era una forma de liberación, una válvula de escape de lo que la gente pensaba y no podía decir. Es que el humor es una forma de justicia, por eso es inconcebible que no haya humor uruguayo en este momento, en nada. Algún tipo solitario puede hacer humor o algo por el estilo, pero programas de humor, que compitan y que estén, no hay. La realidad se mira por medio de otra cosa, como sacar errores de otros canales de televisión, que no lo invalido, no me parece mal, sólo digo que el humor central no está, no existe”.

Democracia, esa palabra maldita

El éxito de ‘Las noticias cantadas’ a nivel nacional representó para sus creadores una gran responsabilidad al ocupar un cierto lugar como discurso de oposición. Según explica Denevi: “Empezamos a sentir cada vez mayor responsabilidad, sentíamos la presión de la gente que, de alguna manera, nos puso en una posición que no elegíamos pero en la que estábamos. Ninguno de nosotros pensó más que hacer un programa cómico: hay que hacer entrar la realidad en un programa cómico, punto. Y de pronto nos dimos cuenta de que estábamos en un rol de casi opositores radicales -que lo éramos-, pero no pensábamos que teníamos esa medalla, de alguna manera. Cuando vimos que era así, seguimos corriendo en ésa. Cada día avanzábamos un centímetro y recuerdo que un día me llamó el ingeniero [Horacio] Scheck y me dijo: ‘Escuchame una cosa, me llamaron de la Dinarp y me dijeron si no le pueden dar una tregua de tres semanas’. Entonces le respondí que no había problema, que cómo no: ‘Tres semanas, no hay problema’. Esas tres semanas lo seguimos haciendo pero fuimos un poquitito hacia atrás, fueron tres semanas, a la cuarta volvimos al ritmo anterior y largamos con todo de nuevo. Después vino una período en que sin haber apertura [política] empezó una etapa de diálogo -para ver si iba a haberla o no- y nosotros presionábamos para que la hubiera. Recuerdo que una vez que se cortó radicalmente el diálogo nosotros hicimos ‘A dialogar’ con la colaboración del grupo Rumbo. En ese momento ya estaba en boga ‘A redoblar’, y la hicimos con los mismos arreglos, incluso cantaron fuera de micrófonos para que el coro tuviera el mismo sonido que la canción. Terminaba con una frase muy pensada por Jorge Scheck que decía: ‘Porque el pueblo pide para siempre democracia’. Y la palabra ‘democracia’ era como un llamado a la guerra, a la lucha, porque sólo la palabra democracia en ese momento era algo aterrador, nunca se había dicho en todos esos años, o por lo menos no con esa contundencia. Siempre estábamos esperando que los milicos nos vinieran a buscar, aunque ninguno de los dos lo tomamos como un acto heroico ni nada por el estilo. Sabíamos que estábamos protegidos por la popularidad del programa. Cuando llegué al canal al otro día me dijeron: ‘Che, anoche rodearon el canal, los vinieron a buscar a Jorge y a vos’. Entonces dije: ‘Bueno, ahora sí que la quedamos’, pero siempre con la tranquilidad de que era muy difícil, en un programa tan popular, encanar a los tipos que son responsables. Eso lo sabíamos. Nunca más vinieron. Fue una época en la que nosotros tomábamos con naturalidad las cosas, pero después, pasado el tiempo, te das cuenta de que nosotros le dábamos importancia pero no la trascendencia que tenía a nivel de los medios. No fue el único, porque a la revista El Dedo, que en aquel momento también hacía humor político, la censuraron. A ese tipo de humor no se le da el lugar en los medios de difusión, porque estoy seguro de que si les das oportunidad a los humoristas van a salir; no es que haya sido una generación brillante. Los pueblos necesitan humor, tenés que darles posibilidades de que se desarrolle ese humor. Nosotros lo que queríamos fundamentalmente era hacer humor; el hecho de que fuera tomado por otro lado tuvo que ver con las circunstancias sociales. A veces digo, con cierto humor y cierta realidad, que nosotros teníamos más libertad durante la dictadura para hacer televisión que cuando terminó y empezaron a gobernar los políticos. Por qué lo digo, porque en dictadura era a decretazo: esto de aquí hasta acá, y la sugerencia es otra cosa, los políticos influyen de manera solapada, por abajo, hablan permanentemente con el dueño del canal y como son amigos le dicen: ‘Che, que no nos hagan esto, que me están perjudicando la imagen’. Eso lo tuvimos que sufrir en forma permanente para hacer humor. O sea que de alguna manera esta presión que siguen ejerciendo los políticos de todos lados a nosotros nos maniataba mucho más. Era todo como consejos, pero esos consejos son una forma de censura, que es acatada por los medios de difusión en general, no todos, pero los masivos sí”.

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