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Alberto Wolf.

Foto: Nicolás Celaya

Alivio monstruoso

8 minutos de lectura
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Mandrake Wolf presenta su nuevo disco en sala Zitarrosa.

“Monstruo yo/ monstruo ella/ monstruo los dos/ los monstruos que compramos aparatitos en el sex shop”, dice Wolf en la coda de “Dos monstruos”, adaptando a Ferrer y su “Balada para un loco” a los tiempos que corren, mientras se agota la cuenta regresiva para que el sábado y el domingo -4 y 5 de mayo- salgan todos juntos a escena y la sala Zitarrosa se colme de ellos. El Monstruo sucesor de De se presenta en sociedad, mientras la longeva banda celebra su crecimiento, que consolida al compositor de “Amor profundo”. Pero antes, qué mejor oportunidad para conversar con Mandrake, icónico cantautor, hechicero de la canción.

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-¿Cómo fueron los primeros contactos con la música? Tu madre es
pianista.

-Empecé a tocar piano a los siete años, estudiaba con una maestra de barrio, barrio en el que vivían Wilson [Negreyra]
y [Alejandro] Roca. A una cuadra de mi casa vivía el Pato Rovés, los conocía a todos. Siempre la música estuvo o en mi casa o en el barrio. Mi viejo escuchaba música, me llevó a ver El submarino amarillo, que para mí fue una revolución. Siempre me apasionó la música, arranqué a tocar piano, pero después me di cuenta de que no lo podía andar llevando por el barrio, no había tecladitos como ahora y me rompía los huevos. Fue ahí que agarré una guitarra que había en casa y le pedí a mi vieja que me pasara los acordes para sacar canciones.

-Hasta ahí todo bien, pero, ¿y el momento de encararlo como modo de vida?

-Al principio a mis padres siempre les pareció bárbaro y me apoyaron, me compraban discos, estaba todo bien. El problema se dio cuando estaba finalizando el liceo, ahí empezaron los desencuentros. Para tapar un poco y hacer fachada me metí a estudiar en el Conservatorio Universitario. Era música clásica, una licenciatura y más o menos pasaba, no estaba muy bien visto pero era serio. Era plena dictadura, además debía materias del liceo que nunca pude salvar, me rompían los huevos por el pelo, y los horarios no me permitían laburar. Después abandoné y arranqué con trabajitos de cadetería y esas cosas, me ennovié y me fui de casa. Me las arreglaba como podía. Más adelante, mi viejo puso una papelería y me llamó para laburar con él, ahí tiré unos años combinándolo con la música, arranqué a tocar semiprofesionalmente, en obras de niños, etcétera, me rebuscaba, di algunas clases también. Tenía también cierta rebeldía, yo hablaba perfecto alemán y un amigo de mi viejo me ofreció un buen trabajo que no era como los que hacía, uno de los buenos, pero donde tenía que dejar la música, y no lo acepté, a pesar de que habíamos hecho un concierto en El Tinglado donde nos había ido pésimo y las perspectivas no eran muy brillantes. ¡Ahí se armó lío en casa! En medio de esa hecatombe meto un hit como “Quiero puré” (“El himno de los conductores imprudentes”). Se ve que ahí mis viejos pensaron, “o este tipo tiene un culo bárbaro o tiene pluma”. Creo que por ahí te ubico…

-Es difícil decir que tenés buena pluma hablando de “Quiero puré”. Aparte no escribiste la letra, sino que hiciste la música, pero digamos que te 
entiendo…

-¡Estoy orgulloso de esa canción! Me dio de comer bastante, hasta me casé.

-Lo raro de esa canción es que no repercutió en tu música, en lo que vos hacías, hecho que cambiaría luego con “Amor profundo”, que sí supieron aprovechar de otra manera con la banda.

-Con el “puré” siempre sentí que era como una pasantía que alguien me estaba pagando para que yo hiciera mi música. Al “puré” nunca la canté, aunque la podría hacer en cualquier momento. Ahora. “Amor profundo” sí es una canción muy íntima mía que se me fue de las manos. Lo que pasó con ella es inexplicable. Algo que nunca visualicé en el más optimista de mis pensamientos, que la fueran a grabar en Japón, que Kiko Veneno me dijera que le gustaría hacer una versión flamenca. Capaz que fue más famosa por Jaime [Roos], pero igual la veo como una bendición para seguir buscando lo mío.

-“Miriam entró al Hollywood” no necesitó de un tercero...

-Ah, pero ni pica con ninguna de las dos canciones de las que hablamos, es una canción conocida sí, pero no es una canción que la canten en Argentina, Japón, Chile o España. “Miriam” es un gran caballito de batalla acá, un hit más moderado.

-En tu nuevo disco hay una canción de nombre “Alivio”. Puede referirse a una enfermedad, pero también podría vincularse a la llegada a determinado lugar más estable con respecto a aquella cuestionada elección de dedicarse a hacer canciones.

-No, “Alivio” no fue tanto por mí, fue más por el lado de ver a mi viejo estando jodido hace unos años, de pensar que lo perdía. Aparte él hablaba en alemán y dijo “Schmetterling [mariposas]”, una palabra que me encanta. Ése fue el disparador, aparte de que pedía morfina para no sentir dolor. No fue tanto por mí, yo tuve un lunar cancerígeno y me lo pude quitar, tuve mucha suerte. Igualmente repercutió bastante.

-¿Y si lo vinculáramos al presente de tu música, no hay un “Alivio” de llegar?

-Te juro que no. Con la música mi objetivo es, cuando vienen las canciones, hacerlas, componer, tener una banda siempre entrenada para romperla y yo mismo estar entrenado para eso. Para interpretar mis canciones donde sea y como sea. Ése es mi sustento, hago shows y vivo de eso. Ahí estoy feliz, no hay objetivos, eso soy. Por supuesto que tomo riesgos, quiero hacer cosas más grandes, para la presentación del disco me voy a dar el gusto de contratar una brass section, quiero que el Gua [Luis Jorge Martínez] toque marimbas, y hay todo un despliegue para hacer la amplificación de eso. No tengo problemas con los riesgos, vamos a hacer dos fechas, puede pasar cualquier cosa, pero cuando presentamos el disco anterior en la misma sala quedó gente afuera. Vamos a ver qué pasa, también agotamos en el Teatro Solís, ¡vamos por más! Es una forma de avanzar, paulatinamente, como lo hemos hecho con todo, tener plomos, sonidista, iluminador, mánager… estamos hablando de mucha gente involucrada y todo se defiende con las canciones.

-Ahí hay mucho de sueño adolescente cumplido, está claro que no hablamos de limusinas...

-Ah, me encantaría tener una limusina, una casa estilo Rolling Stone, claro que sí, ando en taxi y ómnibus sin ningún tipo de problemas, estoy orgulloso de poder pagarlo, pero mi ambición va por otro lado.

-No te hablo de dinero, hablo de haber hecho lo correcto y que eso signifique un “alivio”...

-¿Decís si estoy contento conmigo mismo? Sí.

-Ahora van a presentar un disco con dos fechas... Hay un crecimiento.

-Sí; fue la gente que nos empezó a descubrir, nosotros también estamos aprendiendo a tocar para mucha gente, no nos desenvolvemos naturalmente en la masividad.Por ejemplo, hace poco tocamos como teloneros de Las Pelotas y el espectáculo por el porro, y aún no sabemos tocar para mucha gente. Nos cuesta hacer un show para tanta gente, aunque nos fue muy bien. Cuando nos llaman para ese tipo de eventos me pregunto: “¿qué tocamos?, ¿qué hablamos?”. Es distinto cuando vas a tocar a un boliche, donde sabemos perfectamente cómo es la interacción.

-Es tu ambiente natural...

-Claro, al igual que la sala Zitarrosa o La Trastienda, teatros medianos, hasta ahí llego bien, veo al público. Retomando lo que me preguntabas antes, creo que tuve la suerte de haber sobrevivido con la banda y mi música a determinada época. Ahora hay generaciones mucho más abiertas que cuando empecé, la gente ahora es abierta y escucha la música de otra forma. Antes había canto popular y rock y no había término medio, ahora ya no es así, hay shows donde alternás con uno y otro y la gente se copa con todas las cosas.

-Hay un cambio en tu música, puede haber un factor común y unificador que es tu pluma, pero hay cambios, estoy seguro de que muchas canciones viejas las tocarías de otra manera ahora.

-Bueno, por ejemplo en este concierto vamos a hacer “Cococho” con la brass section, porque nunca pudimos tocarla como quisimos. Esta vez “Cococho” no va a estar en el bis, está dentro del propio show, donde nos damos el gusto de hacerla como alguna vez la imaginamos.

-¿Pensás que esas canciones hubieran tenido otra suerte habiéndolas hecho como lo soñaron?

-¿Cuál, “Cococho”...? La grabó el rey del candombe Ruben Rada, mejor suerte que ésa no pude haber tenido. Si en algo me quisiera agrandar te diría: “Me grabó un tema Rada y otro Roos”.

-Ha cambiado mucho la escena de hoy. Quien una vez optó por tocar la guitarrita ahora se debe convertir casi en un empresario. Hablemos de esa profesionalización, de las bandas que dejan de ser cooperativas.

-Sí, tiene riesgos. Es bravo, bravísimo, yo no encontré otra forma. Hay bandas que son cooperativas, que lo siguen siendo y les va increíble, otras que tuvieron que cambiar. Si vos querés trabajar con tu música, tenés que estar corriendo detrás de la pelota, y muchas veces pasa en las bandas que al principio somos todos amigos, somos todos cooperativas, pero es uno el que hace el trabajo sucio, mientras los otros hacen la plancha. No es viable, nosotros cambiamos.

-Convengamos en que no eran temas que te pasaran por la cabeza años atrás, se profesionalizó todo.

-Y es buenísimo. Fueron todas estas bandas nuevas, yo soy un agradecido de lo que pasó, siempre arranco desde No Te Va Gustar para adelante. Viste que de pedo, no sé cómo, eran fans míos, me llaman para cantar en su primer disco, yo ya había tocado con Mateo Moreno un verano en Valizas y la pasamos increíble, una banda como las tantas de las que a veces canto un tema, que a veces pasa y otras no pasa nada… ¡Mirá lo que pasó con éstos! ¡Imponente! Ahí vi un montón de cosas que no había visto antes, profesionalismo, cosas que yo u otros sobrevivientes como Tabaré Rivero, el Cuarteto de Nos…qué sé yo, subíamos al escenario, no teníamos mánager o eran ocasionales, amigos que inventábamos, y vi que estos tipos ya se plantaban con un mánager, productor, etcétera. Me llamó la atención y me di cuenta de que estaba regalado...

-Es curioso que esa generación en la que ustedes aparecían como ídolos o gente a seguir en lo musical fuera quien les mostrara el camino a seguir hacia la profesionalización de la escena que vivimos hoy.

-Y sí, son unos capos, qué te voy a decir. Los últimos tres discos míos los produce un guacho de 29 años, Guillermo Berta, cómo no voy a aprender si voy a grabar a Sondor Hay cosas que no importan y escucho ahí a Sinatras, que lo supera a nivel de sonido, grabado en el mismo lugar. ¡Cómo no voy a abrir los ganchos! Si estaban haciendo mejor las cosas ellos que nosotros, y aprendí.

-Hoy ya podemos hablar de lo que significó en la banda la figura del productor -más allá de Berta-, del rol que cumple dentro del grupo...

-Y la diferencia es que -salvo el disco Amor en lo alto- me quedo tranquilo cuando lo pasan en la radio de que va a sonar bien, hablo del sonido, es importantísimo. Pero también no es para echarnos tanto las culpas, nosotros veníamos de otra escuela, con otra forma de hacer las cosas, donde se resaltaba la canción y tocarla bien sin darle tanta importancia a cómo se registraba.

-Se podría decir que ahora estamos a la altura para competir a nivel regional, me refiero a lo sonoro.

-A nivel sonoro estamos a la par. Antes Argentina en rock nos pasaba el trapo, ahora no. No digo que estemos mejor ni peor, pero le hacemos partido sin ningún problema. Aunque más allá de la música, es la industria del espectáculo: no es sólo escribir una canción buena o tocarla bien, es transportar a la gente a otro lado, a un mundo de ficción, a un mundo de fantasía, algo que saque al público del diario vivir. También está eso, no es sólo la composición, el “arte”, aunque sea una palabra que odio…

-¿Por qué?

-No sé, me suena a tira pedos, creo que lo que hago es una cosa más bestia, más esencial, más primigenia. Después está eso de entretener, yo nunca me olvido de que estoy entreteniendo a la gente.

-¿Hay un personaje en vos?

-Puede ser, sí, hay un personaje. Sí, puede ser. A veces es algo parecido a mí, a veces es otra cosa, no hay un límite, entra el personaje y sale Alberto.

-“Hola, soy Alberto de Pocitos”. Andá a saber dónde quedó 
Alberto...

-Yo soy Alberto. Mandrake me dicen por ahí, a eso me refiero. Es como que siempre armo un show, después cuando estoy en casa en pantuflas tomando un whisky o un mate, soy otro tipo.

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