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Horacio Fontova.

Foto: Pablo Nogueira

Con Horacio Fontova, artista polivalente

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El Negro Fontova (Buenos Aires, 1946), músico, compositor, cantante, actor, escritor y dibujante, ya sin el bigote y el pelo largo hasta los hombros que lo caracterizaron por años, llegó cansado a la embajada argentina, después de un largo día de entrevistas. Se detuvo en los numerosos retratos de los embajadores de su país en Uruguay y se sonrió frente al de Alfredo Palacios -primer diputado socialista electo en América-: recordó cuando usaba bigotes en su honor y no por Salvador Dalí, como muchos piensan. La embajada organizó esta gira de dos días -en la sala Zitarrosa y en el teatro 25 de Mayo, de Rocha- para celebrar el 203º aniversario de la Revolución de Mayo. El Negro casi no dejó tema sin tocar: los proyectos, los recuerdos y el compromiso político que le despertó Néstor Kirchner.

-Tu padre fue cantante de ópera y vos fuiste a un colegio de curas y al liceo naval, del que te echaron. Alguna vez dijiste que de todo eso quedaron “la amargura” y las peleas de las plazas.

-Sí, sí. En el barrio, que tenía tres plazas, había varias bandas. Yo pertenecía a la plaza que quedaba sobre la calle Lavalle, la del medio era una zona neutral, y la tercera era la que daba a la calle Córdoba, que pertenecía a la banda de los chetos. Lavalle era más popular: quedaba del lado de los conventillos. Ahí se armaban peleas, pero no eran para nada sangrientas, era más bien una cuestión de honor y territorios. No había falopa, nadie estaba dado vuelta. Éramos inocentes, nos creíamos que estábamos en una película de cowboys. Ahora es una porquería cómo fue aumentando el consumo de drogas; el paco y todo eso. Hay pibes que se están perdiendo, y no sé qué hacer con todo eso. Es de las cosas difíciles que hay que corregir de manera circular; no se trata de centrarse en deschavar los negocios de cuna, hay que ir más profundo.

-En 1989, en Cerdos y peces, Enrique Symns te preguntó si eras peronista, frente a lo que vos respondiste: “Lo fui”. ¿Y ahora?

-Peronista no soy. Me gustó Perón en sus dos primeras presidencias, desde 1946 hasta que lo derrocaron, en 1955. Fui un peronista de la primera hora, digamos; cuando aparecieron Isabelita [María Estela Martínez de Perón] y [José] López Rega, ya no me gustó la actitud del general; a ese peronismo no pertenezco.

-En 2007 estuviste en el Salón Blanco de la Casa Rosada, donde te presentó Tom Lupo (Carlos Galanternik, psicoanalista, poeta y hombre de radio argentino) y cantaste, entre otras canciones, “Jorge W”...

-Cierto. Donde también lo canté -que era el gran lugar para hacerlo- fue en la tribuna José Martí, en La Habana, ante 80.000 cubanos. Eso fue increíble: imaginate cantar una canción en la que mando a la “puta madre que lo parió” a Bush en la tribuna antiimperialista. Sin palabras.

-Fuiste uno de los pocos de la cultura pre 90 que nunca coquetearon con Menem. ¿Cómo viviste la fiesta menemista de esa década?

-No me gustó nada, era demasiado evidente. Además, era un personaje al que daba temor nombrarlo, mucha gente se tocaba el huevo izquierdo antes de pronunciar su nombre. Yo nunca fui un político militante, sino más bien anarquista, hasta que apareció un sujeto inesperado que nos cambió la cabeza a muchos: Néstor Kirchner. A partir de él es que toda esta década fue ganada en cuanto a políticas sociales y derechos humanos. Como este proyecto también pertenece a los planes de hacer la patria grande latinoamericana, vos sabés que eso no le gusta al sheriff de la humanidad [Estados Unidos]. Ahora se están desarrollando otros tipos de golpes (no como aquellos golpes cívico-religioso-militares), los mediáticos, o los que se llaman el “golpe suave”. Esto hace que esa gente haya polarizado todo: se es kirchnerista o antikirchnerista. Pero hay una gran diferencia: mientras que los que apoyamos el modelo kirchnerista lo hacemos porque apoyamos proyectos e intentamos contribuir con trabajos que brindan nuevas propuestas, los anti se dedican a disentir, difamar, insultar, descalificar, sin proponer nada, y encima se autodenominan peronistas.

-Ahora le dedicaste el tema “Me tenés podrido” a Mauricio Macri.

-Sí. Es un tema que había hecho para los milicos, y le cambié la letra; debería llamarse “A quien corresponda”. Macri es alguien insufrible, que está haciendo las cosas mal. Buenos Aires es un porquería. Estamos atacados de sana envidia con Montevideo en comparación con nuestra capital. Creo que es alguien inapropiado para su cargo, y muy peligroso, por cierto.

-En algunas de tus letras se nota cierto humor irónico y dolido.

-Y sí... Claro que no todas mis letras son humorísticas, pero el humor irónico tiene como objetivo quitarle aspereza al dolor, que siempre se termina combatiendo con el humor. Éste es un fenómeno vasodilatador, mientras que todos los sentimientos a los que estamos acostumbrados son vasoconstrictores, como el miedo, la desconfianza y la inseguridad. Eso es algo que aprieta las arterias, en cambio el humor libera. Como dicen los gauchos: “Negro, si no reís, morís”.

-¿A pesar de todo te sentís bien?

-Me siento bien. Mirá qué bien sentado que estoy [señala la silla en madera tallada de la embajada].

-La mayoría de los uruguayos te conocimos por tu trabajo en Peor es nada y no por tu música, aunque tuviste relación con músicos uruguayos como el Negro Rada, Daniel Maza y Leo Maslíah, que con Fontova presidente, en 1988, representaba al director de Inteligencia (incluso versionás “Agua podrida”).

-Claro, totalmente, “Agua podrida” y una milonga que se llama “Tortazos”, que se puede considerar medio densa porque incita a la violencia de género... Después de eso, con Maslíah actuamos en el estadio Obras Sanitarias. Con Leo veíamos esa cuestión de venerar a aquellos que triunfan en el exterior y cuando vuelven al país se transforman en ídolos. Él había ido a Buenos Aires y yo había venido acá; ninguno había viajado mucho. Le llamamos Maslíah-Fontova: bienvenidos a la Argentina, como si hubiéramos llegado de triunfar en algún lugar. Con el Negro Rada hicimos un ciclo de conciertos que se llamaban Oscura pareja [1987]. El afiche era muy gracioso, de doble paño y fondo rosa, con un corazón de flores en el medio, que tenía una foto de nosotros dos en la cama, tomando mate de una bombilla. Con esa imagen inundamos Buenos Aires. Cuando terminaban los recitales salíamos todos con los tambores y hacíamos una llamada hasta el Obelisco, ida y vuelta, los sábados a la noche por la avenida Corrientes. De esas cosas que nunca se vuelven a repetir...

-Y ahora estás acá.

-Sí, vine invitado por la embajada argentina, donde estamos ahora mismo; la última vez habíamos venido a tocar a El Tartamudo. Extrañaba mucho venir a Uruguay, no sólo por lo profesional, sino también porque es un país muy agradable para descansar. Lo encontré muy lindo. Siempre que vengo pienso que Montevideo se parece mucho a Rosario, sobre todo por vivir frente a un río con el que tienen una relación mágica y folclórica.

-Dicen que estás por terminar tu segundo libro, Humano cero humano. ¿Tiene algo que ver con “Más conozco al hombre, más quiero a mi perro”?

-Tal cual. Se divide en dos partes: la primera se titula Humano y está compuesta por textos que se vinculan precisamente con lo humano, buscando lo intrincado de nuestras personalidades, para nada con un tono humorístico, sino más bien oscuro; la sección Cero humano ya te dice todo -de humano no tiene nada- y consiste en monólogos de animales. Me dediqué a ver cómo vive cada bicho -una hormiga, un perro, una vaca, un águila, un pulpo, las abejas, las cucarachas y demás- y traté de que cada uno relate un momento de su vida en primera persona. Y es exactamente eso: “Cuanto más conozco a la gente, más quiero a mi perro”. Me parece que los animales nos llevan una ventaja enorme.

-¿Cómo está Fontova hoy?

-Bien, contento porque estoy haciendo lo que más me gusta, presentando este trabajo que lleva por título Cantos de aquí y de allá, en el que, además de tocar mis temas nuevos, hago la música que me gustó desde niño, que no abarca un solo género. Cuando era chico me gustaba mucho Frank Sinatra, las canzonetas italianas y, desde siempre, nuestro folclore. Un poco de todo, pero con mucha libertad; sin hacer chistes, porque ésa no es mi forma, aunque haya mucho humor en mi show. Más que humor es delirio, locura, situaciones, relaciones con gente imaginaria y mucamas peruanas en París que no me quieren...

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