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Guillermo Lockhart, durante la entrevista con la diaria.

Foto: Nicolás Celaya

Cosa ‘e mandinga

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Voces anónimas está en su cuarta temporada.

El éxito de Voces anónimas es uno de los fenómenos más llamativos e inesperados de la televisión local. En cierta forma un programa inclasificable (¿periodístico?, ¿terror?; es difícil definirlo) y que partió de un corpus de historias muy limitado (las leyendas urbanas uruguayas), ya ha llegado a su cuarto ciclo, con una audiencia en crecimiento, y ha ampliado su propuesta a los formatos de libro y DVD. El secreto, no tan secreto, tal vez radique en una factura técnica muy por encima de lo acostumbrado en la televisión local, un talento innegable para “dar color” al escueto imaginario sobrenatural de los uruguayos y un entusiasmo que se ha sabido transmitir principalmente a los adolescentes. Sobre este fenómeno hablamos con dos de sus principales responsables, el conductor Guillermo Lockhart y el coautor de los libros Diego Moraes.

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Editar

Voces anónimas comenzó a emitirse por Canal 12 en 2006. Va por su cuarta temporada y desde 2008 es acompañado por un libro homónimo que recoge sus historias. Se basa en tradiciones orales de leyendas urbanas, mitos y fenómenos inexplicables canalizados en distintos géneros, como el terror, el drama y el suspenso. Surgió como una inquietud personal del creador, conductor y director Guillermo Lockhart, quien contó a la diaria que desde niño se sintió atraído por este tipo de historias que conocía en sus viajes a Paysandú, aunque contaba con escasas posibilidades de acceder a información, ya que no era tan usual el acceso a internet y para nada frecuente el uso de redes sociales. Según Lockhart, en un inicio el programa surgió junto a Daniel Salvo, con quien comenzó un proyecto piloto, luego de que Salvo aceptara la temática sugerida. El conductor asegura que muchas personas le agradecen la posibilidad de acceder a un programa de estas características, hecho fácilmente constatable en las redes sociales (la cuenta oficial de Facebook tiene más de 190.000 seguidores).

El público adolescente uruguayo se ha mantenido fiel -y en considerable aumento- desde su primera edición, un hecho poco usual en las producciones nacionales, sobre todo teniendo en cuenta el volumen de competencia internacional en el género de lo sobrenatural y sus proximidades. Pero, más allá de gustos, el nivel de la producción de Voces anónimas llama la atención entre los productos audiovisuales locales, incluido el cine. Lockhart dice que el esfuerzo es grande porque el equipo es muy reducido (destacó a los maquilladores), por lo que el desafío “a veces nos asusta”. Voces anónimas cuenta con los recursos económicos de Canal 12 y la recaudación de los libros, pero más allá del presupuesto, las actividades recaen en pocas personas; se armó un equipo estable con tres integrantes fijos para la producción y tres maquilladores.

Cada programa de la serie trata un hecho real, sobrenatural o paranormal, transmitido por narradores como Néstor Ganduglia (desde 2006) y Walter Díaz (desde 2007), a quienes muchas veces se les suma la voz del protagonista en cuestión. Consultado sobre si lo considera un programa de ficción o un documental, Lockhart lo definió como una combinación: “Al principio fue más documental, pero luego fue creciendo al dar resultado la fusión con la ficción y la suma de efectos especiales. Creo que es el equilibrio de lo que nosotros tratamos de hacer”.

Comienzos

La primera temporada, y la más breve hasta el momento, contó con 12 capítulos dedicados a relatos históricos (o casi) montevideanos. Una de las historias que llamaron más la atención fue la de Ramón Artagaveytia, uno de los tres uruguayos que viajaron en el Titanic, junto a Francisco y José Pedro Carrau (como sus apellidos lo indican, provenientes de familias aristocráticas). Artagaveytia ya había sobrevivido otro célebre naufragio, el del vapor América, incendiado hacia 1871, a causa de que se exigiera demasiado a su caldera en medio de una competencia para ofrecer el viaje más rápido a Buenos Aires. Ese hecho dejó un saldo de numerosos fallecidos, pero Artagaveytia se salvó cruzando a nado hasta la costa montevideana. A los 65 años decidió jubilarse y viajar a Europa. En 1912 le escribió una carta a sus amigos en Montevideo, en la que les decía que ahora sí se sentía seguro -había desarrollado una fobia marítima-, ante la posibilidad de viajar en un navío de lujo casi indestructible, el Titanic. En la última correspondencia que mandó desde Irlanda, además de describir su camarote, contaba lo aburrido que era viajar en primera clase y lo divertido de sumarse a las fiestas de la segunda. Se dice que cuando comenzó la tragedia Artagaveytia donó su lugar en el bote. Cuando rescataron su cadáver en el Atlántico norte, se comprobó que no murió ahogado sino de hipotermia, mientras que los cuerpos de los Carrau nunca fueron encontrados.

En las siguientes temporadas se incorporaron historias tanto del interior como de otros países. Según Diego Moraes -coautor de los libros-, las fuentes (revistas y libros) de las que obtenían sus historias se agotaron rápidamente, por lo que tuvieron que generar sus propios canales de investigación. Tanto él como Lockhart califican las historias que les acerca el público como el ingreso más importante.

Lockhart conoció a Moraes por el libro Bestiario del Salto oriental, publicado cuando finalizó la primera temporada de Voces anónimas. Al director le atrajo particularmente el libro, ya que encontró en él un espíritu similar al que se intentaba reflejar en el programa, no interesado ni en la prueba ni en la refutación, sino simplemente en contar una historia. Dada la cantidad de público que pedía acceder a las distintas historias (en ese momento el canal no tenía una página para ofrecer los capítulos), decidieron llevarlas en conjunto al formato de libro, una idea que resultó muy exitosa.

Lecturas

Otra de las particularidades del proyecto de Voces anónimas es la vía de distribución y el modo de edición que tuvieron sus libros. Según Moraes, una de las ideas que se plantearon desde el comienzo fue la posibilidad de editar los libros ellos mismos, ya que querían desarrollar un proyecto experimental y personal. Sin contar con el apoyo de ninguna editorial, pero sí del programa televisivo, como respaldo para la difusión, el primer volumen se convirtió en uno de los primeros libros distribuidos por la red de pagos Abitab.

Luego de publicado el primer libro, que reunió las primeras dos temporadas (2008), Moraes comenzó a trabajar como corrector, por lo que cambió su modo de ver el trabajo. Las siguientes ediciones fueron más cuidadas, aunque en todas “la idea fue problematizar las historias, llevándolas a un formato lo más narrativo posible, y tratándolas como un texto literario, como un cuento propiamente dicho”. “Creo que es muy bueno que los libros sirvan para abrir caminos de lecturas”, dijo Moraes, y aclaró que prefirieron no conducir las historias hacia la crónica roja aunque eso vendiera bastante más, ya que tuvieron en cuenta los principios éticos antes que los mediáticos.

El fenómeno de que sea leído por un público amplio -compuesto mayoritariamente por niños y adolescentes- recuerda en cierta forma el caso de la saga de Harry Potter, también impulsada a escala mundial por ese mismo público. Parecería que el juego de la fantasía y la ficción aúna un público lector con afinidades temáticas, ante el cual las nuevas generaciones rioplatenses no se han mantenido ajenas.

En resumen

El proyecto Voces anónimas está ampliándose en varios formatos a la vez: un largometraje que se encuentra en la etapa de preproducción, a cargo del director Oliver Gardner; un libro en 3Dque está en la fase de armado; y, como gran novedad, un cómic en el que están trabajando desde hace dos años. Además, comenzaron a filmar los capítulos en HD, como es el caso de esta última temporada. Lockhart publicó dos libros en paralelo -Voces anónimas: oculto y Voces anónimas: siniestro- en los que cuenta, entre otras cosas, historias del detrás de cámara.

Al comienzo de la entrevista para esta nota, Lockhart confesó que cuando siendo un adolescente comenzó a interesarse en esta temática y en la corriente espiritista que hay detrás de ciertos juegos a veces inocentes -como el de la copa o la ouija-, debió tomar distancia porque estaba “enganchándose” mucho con temas que “hay que respetar”. Afirma haber vivido un par de experiencias que lo asustaron mucho y le generaron un miedo irracional, sobre todo cuando, al leer un libro de Alan Kardec, comprobó las distintas formas de tener contacto a través de la mediumnidad. Por eso, ahora se limita a llevar adelante el programa y los distintos proyectos en los que ha desembocado, sin acercarse a cualquier cosa que pudiera convertirlo en personaje de una historia del tenor de las que suele narrar.

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