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Piit Irniq durante la conferencia Inuit y Nunavut, en el Museo de Arte Precolombino e Indígena

Foto: Pablo Vignali

Del iglú al microondas

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Un inuit visitó Uruguay.

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“Inuksuk” e “inuit” son términos que a los rioplatenses les suenan extraños, más familiarizados con el “esquimal”, que esos pueblos consideran peyorativo. El 25 se inauguró en el Museo de Arte Precolombino e Indígena (MAPI) la exposición “Canadá autóctono: arte inuit y de las primeras naciones” en el marco de la celebración del Día Nacional de Canadá. El artista y político inuit Piita Irniq, invitado por la Embajada de Canadá, habló sobre los inuits -habitantes del Ártico- y su comunidad, Nunavut, además de construir un inuksuk -la tradicional creación en piedra, con forma de hombre, de los pueblos inuit- en homenaje a Uruguay. La muestra está integrada por imágenes gráficas y obras de distintos artistas contemporáneos inuits y de las primeras naciones, además de tallados en piedra realizados por mujeres.

El público que asistió a la conferencia era diverso. Varias caras gringas, que se suponían canadienses, adolescentes, veteranos y un inuit que, increíblemente, vive en Uruguay. Irniq, con esos rasgos propios que caracterizan a los habitantes del Ártico, aclaró que la traducción exacta de inuksuk es “lo que se asemeja a una persona”, y que está vinculado a la supervivencia del pueblo inuit; es una escultura que ocupa un lugar destacado en esa sociedad memorial. Ha sido construido por los inuits como un mensajero para su propia sobrevivencia en la tierra: lo compara con las distintas señas que pueden surgir en una carretera importante. “Representa nuestra fortaleza como pueblo inuit”, precisó.

Irniq contó que los inuits provienen de Mongolia; hace miles de años, entraron por el norte de Canadá y llegaron al lejano este, hasta Groenlandia. Utilizaban un kayak confeccionado con pieles. “Somos un pueblo, el pueblo inuit, tenemos una cultura, la inuit”, dijo, sin dejar de interpelar a los oyentes.

Los comienzos

En un intento de reunirse todos los inuits en Alaska, en 1976, realizaron distintos tipos de llamados para lograr que se acercaran los pertenecientes a Canadá y Groenlandia. Ahora, cuenta que tienen una organización que los representa sobre todo en lo que tiene que ver con temas de protección ambiental, ya que como inuits viven de la tierra y de los animales que cazan, son colectores. Y los inuits del círculo polar nórdico han podido sobrevivir gracias a eso.

Irniq nació en un iglú hacia fines de los 40, cerca del extremo noroeste de Canadá. Esos momentos eran poco favorables a la diversidad: para ir a la escuela debió abandonar el iglú, su familia y su comunidad, y con ello su cultura y su idioma. Así que, con apenas 11 años, fue como pupilo a una escuela, alojado por el gobierno canadiense y la Iglesia.

Irniq viene de una familia de artistas, que creaban inuksuk e indicaban, de esa forma, el camino a los distintos cazadores o viajeros ocasionales. Vive en Nunavut y se desempeñó como segundo comisionado de esa zona entre 2000 y 2005, y ha ocupado varios cargos políticos y culturales dentro de su comunidad. Además de ser el salvaguarda del lenguaje y la cultura tradicional de sus compañeros, es miembro del Consejo de Administración de la Fundación Canadiense de Relaciones Raciales.

“Así que hoy”, arremetió, “les quiero contar lo que es pasar de un iglú a un microondas en menos de 14 años”. Reflexionó que pasaron de una cosa a otra de una manera muy rápida -como pudo ser del iglú a una casa de madera-, mientras que en otros lugares del mundo tardaron 500 años. “Somos una sociedad de caza, vivimos de los animales que cazamos y los cazamos para sobrevivir”, sentenció. Además, de cualquier animal que cazan utilizan todo -pieles para vestirse y carne para comer-, ya sean focas o caribúes (ciervos), ya que el Ártico es un lugar muy difícil y frío, afirmó, mientras se veía acalorado en la fría sala del MAPI.

Iniciativa, y tanto

Aunque ya no vivan en un iglú, continúan las costumbres y tradiciones de hace miles de años. Antes no les permitían hablar su propio idioma en la escuela, “nos castigaban severamente”, dice. Y fue esa misma gente, que era castigada por hablar su propio idioma y practicar su propia cultura, la que creó Nunavut: “Esta historia que les cuento es una historia de éxito”. En ese mismo momento se pudieron ver varias sonrisas tímidas en el auditorio, probablemente reflexionando sobre los orígenes propios (incluso no faltó quien insinuara el parecido entre el yacimiento de piedras inuit y el charrúa).

En su dialecto, Nunavut significa “mi tierra”. Hoy en día tienen su propio gobierno, su propia asamblea legislativa y una primera ministra mujer. “Nunavut es como cualquier otra provincia de Canadá”, aclaró.

Nunavut se creó porque lucharon como pueblo inuit -cuenta con orgullo-, y con su fundación (en 1999) se convirtieron en contrapartes iguales del gobierno canadiense, “somos iguales a las demás provincias y territorios, decidimos juntos los temas que tienen que ver con el desarrollo económico y político de nuestra comunidad. Somos socios con todos en un plano de igualdad”, aclara. Agrega: “La armonía de la coexistencia es de las cosas que más promuevo”.

Asegura que la cultura inuit ha llegado a todas partes del mundo, y cuenta que hay un senador inuit en Ottawa y una miembro del Parlamento canadiense. Considera que lo que han logrado en 50 años constituye una nueva historia de éxito para los inuits de Canadá.

En la actualidad, los jóvenes aprenden en su propio idioma, además de viajar y conocer territorios de la región, aprender a construir iglúes, cazar animales y utilizar los vehículos de la nieve, conocimientos tradicionales que se continúan transmitiendo en la comunidad. Sin embargo, no se retraen en sí mismos ni generan mecanismos discriminatorios para preservar su identidad: los que quieran instalarse en Nunavut, pueden ser elegidos para cargos públicos. De hecho, de los 32.000 habitantes que viven en Nunavut, 28.000 son inuits (en todo el mundo suman 155.000)

Los cruces son varios. Estos mismos jóvenes, a los que se les enseña a cazar para que sobrevivan, también trabajan en oficinas o en profesiones técnicas relacionadas principalmente con la mecánica y la electricidad. En estos momentos, la comunidad cuenta con 11 abogados inuits -en su mayoría mujeres-, lo que resulta de suma importancia ya que se pueden dirigir a sus clientes en su propio idioma y comprender muchas cosas que otros no comprenderían. Irniq lamenta que aún no tengan médicos, ya que cuando algún integrante de la comunidad necesita atención, debe ir al médico acompañado por un traductor. Igualmente, en estos años se ha avanzado mucho; por ejemplo, un médico puede hablar con un paciente por una videoconferencia con un traductor.

Supervivencia y amenazas

Irniq cambia la cara y propone hablar del cambio climático. Dice que es algo real y reciente: “Como inuits fuimos los primeros en enterarnos del calentamiento global, porque es algo que nos ha afectado terriblemente”. Cuando llegaba el verano, en los años 50 se alcanzaban los 15ºC; 
ahora ha subido a 20ºC, 30ºC y hasta 41º C -temperatura mucho mayor a la que se experimenta en las Bahamas-. El inuit dice que es algo peligroso ya que el hielo “viejo”, como lo llaman ellos, se derritió y los osos polares ya casi no tienen dónde cazar; el hielo no tiene la espesura de hace 50 años.

Asegura que ha llegado el momento de que el gobierno actúe contra el calentamiento global y el cambio climático, y agrega que es el momento de dejar de discutir y empezar a actuar, y que el gobierno tiene una gran responsabilidad de informar al pueblo. “El Ártico se está derritiendo”, remata.

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