-En un escenario de crisis global, ¿cómo se ve Brasil a sí mismo? ¿Para qué se está preparando, pensando en los próximos 50 años?
-Brasil hoy es el sexto Producto Interno Bruto [PIB] internacional y es un país con un gran potencial económico, que tiene una relación diplomática, cultural y comercial muy próxima con la región de América del Sur, diferente a la que tiene con otras partes del mundo. Desde 2008, vivimos una crisis financiera y económica prolongada y grave, que ahora afecta predominantemente a la Unión Europea [UE], es decir, a 25% del PIB mundial. La UE crecerá menos de 0,6% este año; hablamos de 20 millones de desempleados, y en la juventud la tasa de desempleo es de 40%. En ese marco, el motor económico global que es China está creciendo a 7,5%, su cifra más baja en los últimos 13 años. Estados Unidos está teniendo una recuperación importante, pero es incapaz de revertir este cuadro internacional. Tuvo una política monetaria muy expansiva y también una política fiscal expansiva que le generó un endeudamiento público enorme. Recién ahora empieza a revertir estas políticas, lo que tiene incidencia en la economía global e implicancias fuertes para los mercados emergentes. Las economías desarrolladas están buscando aumentar su competitividad, principalmente por la impresionante capacidad que tiene China a partir de escalas de producción muy grandes, con costos laborales muy bajos, sin seguridad social, sin sistemas de salud pública. Esta búsqueda de competitividad se está dando, sobre todo en Europa, mediante reducciones de empleo y salario y con una retirada de derechos y políticas sociales.
-¿Brasil tiene condiciones para hacer algo distinto?
-Brasil está caminando por otra trayectoria histórica. Según el Fondo Monetario Internacional, somos el país que más creó empleo en los últimos cinco años y estamos muy próximos al pleno empleo. Hay una fuerte política de inclusión social y reducción de las desigualdades que llevaron a 40 millones de personas a una situación de clase media. Estamos erradicando la pobreza absoluta con políticas como Beca Familia, salario mínimo, crédito popular, programas de viviendas populares como Mi casa, mi vida. En fin, hay una fuerte política de inclusión social que a la vez crea un gran mercado interno de consumo de masas. Insisto, es un período de la historia en el que no es posible crecer para afuera, por ese escenario internacional. Y por eso mismo, nosotros estamos creciendo hacia adentro, preservando el empleo, el consumo y la producción.
Tuvimos que pensar en buscar la competitividad de otras formas, así que bajamos fuertemente la tasa de interés, ampliamos el crédito público, bajamos el costo de la energía. Con la renovación de la concesión a las grandes usinas de generación de energía eléctrica se redujo en 32% el costo energético para la industria y en 18% para las familias. Redujimos fuertemente los impuestos sobre los salarios y los productos industrializados, intentando aumentar la competitividad de la industria, y ahora estamos haciendo un fuerte programa de reformas para atraer inversiones públicas y privadas en infraestructura y logística. Hicimos una reforma de los puertos, después de una pelea muy dura en el Congreso Nacional, y a partir de julio habrá una serie de licitaciones de gran impacto en aeropuertos, puertos, carreteras y ferrocarriles.
Próximamente vamos a licitar unos 6.000 u 8.000 millones de barriles de petróleo, lo que va a significar una nueva forma de administrar la economía del petróleo. En 70 años de economía del petróleo, tuvimos casi 15.000 millones de barriles de reservas comerciales, y este nuevo campo en el área de Libra [ubicado en el litoral del estado de Río de Janeiro, a 183 kilómetros de la capital del estado] representa aproximadamente dos tercios de todas las reservas de Brasil. Todas estas inversiones se concretarán en el segundo semestre y nos permitirán retomar en 2014 el crecimiento, en el entorno de 2,5% o 3%. Al menos esto es lo que prevé el mercado, nosotros somos un poco más optimistas todavía.
Pero el gran desafío histórico de Brasil es preparar al país para la economía del conocimiento, teniendo a la educación como la gran prioridad. Queremos aumentar la calificación de la mano de obra y darle al trabajo la importancia que tiene, justamente cuando el resto del mundo la está reduciendo. Estamos impulsando tres millones de becas de estudio para la enseñanza técnica y ampliamos fuertemente la matrícula universitaria. Tenemos 41.000 becas de estudio en el programa Ciencia sin fronteras, para estudiantes de las mejores universidades del mundo.
-¿Cómo mira Brasil a la Alianza del Pacífico? ¿La considera estratégica también, o la ve con cierto recelo?
-El Mercosur representa hoy 83% del PIB de toda la región, tenemos una población de 276 millones de habitantes y un comercio intrazona del entorno de 60.000 millones de dólares. El peso regional del Mercosur tiene una importancia económica y comercial que es incomparable a cualquier alternativa regional. Brasil tiene un destino histórico con el Mercosur. Ahora, con la entrada de Bolivia y Ecuador y también con Guyana y Surinam, estamos ampliando fuertemente el proceso. Venezuela es una economía muy importante en términos energéticos y en su capacidad de importación. Yo, particularmente, estaba en la reunión en la que fue suspendido Paraguay, y estoy seguro de que a partir de agosto la apuesta del nuevo presidente electo democráticamente será que Paraguay vuelva al Mercosur.
Son bienvenidas otras iniciativas de integración en la región, que hacen parte de las vocaciones regionales, pero tenemos que pensar en la construcción de la Unasur y en que todos esos procesos converjan en una integración más amplia de toda América del Sur.
-¿Considera que México tiene esa misma “vocación regional” hacia América Latina?
-México definió su futuro de integración con el NAFTA [Tratado de Libre Comercio de América del Norte, por su sigla en inglés]. Cuando la economía estadounidense se desarrolla, México acompaña. En el momento de mayor intensidad de la crisis, en 2009 y 2010, México pasó por una situación muy delicada. Es un país muy integrado a la dinámica de la economía estadounidense y su trayectoria económica y comercial está totalmente marcada por el NAFTA. El nuevo gobierno intenta retomar, en parte, la relación perdida con América Latina, está buscando más aproximación, más diálogo, intentando construir puentes que fueron abandonados durante muchos años por esta perspectiva de asociación subordinada al NAFTA. Y eso es muy positivo; que revean esa trayectoria política, económica y comercial es muy bueno.
Pero creo que el Mercosur y América del Sur construyeron una identidad propia, tienen fuerza política en los foros internacionales. Ahora venimos de una victoria diplomática en la Organización Mundial del Comercio [OMC], de un diplomático que tiene identidad con esta región que fue quien lo apoyó, junto con África.
-¿Y qué espera el gobierno de Brasil de las próximas instancias en la OMC?
-Necesitamos retomar las negociaciones globales, evitar el proteccionismo que trae esta crisis. Pero la verdad es que yo no creo que, con la gravedad que tiene, logremos avances muy rápidos. De todas formas tenemos que persistir en una agenda global de integración comercial.
-El PT se dirige a renovar su alianza con el Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB). Hay una frase que dice que sin el PMDB no se puede gobernar Brasil. ¿Es verdad?
-El PT fue el partido más votado en las últimas elecciones para la presidencia de la República, para el Congreso; tiene la primera bancada de Diputados, la segunda en el Senado, y es por primera vez en la historia el partido más votado en las elecciones municipales; más de 17 millones de votos. El PMDB fue el segundo partido en esos comicios, con 16 millones de votos. Tiene la segunda bancada en Diputados y la primera en el Senado. Por lo tanto, considero que el PT y el PMDB -del que también forma parte el vicepresidente de la República- tienen una alianza estratégica en la coalición del gobierno liderada por el PT. Estamos también con el PDT [el Partido Democrático Laborista] y desde 1989, cuando yo estaba en campaña con Lula, está el PCdoB [Partido Comunista de Brasil], que siempre estuvo con nosotros; está el PR [Partido de la República] desde 2002; está el PP [Partido Popular], está… son muchos. Los principales partidos de la alianza están cohesionados en torno a la reelección de la presidenta Dilma. El PSB [Partido Socialista Brasileiro] tuvo más de ocho millones de votos, pero puede impulsar un candidato propio, está en proceso de reflexión. La presidenta tiene entre 72% y 73% de apoyo popular, entre 51% y 53% en intención de voto, y mejor valoración que cualquier otro presidente de la República en dos años y medio de mandato, tanto como si hablamos de Cardoso, como de Lula, como del resto de los presidentes de la historia. Estamos en una coalición muy consistente, muy fuerte, muy bien posicionada para ganar las elecciones de 2014.
-¿Pero al PT no le rechina estar aliado con un partido con el cual no comparte tanto la columna ideológica?
-Sí, pero en Brasil no es posible pensar un proyecto de gobierno sin alianzas políticas. Durante los mandatos de Lula fui líder del gobierno en el Senado, donde éramos minoría, y era muy difícil. El PMDB no estaba con nosotros, de 81 senadores sólo 15 habían votado a Lula y para aprobar cada proyecto del gobierno había que negociar, era muy difícil. Necesitas estabilidad política y gobernabilidad en el Parlamento. Entonces fuimos construyendo una política de alianzas para dar estabilidad política y promover los cambios y darles continuidad, en base a este programa que redistribuye el ingreso, reduce las desigualdades regionales y sociales, promueve la inclusión social, colocó a la educación como prioridad estratégica, así como a la ciencia, tecnología e innovación; dio protagonismo internacional a Brasil, mantuvo la estabilidad económica, la más amplia libertad de expresión, alternancia de poderes. La construcción de este camino, de un “nuevo desarrollismo” fue posible por esta coalición de partidos; queremos coalición. Hay disputa, hay divergencias, no se tiene la misma identidad ideológica, pero hemos mantenido una estabilidad política, una coalición gubernamental. Para nosotros es muy importante -y para mí, en particular, que he vivido los tres gobiernos intensamente- mantener esta estabilidad y esta capacidad para gobernar.
-Después de diez años en el poder, ¿hay una transformación negativa del PT? Ha habido críticas en la interna del partido que dicen que se han adoptado métodos propios de los partidos tradicionales, como las alianzas o la compra de votos. ¿El PT se está transformando en un partido tradicional?
-No, el PT es hoy, en cualquier encuesta, el partido con la mayor aprobación popular, mucho más alta que la que teníamos hace tres años o incluso en la última elección presidencial de 2010. El PT se construyó y se fue consolidando como el gran partido del cambio económico, social y político de Brasil en esta última década. Es evidente que cometemos errores, tenemos limitaciones, tenemos que aprender de nuestros errores y superarlos, pero no perder la dimensión de por qué estamos acá: para cambiar Brasil y para construir un país más solidario y generoso, con menos desigualdad social y más empleo, oportunidades, educación. Estos cambios históricos y las tres victorias presidenciales son lo que mantienen al PT con este protagonismo. Primer obrero electo en la historia de Brasil, la primera mujer, ex presa política, torturada, combatiente… Pero, sin coalición, sin alianza, no podemos avanzar en los cambios que estamos promoviendo.
-¿El PT se propone de acá a cierto plazo llegar solo al gobierno?
-No, no. Es muy difícil imaginar que una sola fuerza política pueda gobernar en Brasil, por la pluralidad política, el tamaño continental, las dinámicas regionales del país. Nosotros necesitamos alianzas. Sí nos proponemos que la izquierda sea cada vez más fuerte, tanto el PT como los otros partidos de izquierda, esto es muy importante, porque acelera los cambios. Pero la centroizquierda que forma parte de este programa ha sido muy solidaria con el PT, muy constructiva, y las divergencias son resueltas dentro del debate político de la coalición de gobierno. La alianza se hace desde un programa, desde principios. El programa es el punto fundamental de construcción.
-Lo han consultado por la última baja de la popularidad de Dilma y ha dicho que son oscilaciones normales, pero normalmente sus indicadores han oscilado hacia arriba y no hacia abajo.
-Es una oscilación dentro de un padrón previsible. De las tres encuestas que fueron publicadas esta semana, en dos la variación era de alrededor de 2%, y eso está dentro del margen de error. La tercera, la de Datafolha, da una oscilación de 4% en intención de voto, pero la aprobación de Dilma permanece en torno a 70%. Datafolha no publicó esto, no sé por qué. Todas mantienen porcentajes de 72% a 73% de aprobación y 51% a 54% de intención de voto. Es una oscilación pequeña, normal, previsible.
-¿Y a qué se atribuye?
-Primero, a la inflación, que creció a fines del año pasado e inicios de este año por el aumento de los precios de los commodities internacionales, la sequía en Estados Unidos y Brasil -que causó una baja en la zafra agrícola- y el precio de los alimentos, que afectó a la población. Pero este año vamos a tener una súper zafra agrícola, un récord histórico de Brasil: la previsión son 190 millones de toneladas, por lo que este año no habrá más problema de oferta de alimentos. La inflación se está acercando a la meta de 4,5% al año, mantiene el techo de 6,5% pero está en una tendencia a la baja. Si miras el espejo retrovisor, el problema quedó atrás, y si miras el vidrio de adelante la inflación está en la trayectoria adecuada. El segundo punto fue un incidente con la Beca Familia, que tuvo un gran impacto social, porque se difundió [erróneamente] que el programa terminaba, lo que generó toda una tensión. El tercer punto es que hay un debate electoral. Pero incluso la oscilación de Dilma no fue para la oposición: los tres candidatos opositores se mantuvieron en las mismas cifras, en torno a 34% o 35% de intención de voto. No imaginamos un escenario en el que el segundo candidato tenga 14% [en referencia a la intención de voto del candidato del Partido de la Social Democracia Brasileña, Aécio Neves]. Está difícil ser oposición en Brasil, pero no tan difícil como las encuestas lo demuestran. Creo que es previsible un crecimiento de la oposición a lo largo del proceso electoral. Lula tenía a esta altura, tanto en su primer como en su segundo gobierno, 35% o 36% de intención de voto; es incomparable con Dilma, que tiene mucho más apoyo y una imagen mucho más consolidada. Estamos muy seguros de este proceso. Sin subirse a los tacones [una expresión similar a “sin subirse al caballo”], tenemos una visión muy optimista pero con mucho trabajo. No se ganan elecciones creyendo que la victoria está dada, tiene que trabajarse cada vez más y con más intensidad.
-¿Quiere ser gobernador de San Pablo? Se manejó la posibilidad de que sea uno de los candidatos.
-No seré candidato, ése es un problema superado. Continuará habiendo alguna presión, pero no hay ninguna posibilidad. La presidenta quiere que permanezca en el gobierno y cumpliré mi papel de coordinación en la campaña preliminar, de articulación política, además de seguir en el Ministerio de Educación, que para mí es el más estratégico. No existe la menor posibilidad de salir del gobierno, eso ya está dirimido. Ya formalicé en el partido que no seré candidato.