Casi 70% del aumento en la IED recibida en estos cinco años correspondió a estos países, lo que determinó que el peso relativo de la inversión procedente del Mercosur pasara de 23,3% en 2006 a 41,2% en 2011. En 2012, el flujo de IED registró el récord histórico de 2.775 millones de dólares. Por otra parte, el stock de IED pasó de representar 19,9% del PIB en 2006, a constituir 35,8% en 2012.
El aumento, tanto de las corrientes de inversión como en el capital externo acumulado, se explica tanto por la crisis económica internacional como por la suba en el precio de los commodities, que posibilitan captar altos beneficios. También un mercado interno en expansión resulta de cierto atractivo para el capital extranjero.
la diaria consultó a Gustavo Bittencourt, investigador del Departamento de Economía de la Facultad de Ciencias Sociales, quien sostiene que la mayor IED está relacionada con un “salto de la producción agroindustrial”, así como con la incorporación de nuevos servicios y las zonas francas existentes en el país. Si bien se recibe inversión en sectores nuevos, las producciones con un perfil más tradicional, como la celulosa, el arroz, los cereales y la soja, son las que captan más inversión. Según Bittencourt “la instalación de transnacionales en el país no ha transformado el perfil de crecimiento de Uruguay; la producción que realizan se mueve en la misma dirección que el perfil de especialización de la economía uruguaya, lo que puede ser visto como positivo o negativo, según la idea de cómo debería ser el desarrollo económico que tenga cada uno”.
Otro de los atractivos destacados por Bittencourt es la existencia de fenómenos de protección efectiva, que van más allá de la mera protección a los insumos y alcanzan a los productos finales. Además, muchas empresas que se instalan aquí aprovechan los regímenes de importación, que son más sencillos que los que existen en Brasil.
Viejos conocidos
Argentina sigue siendo uno de los principales inversores en Uruguay. En 2010 la IED argentina marcó un récord de los niveles de inversión en el país, con un valor cercano a 600 millones de dólares. En 2011 los ingresos de capitales argentinos fueron de 813,7 millones de dólares. En los últimos años, las inversiones argentinas tienen como principal destino el sector agropecuario, las inversiones inmobiliarias y hoteleras.
La producción de soja -hacia donde se dirige una gran parte de las inversiones argentinas- ha aumentado no sólo en Uruguay sino en la región, debido a la necesidad de mercados como China y la Unión Europea. En el trabajo Sojización y concentración de la tierra, Gabriel Oyhantçabal e Ignacio Narbondo hablan de los “nuevos agricultores” en referencia a grupos argentinos que aceleraron el proceso de concentración de tierras y de producción. Las principales empresas en este negocio son: El Tejar (Tafilar en Uruguay), Agronegocios del Plata (del Grupo LosGrobo), MSU, Pérez Companc (Garmet en Uruguay), Cosechas del Uruguay, VillaTrigo (de Barraca Erro), Ceres Tolvas y AdecoAgro. De acuerdo a los autores, con la explosión de producción sojera, estos agricultores controlan “más de 400.000 hectáreas” en el país.
El señor de arriba
En 2003, bajo el gobierno de Lula, el Departamento de Promoción Comercial del Ministerio de Relaciones Exteriores de Brasil creó el Programa de Sustitución Competitivo de Importaciones (PSCI) con el que se buscó sustituir importaciones provenientes de países desarrollados y alentar las provenientes de la región. De esta manera, la apertura del mercado brasileño incentivó las inversiones de ese país en otros del continente y fomentó la formación de cadenas productivas. El 22 de abril de este año, el presidente de la República, José Mujica, se reunió con empresarios brasileños y presentó como ventaja para invertir en Uruguay la posibilidad de complementar cadenas productivas y legislaciones vigentes, como la Ley de Inversiones o la de Zonas Francas.
Un informe de Uruguay XXI establece que Uruguay ha recibido inversiones de unas 50 empresas de capitales brasileños, alcanzando en 2010 el 5% del total de la IED en Uruguay. Por otra parte, un informe publicado por el gabinete productivo en junio señalaba que 25% de las exportaciones con destino a Brasil son controladas por siete empresas brasileñas, mientras que dentro de las 20 primeras exportadoras uruguayas, seis son de capitales brasileños y explican el 9% de las exportaciones. Las 50 empresas de capitales brasileños instaladas en Uruguay -el dato es aproximado porque no es obligatorio el registro de empresas extranjeras en Uruguay- se concentran en la industria de la carne, la bebida, el arroz, la química y la plástica.
Según Uruguay XXI, el grupo frigorífico Marfrig, instalado en Uruguay desde 2006, está compuesto por las empresas Frigorífico Tacuarembó, Cledinor, Inaler y Establecimiento Colonia. En 2009 JSB-Friboi, principal grupo mundial de carne, adquirió el frigorífico Canelones SA y en 2011 la empresa Minerva adquirió el frigorífico Pulsa SA. Por su parte, el frigorífico Lorsinal SA pertenece a capitales nacionales y brasileños. La inversión brasileña del sector cárnico representa 50% de las exportaciones de carne bovina del país y 40% de la faena. En 2012 el único destino de las exportaciones de la carne ovina fue Brasil y alcanzó un valor de 300.000 dólares. Por otra parte, la curtiembre Zenda Leather SA (ex Branáa, actualmente en manos de capitales brasileños) ocupa el puesto número 15 de las primeras empresas exportadoras, exportando un total de 111 millones de dólares.
En la industria arrocera también hay fuerte presencia de capitales brasileños. El 54% de las exportaciones de arroz del país fue generado por las empresas de capitales brasileñas Samán, Arrozal 33 y Demelfor. En el mercado de la cerveza, el grupo Ambev (compañía de bebidas de las Américas) tiene el control del mercado de la maltería por medio de la propiedad de Maltería Paysandú y Maltería Uruguay SA, que exportan 78% de las maltas del país. Cervecería y Maltería Paysandú exportó 82 millones a Brasil, mientras que Maltería Uruguay lo hizo por un valor de 69 millones de dólares.
¿La inversión extranjera directa es buena o mala?
Según el Banco Mundial los beneficios macroeconómicos de la IED están vinculados al financiamiento de la balanza de pagos, además de constituir una fuente de ahorro externo y mejora de la productividad y la eficiencia general. Se destaca además la contribución al incremento del stock de capital en los países receptores. A nivel micro, el provecho tiene que ver con la introducción de nuevas tecnologías, los “derrames” positivos por vía de la capacitación de recursos humanos, la transferencia de tecnología, nuevas prácticas organizacionales y de gestión y una mayor competencia en los mercados locales.
Las voces críticas, sin embargo, consideran que puede darse una pérdida de soberanía o autonomía en los países dependientes del ingreso de la IED, o el hecho de que la IED se dirija a países que tengan bajos estándares laborales o ambientales. Como ejemplo se suele citar el caso de Paraguay, donde la IED está captando inversiones de la región -incluyendo capitales uruguayos- que se están instalando a producir y a comprar tierras, constituyendo como “atractivo” la menor fuerza de los sindicatos. Otras críticas se refieren al hecho de que una vez instaladas, las empresas extranjeras tienden a generar egresos de divisas por concepto de utilidades y dividendos remitidos a sus casas matrices. Por otra parte, si la IED se dirige a la compra de activos existentes, no representa una contribución positiva a la inversión fija doméstica, por lo que el hecho de que la IED contribuya o no al aumento de las exportaciones de los países receptores depende, entre otras cosas, de las diferentes estrategias de las empresas transnacionales que invierten en cada país.
Según los investigadores, las ventajas de la IED dependerán de los objetivos y las estrategias de las inversiones recibidas y de las características sociales e institucionales de los países receptores.