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Diego Maniowicz, de la orquesta Astillero, anoche en la Sala Zitarrosa.

Foto: Javier Calvelo

Ayer y hoy

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Desde el viernes se está realizando un coloquio internacional acerca del tango en Montevideo.

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El fin de semana comenzó el Coloquio Internacional “El tango ayer y hoy”, organizado por el Centro Nacional de Documentación Musical Lauro Ayestarán (CDM). Se extiende hasta hoy con dos presentaciones, una a cargo del profesor Pablo Rocca sobre las relaciones de Idea Vilariño y Rubén Darío con el tango, y otra del musicólogo Omar García Brunelli sobre el tango cantado de Ástor Piazzolla. Una de las particularidades de esta edición es que en las noches de 27, 28 y 29 se realizaron conciertos: el primer día se presentaron Francisco Falco, Julio Cobelli, Cuarteto Ricacosa y Fernando Cabrera; el segundo, el Sexteto de Álvaro Hagopián, La Mufa, Fernando Goicochea y Nicolás Mora; y el tercero, el sexteto argentino Astillero, que este año editó su tercer disco Soundtrack Buenos Aires, luego de haber realizado conciertos en vivo para la BBC de Londres y haberse presentado en el Mercury Theatre de Colchester -Inglaterra-, para musicalizar en vivo la pieza teatral de Romeo y Julieta con tangos propios, además de numerosas giras europeas.

El día de la inauguración estuvieron presentes Coriún Aharonián, director honorario del CDM; Óscar Gómez, subsecretario del Ministerio de Educación y Cultura (MEC), y el antropólogo y ensayista Daniel Vidart, presidente honorario del CDM.

Aharonián expresó su alegría por haber podido realizar este tercer coloquio y agradeció el apoyo con el que siempre han contado tanto desde el MEC como desde el Banco República, el Auditorio Nacional del SODRE y la Intendencia de Montevideo. El maestro Óscar Gómez declaró que el MEC nunca soñó con una convergencia de tareas similar, ni con esta valorización de un patrimonio cultural como es el tango. Señaló que se optó por dedicar a este género esta edición del Día del Patrimonio -que se celebrará el 5 y 6 de octubre-, ya que se cumplen diez años desde que la UNESCO declaró la salvaguardia de este patrimonio cultural inmaterial. Agregó que en esos dos días habrá milongas en distintos puntos del país, en las que se interpretará “La cumparsita” en distintos espacios públicos.

La lúcida exposición de Daniel Vidart se tituló “Gardel: siglo XXI”. El antropólogo alternó sus conocimientos históricos sobre el tema con relatos orales producto de sus investigaciones, testimonios, análisis y poesía. Contó la anécdota de cuando unas voces indiscretas le preguntaron a Gardel, en medio de un banquete, dónde había nacido. El Mago levantó su copa y como canyengueando, “con aquella voz de ñato que todavía resuena”, dijo: “Señores, yo soy rioplatense como el tango”. Si bien hoy se sabe todo sobre su vida, sólo quedan dudas sobre su lugar de nacimiento. “A mí personalmente nunca me interesó”, dijo Vidart, aunque citó un detalle significativo de su biografía: su padre -que había nacido muy cerca de Tacuarembó- había comprado entradas para el último concierto que Gardel dio en Uruguay y pese a la insistencia de Vidart no lo llevó, porque había invitado a un amigo “a escuchar a este muchacho de Tacuarembó”.

Vidart ubicó los orígenes del tango a fines del siglo XIX y el primer tercio del siglo XX, cuando la sociedad rioplatense, a distintas temperaturas socioculturales, “cocinó los nutrientes del tango en ese gran puchero donde se forjó la identidad ciudadana de dos urbes y dos humanidades”. Es en este contexto que Gardel se dedica a construir mitos y, según Vidart, a esconder tras ellos “la rutina banal de su vida”, dejando de lado distintos sucesos, como su lugar de nacimiento, su lastimosa niñez, su adolescencia de chorro de barrio, sus años de capanga, su paréntesis carcelario, su discutida peripecia sexual, sus amores y desamores, que eran manejados por Gardel “con sonrisas abiertas y evasivos silencios”. Afirmó que el Mago tiene admiradores o no los tiene, sin que esto sea una paradoja gratuita, ya que hay quienes desestiman la poética maleva de sus letras, que incluso rechazan el tango con sus connotaciones humanas y musicales, pero no pueden negar a Gardel “ni el hechizo de una voz que, como bien se ha dicho, ha vencido el olvido”.

También se refirió al auge popular de la cumbia y al retorno tribal del rock, “en el que enormes multitudes de muchachos, que muchas veces están de espaldas a la orquesta, saltan como langostitas en trance -describo, no critico-, junto a un guitarrista epiléptico, la velocidad del baterista y el divismo y la merca que hay en los cantores que se pasean y de pronto patean”. Otro mundo, en el que evidentemente el pueblo ha desplazado la audición cotidiana del tango, pero a pesar de todo, el antropólogo cree que Gardel perdura “en los viejos como yo, que lo escuchan con devoción”, además de que este mundo represente para él el imposible retorno de una juventud que vivió de manera muy intensa. Afirmó que Gardel continúa -a despecho de la desaparición de su persona y de su mundo- “entregándonos un monólogo ilustre a la hora del amargo ritual -bajo el alero de las tardecitas-, enjugando soledades, despuntando nostalgias, evocando orilleros infiernos, proletarios purgatorios y paraísos perdidos”.

“Todo termina al caer la noche”, aseguró, y ya en estos comienzos del siglo XXI, “la noche está cayendo sobre el canto intempestivo de Carlitos. Muertos los seguidores y veteranos, todo nos lleva a pensar que tras el entierro de su tiempo se levantará un monte de lápidas en medio de un jardín de flores muertas”. Aunque sus admiradores aseguren que cada día canta mejor, y probablemente sea así.

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