“La izquierda no puede desconocer el fracaso histórico del discurso que opone lo nacional a lo universal y lo culto a lo popular [...] Después de tantos años hay que volver a destruir la división, construyendo”, había escrito Héctor Manuel Vidal, en una carta abierta de 2006, en la que se explicitaban las razones de su renuncia como director de la Comedia Nacional. El talentosísimo dramaturgo y docente, que supo marcar a generaciones con sus interpretaciones y trabajos diversos en la escena local, falleció en la tarde del domingo, a los 70 años, luego de cuatro décadas de prolongada y rigurosa trayectoria, que incluyó la dirección de elencos en el exterior, dos períodos como director artístico de la Comedia Nacional (1996-1998 y 2001-2006), y puestas en escena que han quedado adheridas al imaginario identitario del teatro nacional.
Oriundo de Las Piedras, Vidal estudió en la vieja escuela del Club de Teatro, donde debutó como director en 1969. Cinco años después dirigió una versión de Wozzeck -del alemán Georg Büchner- en El Tinglado, puesta con la que -como se ha asegurado a lo largo del tiempo- se reveló como un talento fuera de serie, en una etapa sombría de la historia nacional. En 1982, durante la transición democrática de la última dictadura militar, dirigió el exitoso Galileo Galilei, y piezas como Inodoro Pereira, el renegáu, de Roberto Fontanarrosa -versionada junto a Horacio Buscaglia- y Rompiendo códigos, entre otros varios espectáculos. Además, realizó adaptaciones de las novelas Tirano Banderas, de Valle Inclán, Gatomaquia, de Lope de Vega -con un éxito de público y crítica internacional sorprendente-, y Maluco, la novela de los descubridores, de Napoleón Baccino. Además, en la capital uruguaya estrenó piezas de dramaturgos como Eugene Ionesco, Harold Pinter, George Büchner, William Shakespeare, Bertolt Brecht, Henry Miller, Jean Luc Lagarce y Maurice Maeterlinck; mientras también se desempeñó como docente y director teatral en el interior del país.
Con numerosos premios y puestas en escena, este referente del teatro nacional reclamaba de manera constante que el Estado no debía estar ausente de la cultura, y que las políticas culturales no debían cambiar según los gobiernos, sino que era necesario gestar políticas de Estado, a la vez que defendía la independencia ética y artística de los elencos nacionales: "la autonomía no es corporativismo, es lo que teatros y elencos públicos del mundo han conseguido o están consiguiendo. Algunos lo llaman autarquía, otros autogestión o independencia. Son aplicaciones excelentes de políticas descentralizadoras que mejoran este servicio público sin convertirlo en arte oficial", decía en los párrafos finales de la carta antes nombrada.
Proyectando lo imposible
Mientras Vidal reponía Gatomaquia en 2009 -luego de ganar los Florencios a Mejor Espectáculo, Dirección y Elenco, tres años antes-, en una entrevista con Gabriela Gómez para la diaria, el director decía que “El cuento, las historietas y la novela latinoamericana, a veces van más avanzadas que el teatro en cuanto a las cosas que plantean”, por lo que resultaba interesante pensar cómo contar y trasponer esas historias a la escena, desde versiones de El proceso, de Kafka, hasta las historietas de Inodoro Pereira.
El dramaturgo, actor y director Santiago Sanguinetti, que acompañó a Vidal como actor en las últimas dos puestas de Gatomaquia y Maluco, reconoció que si bien estaba al tanto de que Vidal se encontraba enfermo, siempre pensó que se podía recuperar, sobre todo porque cuando viajaron en noviembre del año pasado a Lima -con el elenco de Gatomaquia- , el director se sentía muy bien. Frente a esto, Sanguinetti vivió como “un baldazo de agua fría” la noticia: “sobre todo por ser el tipo que era, y porque todavía tenía mucho para seguir dando y seguir cambiando”, dijo a la diaria. “Con sus espectáculos protagonizó varias revoluciones estéticas, cuando para un artista, hacer una sola revolución, ya es mucho”, dijo el actor, y agregó: “cada obra que realizaba modificaba cánones”.
Recordó que en términos estéticos, Vidal fue muy específico con cada pieza, ya que buscó cosas distintas con cada una de sus direcciones. Sanguinetti confiesa que una de las cosas más lindas que hacía “era proponerse proyectos imposibles, -como lo fue Gatomaquia, al transformar un poema épico en teatro-. Después quiso adaptar Maluco por muchos años, hasta que lo concretó, más allá de sus variadas, y enormes, puestas de Shakespeare.” Considera que su director le ha dejado el legado de “rigor, tesón, constancia y amor por el trabajo”, que mostró en cada uno de los ensayos a lo largo de los años.
En noviembre del año pasado, Vidal fue premiado por sus pares desde la Sociedad Uruguaya de Actores (SUA) con el premio Alberto Candeau a la Trayectoria y el Compromiso. El director de SUA, Sergio Mautone, quien recibió la noticia del fallecimiento mientras se encontraba en San Pablo, expresó que Vidal era un referente del medio artístico: “si uno piensa en los mejores diez trabajos de los últimos años en Uruguay, seguramente cuatro sean suyos”. Compartió con Sanguinetti la definición de un hombre inteligente, lúcido y comprometido con el arte. Dijo que siempre tuvo una prédica responsable, además de ser un hombre que luchó por la creación de políticas que fueran más allá de circunstancias puntuales, en la medida que se debían gestar condiciones para desarrollar un arte de calidad, fuera de todo compromiso político-partidario.