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Roberto Musso. / Foto: Pedro Rincón

Así soy yo

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Roberto Musso y la segunda vida, con más drama que comedia, de El Cuarteto de Nos.

Pasaron 30 años desde que arrancó la odisea, en el lejano 1984, con aquel casete compartido con Alberto Mandrake Wolf. A partir de su debut discográfico retrataron las andanzas de personajes bizarros como Andamio Pijuán, la vieja del zaguán y el gordo del dolor de muelas, que colocaron a El Cuarteto de Nos como una banda sui generis dentro del rock nacional. Hace pocos días El Cuarteto de Nos editó su último álbum, “Habla tu espejo”, y la diaria conversó con su líder, vocalista y compositor, Roberto Musso, sobre el nuevo disco, su trabajo de ingeniero, el programa de televisión “Yo me llamo” y la ida de Riki Musso.

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-Habla tu espejo tiene letras más serias que cualquier otro disco del Cuarteto y hasta la portada sigue la misma línea. ¿A qué se debe el cambio?

-Fue premeditado. Queríamos hacer un disco de quiebre o de riesgo, como quieras llamarle, que fuera diferente, sobre todo a los tres anteriores. Estaba instalada en la banda la idea de buscar, de hacer algo diferente. Y, entre todos, quedó clarísimo que para hacer algo diferente había que hacerlo en todas las capas de un disco: desde la composición de las canciones, que para mí es la base de la pirámide sobre la cual después se construye todo, el sonido propiamente dicho del disco, los arreglos y el arte gráfico. Como bien decís vos, el arte gráfico ya te dice: “Ojo, acá hay algo distinto”.

-El álbum rompe con la trilogía que inició Raro. Pero, a su vez, esos tres discos no son tan parecidos entre sí.

-La trilogía es una cuestión numérica más que conceptual; ésa es la verdad. Hicimos tres discos después de que empezamos a trabajar con Juan Campodónico y fueron los discos que nos abrieron fronteras fuera de Uruguay. Para mucha gente de afuera somos una banda de tres discos; ahora, de cuatro. Igual, más que un quiebre, para nosotros era importante hacer un disco que tuviera canciones que se complementaran con la “trilogía”, que le dieran al show en vivo otra dimensión de canciones que capaz que no teníamos en ese manojo. Canciones un poco más emotivas, más serias; un show más transparente.

-A nivel de sonido el disco es más pop y menos guitarrero que los anteriores.

-Hay muchas canciones de Porfiado y de Raro en las que llega el estribillo y lo tradicional es que estalle con guitarra distorsionada. Entonces, la idea era probar algo diferente y ver qué pasaba. Por ejemplo, “El aprendiz” tiene una flauta mezclada con un sintetizador. Experimentamos por ese lado. De todas formas, eso también lo hablamos con Juan, el lenguaje discográfico es distinto al lenguaje del show en vivo. Ahora estamos sacando estas canciones en el ensayo y tienen las guitarras distorsionadas en el estribillo. En vivo va a tener la instrumentación que tenemos en el escenario; ahí no hay mucho cambio.

-Hace poco entrevisté a Juan Campodónico y me comentó que es relativo lo que se suele decir de que él les cambió el sonido, y que en realidad formó un equipo de trabajo con ustedes.

-La complementación es la palabra adecuada, justamente: se complementó muy bien como una pieza más de nuestro trabajo. Y él funciona mucho, más que nada, como un director artístico. Está con nosotros en la selección del repertorio del disco y también tiene esa posibilidad rara de estar con un ojo que mira para adentro de la banda como músico y otro ojo que mira desde afuera como alguien más crítico. Él ayudó muchísimo, pero para mí los grandes responsables de todo también son los temas, desde las composiciones mismas. Andá a saber qué pasaba con “Ya no sé qué hacer conmigo” no producido por Juan. No sé, queda en el ambiente la duda.

*-Campodónico te impulsó a grabar “Ya no sé qué hacer conmigo”. *

-En ese momento eran canciones que, capaz que como las de este disco, representaban un quiebre con lo que venía haciendo. Sobre temas como el de Damián y “Ya no sé qué hacer conmigo” me acuerdo patente que le dije [a la banda]: “Che, miren que hay unas canciones que artísticamente me encantan, pero duran como cinco minutos y tienen letras larguísimas y no sé cuánto”. Y al final, Juan y aquéllos me dijeron: “Pero son las que están más buenas”. Y en este disco pasó algo parecido: las canciones que me parecían más distintas a lo que venía haciendo, como “No llora” y “21 de setiembre”, que son las más viscerales, tenía mis serias dudas de qué pasaría cuando las escucharan aquéllos. Hicimos un ejercicio que nunca habíamos hecho: cada uno, sin decir quién era, anotó las cinco canciones que más le gustaron de todos los demos, y esas dos estaban en todos; es más, había cuatro que coincidían, de 16, 18 canciones. Fue un ejercicio que estuvo interesantísimo.

-Habla tu espejo también es el álbum más introspectivo de la banda. El tema “Roberto” ya lo dice todo. ¿Eso también fue premeditado?

-Como te decía al principio, estaba la idea de hacer algo distinto. Y pensé: ¿qué hago ahora? Fue una búsqueda de mucho tiempo y de decantación. Si lo veo retrospectivamente, hace un año y medio justo me habían pasado cuestiones de mi vida personal: había sido padre hacía poquito, por otro lado, tenía a mi madre que tiene mal de Alzhéimer y últimamente había recaído re fuerte en eso, y me movilizó muchísimo como para decir: “¿Qué pasa si ahora cuento un poco más de esto?”; entonces, surgió lo del espejo y “Roberto”. Al principio me pareció como un experimento: “A ver hasta dónde llego con esto”, y eso sí que no fue premeditado, me surgió naturalmente la búsqueda. Cuando fui padre, no era que no estuviera en mis planes hacer una canción de mi paternidad: explícitamente no quería hacer una canción. Es más, le hubiera dicho a aquéllos: “Che, saben que tengo una canción de Federica”, “pah, no la muestres acá, dejate de joder, Robert”. Y, sin embargo, quedó una canción desde una óptica, me parece, innovadora. Hay un millón de canciones que hablan del ser padres, pero me da la impresión de que en ese aspecto mantiene la esencia de El Cuarteto de abordarlo desde un lugar único: una mezcla de ternura con mucha crudeza, de cuando la nena crezca y no esté uno para las respuestas.

-La canción “Roberto” es una de las más pegadizas del disco. ¿Trabajás las melodías buscando ese efecto?

-No tengo una fórmula. A veces tengo antes el estribillo que la canción en sí. Eso no me cuesta tanto, como que salen los estribillos. Pero me gusta que tengan, sobre todo en ese tipo de canciones, una energía que llegue al clímax. En ese tema lo último que hice fue el nombre. Tenía ganas de hacer una canción que hablara de las voces internas, cuando se te pone a hablar la conciencia que no podés parar, y decís: “No me puede estar diciendo esto adentro de mi cabeza porque no lo creo”. ¿Viste la frase: “No desees que mueran tus enemigos, / es mejor que estén vivos para verte triunfar”? Yo no la suscribo, pero, sin embargo, la pude escuchar adentro mío. Todo ese juego del “Yo” y “no Yo” está buenísimo. “Roberto” al principio no estaba, iba a ser el nombre de un personaje, y empecé a buscar cuál era, y yo decía: “Si no me llamara Roberto le ponía ‘Roberto’”, porque me gusta el nombre con la fuerza que tiene por las erres. Y dije: “Ta, dejate de joder, Roberto, sos vos”, y ahí quedó.

-Hace tres años dejaste el trabajo de ingeniero de sistemas y ahora estás dedicado tiempo completo a la banda.

-Lo digo con mucho orgullo. Puedo vivir de El Cuarteto ahora, pero hago una salvedad: podríamos estar viviendo de la banda desde hace diez años. Mi caso particular es que la ingeniería me gusta mucho y es muy bien remunerada. Si hubiera tenido un trabajo en una oficina que no me gustaba, hubiera largado hace muchísimo tiempo; ésa es la verdad. Ahora sí, me fue imposible, entre la paternidad y El Cuarteto demandando mucho trabajo, no me hubiese perdonado no hacer este disco achacándole la culpa al tiempo que no hubiera tenido para hacer las canciones. Para este disco pasé marcando tarjeta en el estudio de casa de 9.00 a 17.00. La inspiración es mentira, es un segundo, y después, a trabajar. Pero es mi caso, sé que hay gente que hace una canción en un día y es perfecta.

-¿Qué extrañas del trabajo de ingeniero?

-Si me decís algo muy terrenal: el sueldo a fin de mes, de todos los meses. Porque el tema artístico es muy variable. Pero estoy súper contento. Me encanta que ahora mi medio de vida sea esto. El trabajo de ingeniero también me gustaba mucho: la matemática, la lógica, la parte de la carrera que me costó mucho hacer. Y la Universidad me formó una persona diferente a la que era cuando entré; lo valoro muchísimo. Si no hubiese egresado de la Facultad de Ingeniería no estaría escribiendo este tipo de letras; estoy seguro.

-¿Cómo tomás los reclamos de los fans más nostálgicos de El Cuarteto que quieren que vuelvan al estilo de antes?

-Lo tomo con naturalidad porque me pasó siempre. Me acuerdo cuando salió Otra navidad en las trincheras [1994], muchos de los fans viejos de El Cuarteto que nos habían conocido con Soy una arveja [1986] nos querían crucificar: “¿‘Me agarré el pitito con el cierre’?, ¿‘El putón del barrio’? Están locos, se fueron al carajo. No te va a ir a ver ni tu vieja”. Y no había internet, era cara a cara, más real y más sincero. Hoy en internet no leo mucho porque ahí hay cualquiera hablando... Pero hemos sabido manejarnos con toda la crítica. En realidad, si le hubiéramos hecho caso a toda la gente que nos criticó en la carrera, estaríamos inmovilizados sin hacer nada.

-Cuando tocan fuera de Uruguay, donde casi no conocen el material pre Raro, ¿integran temas viejos en el setlist?

-No, son cien por ciento Raro en adelante. Y, te digo más, en Uruguay casi que también. Salvo los shows que hicimos ahora en el Velódromo, en los que incluimos una parte del medio con las canciones reversionadas, tipo popurrí... Pero tampoco, porque nos estaba pasando que se nota la diferencia del tiempo de las canciones más viejas, entonces, el repertorio es casi cien por ciento de 2006 hasta ahora.

-¿Los fans nostálgicos no tienen derecho a pedir temas viejos?

-Sí, sí. Pero son los de acá, los de afuera no. Es más, a veces hemos metido algunos temas más viejos y: “Pah, ¿esa canción?, no parecen el mismo grupo”. Nos pasó sobre todo cuando salió Raro, y empezamos a girar y no teníamos más repertorio que el de ese disco y lo anterior. Alguien virgen del Cuarteto escuchaba “Ya no sé qué hacer conmigo”, y después “Sólo un rumor”, y no la entendía.

-Esto es muy subjetivo, pero “Sólo un rumor” puede ser la mejor balada de la historia del rock uruguayo...

-Para mí también, te tengo que dar la derecha.... Pero en ese momento me sentí al límite de ese tipo de canciones, como con “El día que Artigas se emborrachó”. Hubiera hecho otra: “Me agarré el huevito con el cierre”, pero ya está, no da, no podía.

-¿Cómo afectó la salida de Riki Musso de la banda a la hora de componer la música?

-Obviamente se cercenó una parte de la propuesta de El Cuarteto hasta ese entonces. Igual, si te ponés a pensar, ya hace cinco años [de la salida de Riki], que a veces es la vida propia de una banda. Siempre digo: fue el momento más duro de toda la historia de El Cuarteto. Pero poder refundar algo de una parte que se había ido también te obliga a eso: a ver desde una óptica distinta y a reformularte pila de canciones desde otro ángulo.

-¿Por qué se fue Riki?

-Fueron un millón de motivos. Riki se empezó a sentir incómodo en la banda por muchísimas cosas: artísticas, ejecutivas, de proyección, de inversión, un montón de cosas. Fue súper honesto con él, estaba incómodo. Y en ese aspecto nosotros siempre hemos sido muy respetuosos de las opiniones de los demás. Todo lo que después salió, de que nos habíamos peleado, era un bolazo. Siempre hemos podido separar, dentro de todo, lo que es artístico de lo personal.

-¿Qué te pareció el último disco de Riki, ¡Formidable!? Tiene muchos ribetes de El Cuarteto de antes.

-Me encantó. Sí, tiene una onda El Cuarteto de antes. Además, me alegró pila porque es un disco súper más luminoso que lo que había hecho Riki en Servo [2006], que era un poco más impenetrable para un público más pop. Pero este disco me encantó, y se lo dije. Aparte, él está muy contento porque formó la banda y está tocando.

-¿Cómo te sentís en esta nueva faceta como jurado en el programa de televisión Yo me llamo?

-Re cómodo. Cuando me llamaron no dudé. Porque tenía que hacer de Roberto, no me pedían que hiciera de bueno o de malo; era un papel de Roberto opinando. Sabía que la producción era buena porque la conocía; y, además, el nivel de los participantes no es para reírte de ellos, sino que son todos buenos. El sí fue rápido de mi parte.

-¿No te parece que al presentarse sólo cantantes imitadores se pierde el talento original que podrían mostrar?

-Si me das a elegir, preferiría ser jurado de un concurso de nuevos talentos sin imitar, pero era lo que estaba en el formato. El otro día, Lea [Bensasson] decía una cosa interesante en uno de los programas, que no lo veía mal como inicio de una carrera, sobre todo para la gente joven, y comentaba que Rada empezó imitando. De hecho, creo que si hubiese existido un concurso así cuando éramos chicos y teníamos que imitar a The Beatles, nos habríamos presentado.

-Con El Cuarteto arrancaron tocando covers de The Beatles.

-Sí; Beatles, Rolling, Creedence, Led 
Zeppelin.

-Hablando de los Stones, que ya pasaron los 50 años de carrera, El Cuarteto de Nos lleva 30; ¿te ves con la banda en diez o 20 años más?

No, 20 no. No seas malo.

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