-Supongo que cuando subiste ¡Formidable! a la web en el medio del Mundial no pensaste que se iba a transformar en uno de los discos del año.
-Cuando lo subí ni siquiera pensé que se fuera a transformar en disco. Empecé a grabar y justo en julio tenía que ir a Chile con una de mis hijas, que cumplió 15, y dije: “La segunda mitad del año no quiero seguir haciendo esto, ya está”. Me fijé como meta esa fecha para colgarlo y dejarlo ahí para que la gente lo escuche gratis. Porque, en mi opinión, los fonogramas son nada más que publicidad para la actuación de la banda en vivo, no al revés. Antes la plata estaba en los discos, entonces los sellos hacían giras de sus bandas: Motown hacía girar a todos sus grupitos, tocaban un éxito o dos para vender discos, y todos vivían de eso. En Uruguay nunca se vivió de vender discos, menos ahora; tampoco de periodista o de chofer. En Uruguay no se vive de nada. Sale mucho más caro grabar un disco que lo que podés llegar a recaudar por su venta, aunque sea disco de platino. Pensaba tocar los temas en vivo si a la gente le gustaban. Y ahora, más o menos, veo que gustaron porque lo bajaron 7.300 veces, entonces, calculo que si hago un recital, 50 o 100 entradas vendo.
-Hace pocas semanas, al revés de la lógica imperante en el mercado musical, el disco salió editado en formato físico, en CD, algo que en estos tiempos ya parece cosa de fetichistas.
-Totalmente. A mí nunca me interesó ni me interesa. No compro discos, ya ni los bajo; salvo que tenga que viajar en algo que no manejo y entonces llevo música en un MP3 o algo así; cuando escucho, porque escucho muy poca. Pero sentarme a escuchar un disco... me viene un ataque de ansiedad, de pérdida de tiempo. Ahora le debe de pasar a todo el mundo, hay tanta cosa para hacer... Escuchar un disco como antes, con un sofá especial, frente a los parlantes en triangulo equilátero, abrir la tapa con una lámpara atrás y un whisky... Ojalá, pero son tiempos que no creo que vuelvan. No tengo paciencia ni para ver una película. Sé que ahora mucha gente baja series y cosas, y están las teles que tienen internet y no sé qué. Pah, yo llego a casa, pongo Tinelli 15 minutos y me duermo; ya no me importa nada.
-El disco tiene como protagonistas absolutas a las guitarras. “Criminal”, por ejemplo, es el tema más guitarrero del álbum y tiene una dinámica sonora estilo Pixies.
-Me dijeron mucho eso, pero vos sabés que nunca escuché a los Pixies, no sé cómo son. Me caen simpáticos porque vi a la mina que toca el bajo explicando cómo toca, y me pareció genial. Decía que un bajista tocaría de una forma, y ella como no sabe mete una nota durante ocho compases y no se aburre. Por eso me cayó tan bien. Vinieron acá dos veces, ¿no? Nunca me dio... no sé qué hacen. Yo no sabía que existían los Ramones hasta que me dijeron que Los Estómagos eran tipo Ramones. Entonces, fui a ver qué eran, y no me gustaron para nada. Me gustaban más Los Estómagos. Yo no escucho música, ahora no tengo tiempo. Y cuando tengo tiempo escucho las cosas que escuchaba cuando era chico. Dos por tres, sí, busco música nueva para pasar en el programa de radio, y me meto en YouTube, SoundCloud o alguna cosa así, para ver qué hay.
-¿Y Nirvana? Explotó todavía más esas dinámicas.
-Menos, mucho menos. Los conocí cuando se murió el cantante. Es una dinámica esquizofrénica, de contrastes. Tampoco lo inventó Nirvana ni los otros. Seguramente hay varios temas de The Beatles que ya lo hacían antes.
-¿Qué buscás cuando escribís las letras? Por ejemplo, “Cabras en el ascensor” es muy surrealista.
-Lo único que busco de una letra es que te de una imagen, que te induzca a un estado o a algo. Ésa me da, no sé por qué, un apartamento de una abuela de esos de parqué donde está la cabra vieja y los otros vienen por un ascensor, además de la frustración de que quieren llegar a un lugar y hay otras inútiles que no las dejan llegar. Me ha pasado: me encuentro con gente que me comenta que le da eso mismo. “Sánchez” también, habla de cualquier disparate: de un overlockista que ahora es jefe de personal y es el gurú de los otros overlockistas porque sabe mucho. En el final, le dije al baterista [Leonardo Baroncini]: “Imaginate que esto es un túnel, que se van todos de la mano de Sánchez por un hilo de overlock de luz hacia el infinito, así que hacé lo que quieras”. En una nota que escribió alguien decía exactamente eso: “El hilo de luz de Sánchez”, y en ningún momento dice “hilo de luz” ni nada. Entonces, no importa tanto la historia, sino el estado que te provoca escuchar esas palabras así. Capaz que si las leés no tienen ningún sentido, pero si provocan eso está bien, porque estoy comunicando algo que si quisiera decirlo con palabras te escribo un libro, o te digo: “Mirá, a Sánchez lo ascendieron a jefe de personal y ahora se aburre, pobre”.
-Para vos es más importante la música que las letras.
-Para todo el mundo; lo que pasa es que la gente no lo sabe. La gente se cree que le interesa la letra y no tiene ni idea. Me han venido a decir cosas como: “Me encanta el tema tuyo del chorizo”, y no tengo ningún tema del chorizo. Sucede que hay un video que muestra un chorizo en “Ya te vas a mejorar”, y quedó como “el tema del chorizo” o “del asado” aunque trata de un hombre que está enfermo. En realidad, al tipo no creo que le guste por el video, porque es una mierda, le debe de gustar por la música y por todo lo que le provoca. Es una falsa percepción que tiene la gente: si no, nadie escucharía música en inglés, y acá se escucha 90% de música en inglés. Yo nunca entendí las letras de The Beatles y era fan de ellos. Después, más de grande, estudié inglés en el Anglo, y sigo sin entenderlas si las escucho; si las leo, sí, pero no me interesa lo que dicen. Siempre lo mismo: “Diamond rings”, “prometo estar contigo”, “te amo”.
-¿Cómo te llevás, entonces, con los que le dan mucha importancia a las letras, como Bob Dylan?
-Dylan me gusta por la música, no por la letra. Las letras de Dylan me aburren muchísimo. En general -no por Dylan- me irrita que haya letras que te quieran enseñar a vivir, que te den consejos. Comprate un libro de autoayuda. “El mensaje de esta canción”: ¿cuál es el mensaje? ¿Por qué no lo dice? ¿Está encriptado?
-Tenés una forma bastante particular de componer: lo hacés mientras grabás.
-A la hora de componer, sí, pongo rec y empiezo a grabar. A veces arranco con un ritmo de batería, un acorde o una línea de bajo, o por un estribillo que puede ser una letra o una melodía, lo que sea; y después lo voy estirando hacia los costados. Nunca sé a qué va a llegar. Está bueno porque, de a ratos, pasás a ser espectador. Es como que tirás pintura en un cuadro y te parás a ver: “No, no me gusta”, tiro de vuelta o la borro.
-¿En otras épocas, sin tanta tecnología a tu alcance, cómo hacías para componer?
-Y... componía muy mal. Tenía un portaestudio, igual, pero era muy complicado. Lo que pasa es que si vos tenés el concepto de que una composición o una obra musical es la melodía y la letra, ya está, el único que puede hacer eso es un tipo que se siente a tocar con una guitarra y componga. Para mí eso es el esqueleto, nada más. La obra es todo lo que está alrededor, que es lo divertido. La gracia de The Beatles no era que [Paul] McCartney o John [Lennon] hacían una canción, sino que el otro le metió una guitarrita y Ringo [Starr], con su torpeza extraña, metía un ritmo que jamás se le hubiera ocurrido a un batero bueno. Y ese tipo de cosas van haciendo lo que vos escuchás, que es algo más que la letra que se le ocurrió a Lennon en el dormitorio. Todo eso para mí es lo más divertido. Nunca tuve la parte previa de tener una canción hecha, una letra y una melodía, y después hacer arreglos; nunca me pasó en la vida. Antes era muy difícil hacerlo, y ahora sí, podés hacerlo en cualquier orden.
-Siempre fuiste un colgado de la electrónica. Para vos, la calle Rondeau debe de ser el paraíso.
-Está dejando de serlo porque todas las tiendas se van transformando en casas de celulares y pelotudeces de ésas. No sé por qué la gente precisa tantas cosas para hablar por teléfono.
-¿Cómo te llevás con tu actual papel de frontman?
-Horrible. No me interesa en lo más mínimo. Me aburre muchísimo. No puedo tocar, lo cual me frustra, y canto horrible.
-Tampoco te interesa tocar solos.
-No me interesan los solos y no me parecen lo más difícil. ¿Viste que cuando hay un solo la gente aplaude?: “¡Ay, cómo toca!”. “Biri, biri, biri, biri”, eso lo toca cualquiera. Acá, en esta manzana, debe de haber cinco o seis que saben tocar así, menos yo, que no sé hacerlo. Pero tocar con la mano derecha de David Byrne [Talking Heads] o alguno así, bestias, es muy difícil; no hay muchos. Lo mismo con los cantantes: no sé por qué hay toda una cultura de aplaudir a los gritones, cuando alguien grita una nota alta, que es re fácil: si llegás ahí, llegás. Pero afinar ahí abajo, las notas cortitas y suaves, es un huevo; eso sí que es difícil. Pero no, la gente acá aplaude cuando “aaaaah”, tipo estas porteñas pedorras... ¿Cómo se llama?
-¿Valeria Lynch?
-Ahí va. Cuanto más grita, más aplaude la gente. ¿Por qué? ¿Porque está sonando fuerte y agudo?
-En el disco cantás algunos coros agudos.
-Sí, yo llego muy arriba, hago falsete, lo que sea. En el disco canto bárbaro porque afino todas las sílabas. No sólo afino las silabas, sino que pongo la canción en loop y la canto unas 30 veces. Después elijo sílaba por sílaba, de las 30, armo un Frankenstein; luego las pongo a tiempo, emparejo el volumen de las sílabas y recién después afino todo. Soy un gran editor, por eso canto bien.
-De todos tus discos solistas éste es el más cancionero: Farmacia (1993) y Servo (2006) son experimentales y menos accesibles para el gran público.
-Es lo que te digo, como a mí no me importan las canciones sino los arreglos, me ponía a grabar sin tener canciones. Acá empecé a hacer lo mismo pero tratando de terminar una canción pop escuchable para las masas, para poder comer, sin dejar de divertirme y siendo fiel a mis principios musicales. Lo que ocurre con todos esos discos es que eran paralelos a El Cuarteto, entonces, si quería hacer algo pop o rock lo metía en El Cuarteto.
-¡Formidable! se parece mucho más a El Cuarteto de la vieja época que el nuevo disco de El Cuarteto...
-Puede ser. Yo tocaba ahí, ¿no? Toqué 30 años, o sea que no me pueden acusar de tener influencias de mi banda... Tiene muchas más influencias de temas de El Cuarteto de mi hermano [Roberto Musso] que míos. Mis canciones en El Cuarteto eran todas milongas, valses y cumbias. Ahora, que estoy armando el espectáculo para presentar el disco, tengo que rellenar con temas míos de El Cuarteto, y no tengo tantos. Manoteé alguno, pero no sé si llego a cuatro o cinco escuchables.
-El mes pasado entrevisté a Juan Campodónico y me comentó que le pareció que ¡Formidable! tiene muchas influencias de cuestiones de formato que trabajaron con él en la era Raro (2006).
-Como siempre digo: me influyen las cosas que me gustan y también las que no me gustan -no es que no me guste Raro me encanta-. Es verdad que las estructuras me influyeron acá, pero a veces ocurre al revés: tratando de evitarlas. Porque eso de “dos estrofas / estribillo / una estrofa / estribillo”, no, rompamos con eso. Algunas cosas, justamente, buscan romper ese molde de estructuras, que no es de Raro sino del pop histórico. Entonces, de repente, hay alguna estructura medio extraña. Pero lo que sí tiene mucha influencia del laburo con Juan es el sonido de guitarras y todo eso, de lo que aprendí pila. También todo el trabajo técnico: participé en las grabaciones [de Raro] y le robé todos los piques a Julio Berta.
-En el disco que le siguió a Raro, Bipolar (2009), tocaste pocas guitarras.
-Toqué, pero el disco casi no tiene guitarras, y eso me aburrió mucho.
-¿Fue por eso que te fuiste?
-No, fue por muchas cosas. Entre otras: la música ya estaba apuntando a un lugar en el que un guitarrista puede no estar perfectamente. Había problemas estético-administrativos. En esa época me quería dedicar sólo a la música, y ellos no.
-¿Tenés algún proyecto para después de la presentación del disco?
-Otro disco. Ahora estoy armando el vivo; ni bien quede armado, seguramente empiece a grabar otro.
-Te entusiasmaste...
-No, no tengo idea. Voy a grabar a ver qué pasa.
-Por tu forma de componer, todavía no tenés temas para grabar.
-No tengo nada. Tengo ganas de grabar porque éstos ya me aburrieron.