-Lo primero que me llamó la atención del disco nuevo fue su corta duración: la mayoría de los temas no llegan a los tres minutos.
-Fue adrede. Después de grabar Piel y hueso [2011], que es larguísimo y que nos llevó mucho tiempo -tiene 18 temas, es un disco doble-, lo primero que dijimos fue: “Hagamos un disco corto”. Me acuerdo de volver a escuchar Deskarado [1998] y darme cuenta de que tenía 32 minutos... Me encantó, y pensé: “Ya hicimos esto, podemos hacer un disco corto y tratar de que esté bueno”. Otra de las premisas fue coquetear con el mid-tempo.
-Deskarado tenía más que nada ska y reggae, en Érase... siguen la veta punk del disco anterior más algún tema acústico.
-Vos date cuenta de que tampoco los temas punkies, para adelante, de este disco son tan para adelante como los de Piel y hueso, y tampoco hay uno tan acústico como los de aquel disco; oscilamos. Es un álbum que tiene una parábola dócil: no se va ni muy para arriba ni muy para abajo. También tiene dos temas que son la parte nueva, que surgió naturalmente en este disco: “¿Ves?” y “Canción para uno”, que nacen de un arpegio. Buscamos la secuencia de acordes de ese arpegio, y me di cuenta de que nunca hubiera compuesto una canción con esa secuencia de acordes si no hubiera hecho ese arpegio; quedó como algo nuevo. Para mí esos dos temas están coqueteando con el pop.
-¿Por qué llamaron a Jaime Roos para que cante en “¿Ves?”?
-Las canciones fueron las que pidieron sus invitados. Terminamos de escuchar “¿Ves?”, y creo que fue el Cebolla [Cebreiro] el que dijo: “Bo, acá tiene que cantar Jaime”, y después salió “Sin avisar”, que es el tema más punkie, y dijimos: “Acá tiene que cantar Gabriel [Peluffo]”, y luego llegó [Juan] Casanova. Después salieron unos arreglos de caños que nos dimos cuenta de que pedían un barítono, y ya que venía Mauri [Ortiz, de No Te Va Gustar], llamamos a Denis [Ramos], y así se fue dando. Pero no fue una historia de decir: “Para el próximo disco queremos invitar a...”, y te ponés a componer un tema para que lo cante tal; no, fue una cosa totalmente fresca, inocente y natural. A Esteban Demelas -nuestro sonidista, con el que produjimos el disco- lo enloquecimos, pobre, porque le dijimos que no iba a haber ningún invitado, y cada vez le poníamos más y más.
-Vichando las letras del disco caí en la cuenta de que la mayoría son en primera persona y “¿Ves?” parece la más introspectiva.
-Sí. Pasó algo raro: tuvimos el nombre del disco antes que todas las letras; eso nunca nos había pasado en 20 años. Entonces, al ponernos de acuerdo en que el disco se llamaría “Érase” -todos lo conocemos de chiquitos: los cuentos empiezan con “érase una vez” y terminan con “colorín, colorado”- dio una pauta muy grande de hacia dónde ir. Cuando empecé a escribir las canciones intenté hacer pequeños cuentos; aunque generalmente se escriben en tercera persona, me pareció más interesante contarlos en primera persona, por una cuestión de profundidad y de fuerza que tienen los temas. Por más que, de pronto, hay cosas introspectivas, de mis viajes personales, hay otras que no, como “El soldado de plomo”. Muchas situaciones decidí contarlas a través de mí. Me pareció que era más interesante hacerlo de esa manera que en tercera persona.
-“El soldado de plomo” es uno de los pocos temas del disco en los que la música fue compuesta por varios integrantes de la banda. ¿Por qué no ocurre más seguido la colaboración?
-Han traído cosas, pero no son de traer mucho, son más de “¿Qué hay que hacer?”. Además, lo que traen son pedazos, no un desarrollo. Me gusta entregar la canción, que puede tener una estructura, guitarra y voz, y ta. Porque después es la única manera de arreglarla entre todos y que cuando la canción esté hecha todo el mundo se sienta parte, aportando su granito de arena para esa canción. Para mí eso es fundamental, y no que yo traiga la línea de bajo o la batería, porque me mandan a cagar a los dos minutos. “¿Qué me vas a hacer el bajo vos? El bajo lo hago yo”.
-Ya que me comentaste que estuviste escuchando Deskarado: ¿por qué dejaron atrás la etapa ska?
-Nosotros no empezamos a tocar ska y reggae porque fuéramos súper fervientes escuchas de eso: en parte fue porque la idea general de La Vela era hacer una banda que, si bien tiene su parte de denuncia social y una carga lírica que intenta valer la pena, saliera un poco de la oscuridad ochentera. Nos involucramos con eso en el momento en que vino Mano Negra, en 1992, que veías que los tipos eran unos punkies que iban para adelante y todo, pero era una fiesta. Después, recuerdo el primer concierto que vi de La Abuela Coca: entré y vi a la gente agitando, bailando y cantando los temas, y dije: “A la mierda”. Nunca había visto eso. El ska era mandado a hacer para eso. Además, no sabíamos tocar demasiado como para ponernos a tocar otra cosa, y el ska es como el reggae más rápido, o el reggae es un ska más lento. Se dio naturalmente, y era lo que nos gustaba de esa propuesta: hacer una fiesta. Después, lógicamente, empezamos a escuchar otras cosas. Pero, igual, tenés canciones como “Mi semilla”, que son otra cosa. Nos consideramos una banda de canciones, y en el momento en que nos consideramos así, empezamos a investigar por otros lados. Después dijimos: “Hagamos ska en menores”, que es una sensación rara, porque vas para arriba pero los acordes menores son tristones, y así descubrimos una cosa nueva. Si la banda está y se siente cómoda para tocar de nuevo un ska, vamos, pero nada forzado; si vemos que la banda no está, no está. Es un poco eso, no es una historia de “nunca más”.
-Hace unos meses editaron el DVD en vivo Uno para todos, registrado en el Luna Park de Buenos Aires, y se ve la ebullición del público. ¿Cómo ves la llegada que está teniendo el rock uruguayo allá?
-Es un momento particular. Allá nos hacían una pregunta: “¿El público argentino se uruguayizó o las bandas uruguayas se argentinizaron?”. Nosotros nos colamos a fines de los 90 e hicimos el camino de cualquier otra banda, sólo que en vez de ser Rosario, Córdoba o Buenos Aires, éramos de acá. Creo que, al decaer un poco el rock argentino -en los 90 fue un momento de esplendor impresionante-, ellos empezaron a ver qué sucedía en otros lados. Nosotros fuimos un poquito la punta de lanza que se empezó a meter haciendo todos los escalones del circuito de rock de Buenos Aires: Cátulo Castillo, El Marquee, Cemento, El Teatro, Obras, Luna Park y Ferro. La gente nos preguntaba: “¿Qué hay en Uruguay?”. “Mirá, hay un montón de cosas”. Ellos mismos empezaron a ver, y también las bandas de acá empezaron a ir: antes tampoco se daba mucho que las bandas uruguayas fueran de gira por Argentina. Fue un poco eso: ellos dejaron de mirarse el ombligo y empezaron a investigar qué había del otro lado del charco, y se dieron cuenta de que había cosas que estaban buenísimas, más allá de [Alfredo] Zitarrosa, Rubén Rada y Jaime [Roos]. No miraban bandas, y nosotros en los 80 y 90 escuchamos todo de allá.
-Hace poco leí en una nota que Emiliano Brancciari vive por Piriápolis y vos también. ¿Por qué es el lugar de reclusión preferido del rockstar criollo?
-Emiliano vive a veinte metros de mi casa. A mí me pasó que mi mujer es de Piriápolis, se crió ahí, y buscando un lugar terminé allá. También me cuadraba mucho por la dinámica de mi vida: después de la intensidad de vivir de gira, al palo, tocando todos los días, para arriba y para abajo, haciendo miles y miles de kilómetros, me cerraba totalmente irme a mi casa y que no hubiera autos ni mucha gente, y tampoco mucha gente con cámaras en los bolsillos; toda esa dinámica que tenés acá, en Montevideo. Me sirvió irme para ahí y estar en la tranquilidad total, con mis gallinas, mis perros, mis gatos, y la playa ahí, al toque. Mi lugar en un momento se transforma en un balneario y viene un montón de gente. Conocí gente nueva y me hice un montón de amigos nuevos. Fue para patear el tablero y cambiar.
-¿En Montevideo sufrís que la gente te grite por la calle: “¡Eh, aguante La Vela, loco!”?
-No, no tanto. Porque generalmente me muevo por los mismos lugares y la gente se acostumbra a verte en un lugar y ya está. Pero la paz que tiene ese lugar... En mi calle no hay calle: la calle termina y tenés que seguir por unos pastos y ahí llegás a mi casa. El cartero no me deja las cartas porque les tiene miedo a los perros, entonces las deja en otro lado. Estoy en otra cabeza, me lleva a otro lado, que es el contrario a donde está mi cabeza cuando está de gira. Está buenísimo. Igualmente, a pesar de la paz y toda la movida, me es muy difícil escribir en mi casa, porque siempre hay cosas para hacer, por toda la historia cotidiana de estar en una casa. Esta vez me fui 15 días a Villa Serrana [Lavalleja], y ahí escribí sin parar, porque no tenía que hacer nada.
-¿Te pusiste una rutina?
-Sí, soy medio hijo del rigor para escribir. No soy de andar con una libretita escribiendo; para nada. ¿Viste ésos que te dicen: “Esta canción la compuse en el hotel de Nueva Jersey”? No, si estamos de gira, estamos de gira. Ya bastante energía nos lleva estar de gira y tocar todos los días, como para andar escribiendo y juntándonos en una habitación para hacer temas. Yo canto, toco, duermo y viajo.
-Ustedes se toman su tiempo para sacar discos; supongo que tiene que ver con eso.
-Sí, porque por suerte los discos nos hacen laburar un montón, y, como te dije, como no somos una banda que pueda componer en la gira, tenemos que parar la carreta y dedicarnos a eso. Generalmente, eso sucede cada tres años, cuando ya la cosa merma. Igual, nos pica el bichito de grabar, como nos pasó con Pasaje Salvo [2013]. En ese caso nos dimos cuenta de que el disco iba a demorar un año más y teníamos ganas de grabar: abrimos unos cajones y había unos temas, yo hice uno nuevo, y en tres días grabamos tres temas. Es lo bueno de internet: ahora no precisás sacar un disco físico y toda una cosa conceptual, sino que vas, grabás, lo colgás, lo regalás o hacés lo que quieras. Está bueno, porque uno se saca un poco la leche de entrar a un estudio y vivir ese mundo, que es opuesto al vivo. Creo que lo vamos a seguir haciendo, porque encontramos esa cosita, y no sé si vamos a parar tres años más. No es por una postura marketinera, porque, en verdad, en el mundo de hoy sacar un disco cada tres o cuatro años es un suicidio marketinero. Pero tampoco queremos sacar discos porque sí.
-La Vela Puerca fue pionera en la explosión del rock nacional de hace más de una década. ¿Cómo ves la movida actual?
-Mucho mejor que la de los 80; aquella época fue una cosa muy loca: 100.000 personas en el Pilsen Rock, en un país de tres millones de habitantes. Multiplicalo por diez en Argentina, y es algo que... pará. Lógicamente, eso en un momento iba a mermar, porque era insostenible que durara. Yo sabía que muchas de las bandas que estaban en esa época eran un poco víctimas del momento y que cuando la cosa mermara había que ver qué quedaba. Lo que quedó, en comparación con lo que había en los 80, fue el hecho de que las bandas se profesionalizaran un poco más: que tuvieran en cuenta un buen sonido, unas buenas luces, una buena puesta, etcétera. Ahora las bandas están en un nivel que no sé si tuvieron alguna vez en la historia del rock uruguayo. Para las bandas que recién empiezan está buenísimo haber tenido esa realidad, de grupos como La Vela, que vive y sobrevive -depende de lo que toque- de lo que hace entre amigos. Vos le decías a cualquiera: “Quiero vivir de tener una banda de rock con mis amigos” y era como decir: “Quiero ir a la luna”. Ahora no es tan loco, porque la realidad está. Estamos nosotros, El Cuarteto de Nos, No Te Va Gustar, entonces, la pendejada agarra y dice: “Me quiero comprar una guitarra y hacer una banda; no es tan loco”.
-Veo que estoy rodeado de cajas con vinilos de Piel y hueso. ¿Ustedes también están para el revival de ese formato?
-Sí. Hace tiempo que llegó una camada; 180 gramos. Los traen en barco de República Checa, porque en avión te arrancan las muelas, entonces, demoran meses, pero vale la pena. Tener un disco de La Vela en vinilo era uno de mis sueños. El CD está siendo cada vez más obsoleto. Yo siempre jodo a éstos [el grupo] con que hay que editar en vinilo y en pendrive, y ya está. Algo hay que hacer, porque esto no va a existir más; ya ni los autos vienen con reproductor de CD. Creo que acá, en Uruguay, va a llevar su tiempo, pero todas las bandas en Europa editan vinilos. Ésa es la pauta.
-¿Y los anteriores discos los van a editar también en vinilo?
-No, porque nuestro sello [Mi Semilla] empezó con Normalmente anormal [2009]; los discos anteriores no son nuestros y no los podemos editar.