-¿Cómo es la relación de la Catalina con Murga Joven, si es que existe tal concepto?
-Creo que existe pero no sé qué tan exacto es ese concepto, o qué define exactamente. Sobre todo, cuál es la relación de esa idea con aquello que muchos tenemos en la cabeza de Murga Joven. Haciendo un promedio, calculo que hay algo que nos engloba a todas: primero que nada, haber pasado por ese encuentro, y, en general, una mediana edad similar, una cuestión generacional. Pero creo que hay tantos Murga Joven como murgas. Quizá en algún principio el presupuesto o el modo de resolver escasos presupuestos distinguían a las murgas jóvenes de la murga mayor, tradicional u oficial como la conocíamos, pero actualmente no lo sé. Siento que el concepto de murga joven tiene las mismas cosas buenas y malas que el concepto de murga, que es tan lindo, tan libre y tan desafiante, como también tan limitante y funcional a la vez. No creo que sea positivo unificar el concepto de murga joven, más allá de que se cumplan los requisitos básicos, que no aseguran nada en lo que tiene que ver con lo artístico, las elecciones estéticas o los criterios grupales. Siempre estuvimos incluidos, pero realmente no sé cuánto sintió como una hija a la Catalina ese sector más institucional de Murga Joven.
-¿Por qué creés que sucedió?
-Cuando comenzamos en Murga Joven nos sorprendimos y fascinamos con la posibilidad del espacio. Un día, en el parador del Buceo, vi cantar a La Mojigata y me encantó. De hecho, me gusta la murga desde muy niño, y sentía que me gustaba estar cerca de la murga, tanto que iba de utilero a la Falta [y Resto], o de hincha y espectador cuando Tabaré [Cardozo] estaba en Contrafarsa. Cuando conocí esta otra posibilidad de hacer murga, y conocí a estos muchachos que sentía cercanos, que eran de mi edad y de mi barrio y con una idea de la diversión y una emoción similar, me convencí. Esto fue por 1999; después la volví a ver en Arteatro, junto a Queso Magro. Reuní a unos amigos y formamos la Catalina, y nos sentimos muy identificados con ese lugar. Cuando comenzamos en el encuentro de Murga Joven no fuimos muy auspiciosamente recibidos, sobre todo desde la cuestión “¿y éstos quiénes son?”. La murga sonaba bastante bien, al menos para lo que era en ese momento, algo que no era muy común en esa etapa de Murga Joven, dos años después de que se iniciara (en la actualidad ya arrancan con otro piso sonoro). Una murga que cantara medianamente bien a veces estaba buena, y otras, no tanto. El primer etiquetazo que nos pegó en la frente, sin quererlo y casi sin merecerlo, era el de tipos que son muy profesionales para esto. También nos sucedieron otras cosas y nos hicimos muy amigos de otras murgas. Y la verdad es que no estuvimos mucho. Al poco tiempo se dio una polémica alrededor de la murga: no ganó, pero mucha gente creía que estaba buenísima. Aunque ahora la escucho y me quiero matar, si bien fue la primera experiencia. Era muy parecida a otras cosas, marcada por el camino, al menos en mi caso, de lo que había recorrido Tabaré en años anteriores, con Falta y Resto, la Contrafarsa o la BCG. Como ese año la murga no tuvo ninguna mención, se generó un gran revuelo en el medio. Ligamos un poco mal y un poco bien a la misma vez, ya que fue el primer año que las radios de carnaval comenzaban a introducirse en el concurso de Murga Joven y opinar al respecto. Para ellos, la murga más próxima a la tradición del género era la Catalina, y obviamente reclamaban por ella. Eso también generó algo extraño. Después seguimos un año más, cuando ganamos y nos fue muy bien. Y si bien estuvimos poco, ese tiempo nos marcó muchísimo, y esto es una de las mejores cuestiones del encuentro: marcaba la cancha pero no desde la limitación. Esto me parece interesantísimo, algo que marque y forje desde la posibilidad. Por ejemplo, que existieran murgas en las que hubiera dos minas, y si sólo era de minas, que por lo menos hubiera dos tipos. Eso habla de la integración y de la búsqueda real de la complementación y la visión de género dentro de un espectáculo. A nosotros nos gustó el encuentro de verdad; después estaba el tema del concurso, pero tenía una cuestión mucho más lúdica que bélica. Siento que la Catalina se forjó también en ese fuego.
-¿Se vincula con lo cooperativo?
-Se parece mucho al mundo que nosotros queremos, marcado no por tipos de la Catalina agrupándose sino por una cuestión generacional, política, de historias familiares, que se parece al mundo ideal de las cooperativas del Uruguay del 80, de la salida de la dictadura y de las luchas anteriores. Hay una cuestión colectiva de lo cooperativo, del esfuerzo del otro, de la valoración de hacer las cosas en equipo, de manera solidaria, que para muchos de nosotros pertenece al ideal del mejor mundo posible. Pasaron 13 años y es un gran orgullo continuar la lucha por ese camino. Más allá de las figuras, una de las cosas más lindas de la Catalina es que se anima, como grupo, a romper sus propias estructuras y a encontrarse sólida en la flexibilidad. Ayer [por el miércoles] nos acostamos con la noticia del levantamiento del bloqueo [de Estados Unidos a Cuba], y podemos pensar en los muros anteriores, y en ejemplos claros en los que confundimos la solidez con la rigidez, el paradigma y el axioma absoluto del no movimiento con la firmeza real y el sostén fuerte. Nosotros nos pateamos las estructuras, ejercimos la horizontalidad absoluta que a veces se verticaliza. Vamos cambiando de manera permanente. Esto nos ha pasado mucho porque vivimos cantando y haciendo funciones juntos. Hay compañeros que se han tenido que bajar en alguna parada porque tienen tres hijos, por la inestabilidad que implica el sueldo artístico. No es necesariamente un clan o una secta que se piensa como grupo independiente.
-Decidieron no presentarse dos años seguidos (2013-2014). En cuanto a lo murguero, ¿no creen que es un requisito presentarse al concurso oficial?
-Entendimos que no. Nos encanta el carnaval, aun cuando el carnaval nos acaba de decir “no gusto nada de vos”, y finalmente lo entendimos. Pienso que cada vez que decidimos no salir en carnaval no fue por ningún desamor, sino por una cuestión que nos llevó horas de discusiones, de asambleas y recuentos de votos y actas. Fueron cuestiones de necesidades grupales. La primera vez que no salimos, lo planteamos con Tabaré y con Carlitos Tanco. Era 2008, y después del viaje dijimos: “No podemos más”. Habíamos hecho un espectáculo que nos revolvió, en el que habíamos entregado todo. En esa ocasión todo el grupo quería salir; sin embargo, como las tres cabezas sobre las que se apoyaba el espectáculo lo solicitaron, el colectivo respondió y lo asumió. La segunda vez fue exactamente al revés, lo pidió la mayoría de la murga porque había sido un carnaval agotador. Después vimos que habíamos estado bien extrañando el carnaval, y esa pausa que le pedimos nos hizo volver a extrañarlo, a quererlo y a necesitarlo. Este año intentamos tener una nueva oportunidad, pero no se nos dio.
-Se ha dicho que no cumplieron con las expectativas necesarias para clasificar. ¿Cómo lo vivieron ustedes?
-Muy difícil. Fue una frustración. Nos preparamos mucho para algo que queríamos y no lo tuvimos. Nos desayunamos de la noticia de manera violenta, porque estábamos ilusionados. Nos gusta mucho lo que presentamos, y nos gustó mucho cómo lo presentamos. Porque uno a veces puede sentir que lo que escribió no le quedó tan bien, pero cuando estás contento con lo que hacés, y con cómo los otros lo vieron, es un poco más dolorosa la negación de la posibilidad. Esto es algo que nunca nos había pasado. Si bien habíamos quedado en diferentes puntuaciones en el concurso, nunca nos habían dicho “ustedes no están aptos para participar”. El dolor no es desde la soberbia sino desde la ilusión, y desde prepararse mucho para ese regreso. El dolor que tarda un poco más en irse tiene que ver más con el micromundo. En Uruguay somos apologistas del fracaso y de ser under a la fuerza. Y de creer que está bien lo que no tiene éxito. Confundimos la masividad como una falsa oposición con la idea de transar. Lo que no va a ver nadie y está en un sucucho perdido, y es triste y desgarrador, está buenísimo y es lo verdadero. Eso [como uruguayos] nos sale muy bien, y creemos que lo demás es malísimo, además de descuidar su verdadero amor y sus verdaderas raíces. Esos comentarios lastiman o irritan por lo que implica descubrirse siendo así: “Estos tipos no ensayaron nada”, “vinieron de taco”, “no les importa”, “vinieron a perder para irse de gira”. Mirá si vamos a gastar tres meses ensayando para que vos me digas que no me importa. Es muy extraño pensar que alguien quisiera hacer eso, y es muy feo ver que hay una legitimación de ese discurso. Nos queda muy bien encontrar esas excusas rápidamente. “No vi la prueba, ni los conozco, nunca charlé con ellos, pero te aseguro que es así”. Esta actitud es la que más me dolió. Además, no vieron el trabajo de mis compañeros. Nosotros mismos nos hemos cruzado con gente que aseguraba que no ensayábamos y que ellos habían estado ahí para comprobarlo, cuando todos nuestros ensayos fueron a puerta cerrada en una iglesia del Buceo. Contra eso no hay mucha chance de pelea. Más allá de la imposiblidad de hacer carnaval, esto fue lo que más nos impactó. Lo mismo ha sucedido con otras murgas en otras ocasiones. Y si bien no es la primera vez que pasa, creo que lastima innecesariamente. Obviamente, no me paraliza. Al que le quiera cerrar el cuento, allá él; en ese sentido no pienso defenderme más de un ataque que no merezco. No estoy hablando de la valoración del espectáculo. Entiendo perfectamente que a alguien la Catalina le pueda resultar lo peor de la historia de la murga. Es lógico y está bien que eso suceda. Pero lo que molesta es cuando se adjudican intencionalidades, culpas o causas de lo que no se conoce. Una vez pasada esta etapa, que no fue realmente un duelo, porque la murga planifica su agenda para cantar lo más que puede, hay mucho pendiente. Se nos cayó una oportunidad que queríamos mucho, pero ahora quedan las demás, que son con nuestro mismo espectáculo. Lo que queda, luego de superada la tristeza, es la ilusión y los nervios de la libertad absoluta. Somos un colectivo de 26 integrantes, y si bien en el Teatro de Verano no podíamos actuar juntos, ahora sí podemos hacerlo. ¿Y si donde estrenamos el espectáculo hacemos un escenario enorme y entramos todos?
-¿Ya está confirmado?
-Estamos buscando un lugar que físicamente nos permita la movilidad y la exploración de otros discursos. Teníamos muchas ganas de que el espectáculo transitara. Esto lo empezamos a ver desde 2008 con el Coco [Eduardo Rivero], en las giras, en la cuestión de incluir cierta tecnología en los espectáculos. Ahora, por ejemplo, no tenemos más el inconveniente de las limitaciones de tiempo; si el espectáculo requiere un momento de silencio, algo que en el teatro es importantísimo, pero en la murga un bache enorme, lo podremos incluir. Estamos acostumbrados al criterio del show de goles rápido para que se pueda repetir varias veces. La velocidad muchas veces atenta contra la belleza, y otras la purifica. Con esto también estamos muy entusiasmados. Va a ser la primera vez que el espectáculo tenga el tiempo que él mismo nos pida.
-Han sido catalogados de oficialistas o como “la murga del Pepe”. ¿Cómo viven el vínculo con lo estatal desde el ascenso del Frente Amplio (FA) al gobierno?
-Con alegría, como todos los artistas populares. Quizá uno siga reclamando ciertas políticas culturales, más allá de muchos apoyos. Crecimos con muchos reclamos sólidos y algunos siguen sin cumplirse.
-¿Cuáles?
-Nosotros estamos acogidos en la ley de las cooperativas artísticas, que nos brinda una jubilación y una seguridad social. Pero el problema es que no está difundida, la gente no se entera. Nosotros la difundimos con todos los colectivos que conocemos. Hay políticas culturales que podrían hacerse un poco mejor, pero creo que hay un avance en muchas cosas, como incentivos, procesos continuados, proyectos que van directo a los corazones de los barrios, e incluso la Murga Joven. Ha generado muchísimas cuestiones nuestra asociación con el Pepe, a la que te referís: nos ha ido a ver un par de veces y nos ha invitado a comer asado en su casa. Estamos orgullosos de que a alguien con su visión del mundo y de la vida -y con esa necesidad de justicia- le guste lo que hacemos. Pero de hecho Antel, por ejemplo, apoya a todas las murgas. Siento que a veces sobresale porque la Catalina es más notoria, y porque sus acciones han sido las más visibles estos años, como ser preportada de uno de los noticieros de más rating porque había decidido no salir o porque quedó afuera. Suceden cosas inéditas alrededor de la Catalina, y lo digo luego de mirar de reojo el reflejo del espejo, con la mayor objetividad posible. Y a muchos artistas populares les han sido favorables estos apoyos estatales.
-¿Cómo creés que repercute esto en lo creativo?
-Creo que el género lo resolvió bien y eso no condiciona. Yo he escuchado críticas a todo, incluso hacia el partido de gobierno, para el que las murgas han operado. A mí me pareció que entre los dos modelos de país era mejor el del FA, y por eso decidí participar. Me encontré con muchos artistas que también estuvieron, y en el carnaval hicieron críticas muy buenas. El cuplé de la disciplina partidaria de Falta y Resto me pareció maravilloso, y me hubiera encantado escribirlo. La murga ha resuelto eso, en general, con mucha honestidad y fundamento.
-Has dicho que la Catalina despertó hechos inusitados. ¿Cómo se insertaron ustedes en la tradición del género?
-Es tan murga como la más murga, y tan poco como se proponga serlo. Hay carriles tradicionales que decidimos seguir transitando porque son los que nos enamoraron, incluso cuando nos hemos animado a elastizar las barreras del género, como lo han hecho muchas otras murgas rupturistas desde su propia estructura.