Granizo, lluvia y viento. Estos tres eventos climáticos, de forma consecutiva, determinaron que más de la mitad de la cosecha de duraznos de Washington de León y Lilián Arbelo se perdiera. La pareja de productores desciende de familias que se afincaron hace más de 100 años en la zona de Rincón del Colorado, en Canelones, y no encuentra recuerdos semejantes a la situación que acarreó el temporal de días pasados. “Nosotros dependemos mucho del clima. Yo prefiero el año seco antes que esto; esto no tiene solución, no hay manera, no podemos contra esto”, lamentó De León.
Rumbo a la ruta 48, en el kilómetro 7.800, donde está el predio de Arbelo y De León, si se elige el camino que pasa por Melilla, se pueden ver los carteles que indican la ubicación de chacras turísticas y de eventos, una variante económica que se impuso en la zona de chacras y huertas. Según el Censo Agropecuario de 2011, más de la mitad de las explotaciones horti-fruti-vitivinícolas de todo el país están en Canelones, pero en la última década han disminuido de forma significativa.
Ayer había sol en Rincón del Colorado, pero los rostros de la pareja de productores mostraban preocupación. Mientras seleccionaban, una por una, fruta que irá al Mercado, relataron lo sucedido. “Hay problemas de hongos. El tema es que el granizo le pegó, lo rompió y ahora el hongo aparece ahí, en la rotura de la roca”, explicó De León.
El granizo del 23 de enero fue “insignificante”, pero “la gran cantidad de agua lo rajó y agravó la situación”, dijo el productor. Durante enero y lo que va de febrero se registrarán 600 milímetros de lluvias; el promedio anual del país asciende a 1.300 milímetros, por lo que en dos meses llovió algo menos de la mitad de lo que llueve en un año. El viento tiró la fruta y la “correntada” arrastró parte de la cosecha por la pendiente del terreno. Consultado sobre las medidas que el Poder Ejecutivo resolvió implementar, manifestó: “A mí no me gusta que me den y tampoco estar jorobando al gobierno”, pero admitió: “Esto se fue de las posibilidades que uno tiene, va mucho más allá. Para seguir el año que viene tengo que volver a invertir, y quién te dice que esto no va a pasar”. “El gran tema es la rentabilidad: con lo que cosechás ahora tenés que pasar un año”, explicó. La inversión que se realiza en poda, en aplicación de herbicidas, incluye tanto mano de obra contratada como productos: “Todo eso lo tenés que ir gastando hasta el año que viene, para cosechar de nuevo. En esta cosecha perdí más del 50% del durazno. Y así, siempre vas perdiendo algo”, esgrimió.
Fenómeno paranormal
En el suelo, entre filas de árboles frutales, duraznos de diferentes tamaños, algunos más enterrados que otros en el barro, esperaban una cosecha atípica: no serían arrancados, sino más bien levantados. La selección de los duraznos es necesaria por la contaminación de los hongos. “Si no lo mirás bien, mañana éste infectó al otro, y así. La selección se hace mano a mano, pero es imposible”, explicó De León. El productor dijo que los durazneros que están en el predio tienen cuatro años y pueden dar producción por ocho o diez años más, pero recién con el próximo brote se podrá conocer el efecto del exceso hídrico en las plantas.
La pareja de productores destina la mitad de su predio, unas 15 hectáreas, al cultivo de duraznos. En un año normal, la producción asciende a 50 toneladas de la variedad temprana (cosechada a fines de diciembre) y otras 50 toneladas de la variedad tardía (cosechada en febrero).
En un año normal, envían unos 2.000 cajones en cada cosecha al Mercado Modelo, única alternativa de venta con la que cuentan. “Todo pasa por Montevideo, por eso se encarece. Nosotros estamos obligados a mandar, ahí hay un intermediario, no tenés otra salida”, sostuvo De León. Según el productor, un mes atrás, había una variedad de duraznos que valía entre 200 y 300 pesos la plancha (10 kilos), en este momento “vos vas al Mercado y decís: dame lo que vos quieras”, relató. Por otro lado, la industria tampoco es una solución para los productores. “Lo que pasa es que la industria está saturada, ahora todos le caemos con lo mismo.
Primero que nada, no te pagan nada y lo poco que te pagan lo hacen recién al año siguiente, en esta misma época”, afirmó.
Arbelo, que no siguió la recorrida por el predio porque estaba abocada a la tarea de seleccionar los duraznos, comentó que están pensando en regalar parte de la cosecha. Se preguntó si no sería adecuado que hubiera un intercambio entre productores pequeños y el Estado, para abastecer a escuelas, hospitales y al Ejército, lo que, según aseguró, en otros países se hace.
Las goteras sin tapar
Arbelo, de 48 años, y De León, de 52, son la última generación de la familia que vive en su predio. “Quién trabaje la tierra no hay. Detrás de nosotros no hay más nada”, dijo De León. La pareja, que en momentos de cosecha convoca a varios familiares para que colaboren, también contrata personal, aunque “gente calificada para esto cada vez es más difícil conseguir. [...] A la gente hay que pagarle bien, pero nosotros no podemos pagar”, señaló. Por otro lado, la experiencia con los seguros ante eventos climatológicos e indemnizaciones otorgadas tampoco ha sido lo esperado por los productores. De León contó que está asegurado contra granizo pero no declaró al seguro lo sucedido el 23 de enero pasado, porque “la pérdida tiene que ser de 20% para arriba y, en ese momento, ese daño no era ni de 10%, pero después se agrandó”, estimó.
En consecuencia, reflexionó: “Yo digo que los seguros están hechos por gente en una oficina, no por gente que realmente sepa lo que pasa en el campo, y no es lo mismo lo teórico que lo práctico”.
En tanto, recordó sobre la indemnización otorgada por el granizo de enero 2013: “Declararon mal en el Ministerio y nos pagaron el 10% de lo que era”. “Contrataron jóvenes para cargar los datos en la computadora y pusieron, en vez de 13.000 metros (1,3 há), 1.300 metros. Tuvimos que esperar no sé cuántos meses para cobrar y fue sólo un porcentaje”, dijo Arbelo.