Ni el beatlemaníaco más optimista podía imaginar que Paul McCartney volvería a Montevideo tan sólo dos años después de su primera visita. Un recital de un músico semejante -el más importante de los que pisaron el país hasta la fecha- suele tener aires de “es el primero y el último”. Pero, como decía el bardo de Duluth, los tiempos están cambiando: Montevideo entró en el circuito internacional de recitales como nunca antes, al punto de que el melómano promedio debería ser una especie de Rockefeller criollo para asistir a todos los eventos musicales. En este panorama favorable, sir Paul lanzó la gira mundial Out There!, y recién a fines del año pasado editó su flamante nuevo álbum, New -valga la redundancia bilingüe-, que contiene puro material original (el anterior, Kisses on the Bottom [2012], estaba integrado en su mayoría por covers). Con estos datos sobre la mesa, al final no parece tan extraña la vuelta de McCartney a un escenario en el que fue muy bien recibido la primera vez.
Macca arrancó su gira sudamericana el sábado, en el estadio Centenario, ante unas 50.000 personas, y dejó uno de los mejores recitales que se hayan visto en este bendito país. Pasadas las 20.30, el inglés salió al escenario con su mítico bajo Höfner y arremetió con “Eight Days a Week”. Luego, con una compacta versión de “Save Us”, la que abre New. “Hola, Montevideo, bienvenidos uruguayos. Estoy muy contento de verlos otra vez”, dijo, en su cómico español, un poco leído y otro poco también. Pero qué importan los saludos protocolares si unos segundos después canta esa que dice: “Close your eyes and I’ll kiss you / tomorrow I’ll miss you / remember I’ll always be true” (“All My Loving”).
Pero no sólo se vive de discos solistas y de The Beatles; por eso McCartney coló varias canciones de Wings en su repertorio, sobre todo del disco Band on the Run (1973) -quizá lo mejor que hizo fuera de The Beatles-. Después de la pegadiza “Listen to What the Man Said” -ésta es de Venus and Mars (1975)-, dejó el bajo a un lado y se calzó una colorida guitarra Les Paul para tocar “Let Me Roll It”, con el magnífico punteo, que sonó más visceral y rudo que nunca, así como toda la canción. Quizá por esto -y para sorpresa de la mayoría-, enganchó el tema con “Foxy Lady”, el clásico de Jimi Hendrix, que resultó una excelente versión instrumental, con Paul punteando como un campeón.
Después de “Paperback Writer” y “My Valentine” (dijo que la escribió para su esposa, Nancy), McCartney interpretó “Nineteen Hundred and Eighty-Five”, en la que hizo danzar sus manos sobre el piano, impregnando el Centenario con el adictivo e irresistible ritmo de la canción. El primer repertorio pianístico de la noche no podía seguir sin otra que no fuera la balada de Let It Be (1970): “The Long and Winding Road”. “Esto lo escribí para Linda”, dijo, refiriéndose a Linda Eastman, su primera -y más duradera- esposa (fallecida a causa de un cáncer en 1998), y pasó a tocar “Maybe I’m Amazed”, de su primer disco solista: McCartney (1970).
Promediando los 40 minutos de show, Paul se colgó una guitarra acústica (el tipo es multiinstrumentista, en vivo sólo le falta aporrear la batería) para tocar un set más tranquilo. Se destacó “I’ve Just Seen a Face”, la gran canción con ribetes country del álbum Help (1965), que la gente acompañó a puro ritmo de palmas, y “And I Love Her”. En un momento, nombró a Luis Suárez y marcó una paradoja geográfica: “Él está en Liverpool y yo en Uruguay”.
Una plataforma sobre la cual se encontraba se fue elevando lentamente, y quedó él solito, para un momento totalmente intimista. Allí arriba interpretó “Blackbird” y “Here Today” (comentó que la escribió para su hermano John). La melodía melancólica de esta última, sumada a la letra de igual atmósfera (“Y si digo que realmente te conocía bien / ¿cuál sería tu respuesta? / Si estuvieras aquí hoy”), y una cascada representada a lo largo de las pantallas de la plataforma, crearon uno de los momentos más emotivos de la noche.
Como si fuera poco que Paul tocara en Uruguay, anunció que dos de las canciones que tocó eran interpretadas en vivo por primera vez en América Latina: “Another Day” -de su segundo disco solista, Ram (1971)- y “Lovely Rita” -del mítico (este adjetivo les cabe a casi todos los discos y canciones de The Beatles, trataremos de no abusar de él) Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band (1967)-. Pero para hacernos recordar que sigue fresco como compositor, tocó tres canciones más de su último disco, la pegadiza “Queenie Eye”, “New” y “Everybody Out There”.
En varios momentos del recital, un fanático que estaba delante del todo pidió a grito limpio la canción “One After 909”. Luego de “Eleanor Rigby”, Macca le dio el gusto. Dijo: “Ésta es para usted”, y arrancó el tren de ese gran rock & roll con aires cincuenteros de Let It Be. La banda del sargento Pimienta volvió con “Being for the Benefit of Mr. Kite!”, y su famosa psicodelia circense, que recuerda que a The Beatles se les daba bien eso de experimentar con distintos sonidos y ritmos en una canción.
A la mitad del show, Paul tomó el instrumento que le faltaba: un ukelele, y dedicó “Something” a su “compañero y amigo” George. Al terminarla, explicó -en inglés- que una parte de la siguiente canción era para que todos la cantaran y empezó a tocar en el piano las inconfundibles notas introductorias de “Ob-la-di, Ob-la-da”, que fue acompañada por grandes efectos de luces y las palmas del público. Pero todavía faltaba el tema homónimo de Band on the Run, con su adictivo break instrumental y unos electrizantes punteos con slide de Rusty Anderson (el morocho a cargo de la guitarra líder).
Empezando el final del recital, se escucharon “Back in the USSR” y “Let It Be”, en la que el público sacó sus celulares, lo que generó un gran efecto de luces (algunos pocos aficionados a lo retro sacaron sus encendedores). Pero, si de luces se trata, nada supera a la pirotecnia y el fuego de “Live and Let Die”. La canción de la película homónima de James Bond sonó gloriosa, potente y atronadora, sin nada que envidiarle a la famosa versión de Guns & Roses. En “Hey Jude”, volvieron los celulares en alto, y Paul arengó a las masas para que cantaran de forma alternada: “Ahora sólo los hombres”, “ahora sólo las mujeres”, luego “todos juntos”, y así. Sin duda, uno de los puntos altos de la noche, gracias a ese ida y vuelta entre el público y el músico.
McCartney tiene 71 años. Después de dos horas de recital, debería haber estado bastante cansado y listo para irse al hotel, pero todo pareció indicar que ese prejuicio es una estupidez. Luego de la falsa despedida, apareció con una bandera de Uruguay, mientras otro de los músicos agitaba una de Gran Bretaña, y despejó cualquier duda con una imparable trilogía de rock & roll: “Day Tripper” (uno de los mejores riffs de la factoría de Liverpool), “Hi, Hi, Hi” (otra de Wings) y “Get Back”. Como dato curioso de esta última, John Lennon dijo en una famosa entrevista para la revista Playboy, en 1980: “Cuando la grabábamos en el estudio, cada vez que Paul cantaba eso de ‘regresa al sitio de donde has venido’, miraba fijamente a Yoko”.
Otra vez, Macca amagó con irse, y volvió para los verdaderos últimos bises. Se despachó con una canción acústica. En el público, una mujer le dijo a un señor mayor: “Mirá, papá: ‘Yesterday’”. No hay nadie en el mundo que no conozca esa canción, una de las más versionadas de la historia de la música. Con un psicodélico juego de imágenes en las pantallas gigantes, sonó la pesada “Helter Skelter”, y la noche se cerró definitivamente con la trilogía enganchada de Abbey Road (1969): “Golden Slumbers”, “Carry That Weight” y, justamente, “The End”.
Luego de casi tres horas de show y un repertorio de 40 canciones (son pocos los recitales en los que se toca esa cantidad de temas; tantos que es imposible detallarlos todos en esta nota), se lanzaron al aire los clásicos papelitos y fuegos artificiales. Paul se despidió diciendo: “Chau, Uruguay, hasta la próxima. See you next time”. Después de eso, los beatlemaníacos más optimistas pensarán: “No hay dos sin tres”.