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Marcelo Chiachiare y Pedro Dalton. / Foto: Nicolás Celaya

Otras costas, otros chillidos

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Con Chillan las Bestias, el proyecto argentino de Pedro Dalton.

Más allá del éxito local de Buenos Muchachos, su cantante Pedro Dalton -residente en Buenos Aires- desarrolló paralelamente otro proyecto musical del otro lado del Plata, junto a los integrantes de la ahora disuelta banda Ángela Tullida, llamado Chillan las Bestias. Una aproximación musical muy diferente de la de su banda uruguaya, que se viene desarrollando desde hace algunos años y que ahora se plasma en un primer disco que presentan este sábado en La Trastienda, en el que desarrollan un sonido más melancólico, orquestal e íntimo, que refleja un período vital de renovada madurez y sobriedad en la carrera de este cantante/poeta gutural. Sobre esta nueva faceta hablamos con Dalton y con Marcelo Chiachiare, guitarrista de la banda, previo a la presentación de esta nueva faceta musical.

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-¿De dónde salió Chillan las Bestias?

Pedro Dalton: -En 1999 fuimos a tocar con Buenos Muchachos al Ciclo Molotov en Buenos Aires, y ahí nos ven Tomás Notcheff, de Dios, y Franco Varise, de Ángela Tullida, e inmediatamente arreglamos para hacer un toque en San Telmo con Dios y ahí ya seguimos en contacto con Franco…

Marcelo Chiachiare: -En 2001 vinimos a tocar con Ángela Tullida a Montevideo y teníamos el teléfono de Pedro, y nos quedamos en su casa y empezamos a conocernos. Después tocamos varias veces juntos en varios lugares de Buenos Aires y Montevideo.

PD: -Cuando fuimos a tocar en 2004 ya éramos amigos, y ellos nos prestaban los equipos y todo eso. Entonces yo conocí allá a mi novia y justo Marcelo [Fernández] y el Topo [guitarristas de Buenos Muchachos] se fueron a tocar a Europa y yo me fui a vivir a Buenos Aires. En aquel momento Gonzalo, el cantante de Ángela Tullida, tuvo que dejar la banda por un problema familiar, y ellos me invitaron a arrimarme a los ensayos. Gonzalo volvió, pero me pidió que lo ayudara a escribir las canciones, así que me fui quedando, haciendo coros, ayudando con las melodías, escribiendo alguna letra o grabando alguna cosa. Cuando terminaron de grabar el disco Tripas corazón, Gonzalo se fue definitivamente de la banda, pero ellos se quedaron ensayando juntos y me propusieron que recitara poesía encima de la música que estaban haciendo. Pero al final terminaron siendo canciones, y ahí se armó Chillan las Bestias.

-¿Ustedes, los de Ángela Tullida, estaban familiarizados con lo que Pedro hacía acá?

MC: -Nosotros éramos fanáticos de Buenos Muchachos, y nos había gustado lo que Pedro había hecho con nosotros. Gonzalo se había ido sin ningún conflicto de la banda, por asuntos personales de él, y decidimos seguir tocando porque nos gustaba la música, pero jamás nos hubiéramos imaginado que Pedro se iba a comprometer a cantar. Y cuando ocurrió eso fue como un gol de media cancha, porque lo admirábamos como artista y jamás pensamos que podría cantar con nosotros todo el tiempo. Además, es un amigo. Él empezó a pasar más tiempo en Montevideo en ese momento, pero nosotros grabábamos los ensayos y se los mandábamos para que él craneara las letras, y ya en 2012 hicimos los primeros shows.

-¿Es muy distinta tu forma de laburar con ellos que con Buenos Muchachos?

PD: -Es diferente, aunque no sé si tanto. Yo siempre me baso en la melodía para escribir las canciones. Lo que es distinto es que con él a veces nos juntamos en la casa con la guitarra y escribimos las letras juntos…

MC: -Hay un poco de todas las formas de trabajar, nos conocemos mucho y se hace muy fácil trabajar juntos. A veces es una idea de uno, otras de otro; es un ida y vuelta.

-Pero las dinámicas musicales son muy distintas. En Chillan las Bestias no está esa relación entre partes fuertes y partes suaves… no gritás…

MC: -No, no vamos ni tan arriba ni tan abajo. Más bien por el medio.

PC: -Ellos buscaban que se entendieran más las letras. Evitar los delays largos…

MC: -Claro, no queríamos que se pareciera a lo que hace con Buenos Muchachos. Ésa era la gracia. Ya de por sí la voz de él es muy característica, y no es fácil despegarla de los Buenos, pero creo que en el disco se logró un poco eso.

-En una entrevista decías que cuando escribías para Chillan las Bestias sentías que escribías más “en argentino”…

PD: -Es que es natural; Franco, el pianista de Chillan, es un tipo que tiene el tango metido adentro del cuerpo, y me lo tira. Él vive entre San Telmo y La Boca, y vas a visitarlo y das una vuelta por el barrio y no es lo mismo que ir por la principal, es ver los barcitos chiquitos, los lugares desconocidos, y… la vibrás. Vibrás el empedrado, la cosa arrabalera. Y supongo que eso me afecta bastante.

-De todas formas, en las letras no hay una referencialidad directa a Buenos Aires. Sí hay cierto espíritu más hogareño, menos rockero…

PD: -Cuando arrancamos con Chillan las Bestias y estaba esa idea de que fuera sólo poesía, yo pensaba olvidarme de cualquier estructura, cualquier mensaje, sólo escupir; lo que fuera, sin que importara lo que dijera. Yo no encuentro argentinidad de por sí en las canciones, pero hay algo que no es Buenos Muchachos, y creo que tiene que ver con la música sobre la que escribo.

-Aunque son canciones con melodías, la estructura es un poco más libre, no hay muchos ganchos melódicos en la voz.

MC: -Para mí la voz está muy limpia, sin cámara, lo que le dio otra forma de buscar las palabras.

PD: -No hay psicodelia en el disco. No está ese “pinkfloydismo” que tiene Buenos Muchachos.

-De hecho, hay menos rock también en la actitud en general. Como que se nota que es música de gente que pasó los 40…

MC: -Es cierto, no hay formatos rock; a veces casi ni hay formato de canción en los temas. Pero más allá de eso, yo creo que en el fondo hay cierto espíritu rockero.

PD: -Venimos de ahí, pero incluso el tema más rockero -que es “La bestia”- al final es más pop que rock.

-Hace un tiempo hablábamos con Pedro sobre las dificultades de Buenos Muchachos de hacerse de un público en Buenos Aires, y él me señalaba que allá casi no hay música “oscura”, como es en cierta forma la de Buenos Muchachos o la que hacía Ángela Tullida. ¿No es algo raro en la patria del tango, que es melancólico de por sí?

PD: -Una cosa que me inquieta es la cantidad de bandas de reggae que hay en Buenos Aires, cuando no hay una palmera en 1.000 kilómetros a la redonda…

MC: -Es algo que además no tiene que ver con el momento en particular; nosotros ensayamos de día, estamos en un período, si se quiere, luminoso de nuestras vidas, pero la música nos sigue saliendo oscura. No estamos deprimidos; estamos felices y re chochos, pero nos sale música melancólica.

PD: -Allá también hay mucha música de género, y la música “oscura” tiene muchas ramificaciones que no son de género. Las bandas más parecidas a nosotros más bien venían del sur, como Reverb, bandas más inclasificables.

-Ahora, entre esto y Buenos Muchachos y tu laburo literario, estás dedicado completamente a la actividad artística. ¿Cómo vivís eso?

PD: -Bueno, no pago alquiler, por ejemplo…. Y está bueno; en este momento me reditúa porque lo hago re concentrado y tengo tiempo para hacerlo. Yo antes tenía un montón de tiempo muerto en el que no hacía nada: tocaba con los Dalton, llegaba a las 5.00, me levantaba a las 14.00… y lo hacíamos muy seguido, lo cual me arruinaba. Ahora tengo la energía como para hacerlo bien.

-A lo que iba es que, no siendo vos un tipo que apunte a lo popular, poder vivir de esto es todo un privilegio…

PD: -Me siento rico. Yo siempre digo que quiero ser rico, no millonario. Me puedo dar mis gustos: como todos los días, tengo un techo sobre mi cabeza. No tengo que pagar alquiler. Si no, tendría que volver a pintar paredes como antes, pero por ahora no es necesario. Me puedo dedicar a esto. Ahora, en Buenos Aires, estoy haciendo ilustraciones para un libro de Quiroga, antes había hecho unas para un libro de Baudelaire.

MC: -Ser un artista impopular pero poder vivir como uno popular.

PD: -Buenos Muchachos ya es una banda popular; vas al supermercado y la gente te conoce. Llegamos a eso, y nos manejamos haciendo varios shows en el año en lugar de hacer sólo uno más grande, lo que nos permite revisitar las canciones de los seis discos. Es más trabajo y tal vez saquemos menos dinero que haciendo un Teatro de Verano, pero nos activa, y eso es necesario.

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