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Beatriz Santesteban, organizadora de la Feria del Libro de Ciudad de la Costa. / Foto: Sandro Pereyra

Un nido grande

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Hasta el domingo 17 está la Feria del Libro de Ciudad de la Costa y Tercer Festival Internacional de Cuentería.

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En las últimas tres décadas, Ciudad de la Costa ha tenido un crecimiento desmesurado. Aquella cadena de tranquilos balnearios se ha convertido en una zona populosa y dinámica. No obstante, a pesar de esa expansión mantiene mucho del verde y de la tranquilidad de antaño. Apenas saliendo desde Montevideo, el paisaje se hace más amigable; también lo será el atardecer claro en el lago, de cuya vista disfrutaremos desde el ómnibus de regreso. Desde 2009, se realiza cada agosto la Feria del Libro de Ciudad de la Costa, a la que en 2012 se sumó el Festival Internacional de Cuentería. Este año está instalada en el kilómetro 21,400 de Lagomar, en la calle Río de Janeiro, a pocos metros de Giannattasio.

Esta vez le tocó un local donde había un supermercado, abandonado y vacío desde hacía un buen tiempo. Nada de eso se percibe al entrar. El ambiente es cálido, austero pero cuidado, adornado aquí y allá. Se nota que hay trabajo y corazón. Buena parte de todo esto tiene que ver con Beatriz Santesteban, alma máter de la feria, organizadora pendiente de todos los detalles. Ella pergeñó la idea, a partir de su experiencia en la librería El Altillo, de la que es propietaria. Desde que abrió, en 1994, El Altillo excedió los fines comerciales y ha albergado diversas actividades de índole cultural. “La feria surgió como consecuencia de la librería, cuya propuesta siempre tuvo el objetivo de hacer lo posible por promover la lectura y lo que llamamos ‘el buen uso de la palabra desde todos los lugares’. Si bien inventar una feria del libro no es nada nuevo, surgió, en primer lugar, como una forma de provocar a los niños en la previa del Día del Niño y de mostrarles a los adultos que si a los niños los motivamos y entusiasmamos, quieren leer”, contó Santesteban. “Queríamos que fuera una propuesta diferente. En estos últimos años las ferias se han transformado, según mi humilde saber y entender, en un montón de libros expuestos y a la venta. Me pareció que si yo pensaba así, podía pensar en otra forma de exponer el producto, de ofrecerlo al público: aquí los libros no están separados por editorial, están agrupados por tema o por autor; buscamos que haya una conexión entre el trabajo de los chicos que exponen algunos colegios y los libros que están a la venta; y, a su vez, que haya una conexión con las actividades. Por otra parte, tenemos la finalidad de mejorar cada año alguna cosa que no haya salido bien, de estar atentos a los detalles”, agregó.

La idea es que la feria se financie exclusivamente con la venta de libros. Por ahora, hasta que eso pueda lograrse, se cuenta también con un aporte solidario de 15 pesos para las actividades de extensión cultural y de 20 para el público en general, más el apoyo de empresas que apadrinan el evento y la pujanza de El Altillo, que cubre buena parte de los gastos (“siempre quedan colas”, resumió Beatriz). Este año el proyecto se presentó a los Fondos de Incentivo Cultural del Ministerio de Educación y Cultura, por el cual se devuelven certificados de créditos de la Dirección General Impositiva a las empresas que aportan a eventos culturales. “El aporte de las empresas consiste en comprar libros para grupos de escuelas de contexto crítico, del plan CAIF, algún centro juvenil, que elegimos en conjunto. No tiene sentido que nos visiten 30 o 40 niños de una escuela pública, con el enorme esfuerzo que implica juntar el dinero de la locomoción -incluso a veces es mucho esfuerzo agregar los 15 pesos de la entrada-, y, aunque la pasen fenómeno, no puedan comprar más que un libro, o ninguno. De esta manera cerramos un ciclo: niños motivados a leer, a escribir, a pintar, a dibujar, a contar cuentos, que visitan la feria, donde ven libros, escuchan cuentos, juegan, ven títeres, conocen a los escritores, y se llevan libros nuevos para la biblioteca escolar”.

Santesteban destacó que a los esfuerzos privados se ha sumado el apoyo de algunos organismos estatales. “Cada vez hay más apoyo de la Comuna Canaria. Este año hemos recibido un pequeño aporte económico, y sabemos que Cultura Canaria está entusiasmada con este proyecto. Este año se aprobó la bajada de la luz del alumbrado público, que para nosotros significó un alivio, porque es muy cara la electricidad en un evento de esta índole, donde hay dos escenarios simultáneos, luces, sonido... Además, desde el año pasado contamos con una carpa de eventos que nos proporciona la Intendencia de Montevideo. El piso de la carpa lo puso la Comuna Canaria”, detalló.

Te cuento

En estos cinco años la feria ha crecido. Es más extensa: de los cuatro días iniciales ha pasado a 11. Ese crecimiento también se ve en propuestas nuevas. En 2012 incorporó el Festival Internacional de Cuentería, que recibe invitados de otras partes del país. Cuando la diaria visitó el sábado la feria, se estaba desarrollando una “maratona de cuentos”. La palabra convocaba al público en torno a los narradores que se sucedían en el relato, y había algo de magia en el aire, en ese silencio atento y esa calidez de fogón. “Contar cuentos es una disciplina artística que cuando sos público te hace sentir que podés ser protagonista. Hay personas que lo hacen de forma espectacular, que son profesionales. Hemos tenido a la cubana Elvia Pérez (que desde 2011 es madrina de la feria), a Alejandra Oliver, a Alejandro Chávez; este año nos visitan la mexicana Norma Torres y el español Miguel Fo. Hay mucha gente que está haciendo cuentería en Uruguay, y desde hace tiempo. Lo que nosotros queremos es comenzar a promover que haya un núcleo que aúne a todos los grupos de cuenteros que hay por acá y por allá, y que nos empecemos a conocer. Hoy acá hemos tenido personas que vinieron por primera vez este año por la convocatoria. Nuestra idea es que se amplíe para posibilitar que venga gente de otros departamentos del país”, subrayó.

La comunidad

La intención está puesta más en crear y fortalecer los vínculos con la comunidad que en la venta de libros. Eso se nota desde que se entra y en las palabras y los énfasis de la organizadora. El ambiente es sencillo, se percibe un aire de barrio, de cercanía. Se exponen trabajos hechos por alumnos de escuelas de la zona, testimonio de un compromiso y una identificación con este emprendimiento, que surge de un esfuerzo individual que se vuelve colectivo. “El lazo con la comunidad se crea por medio de las instituciones educativas. En general son de la zona, aunque a veces llegan desde Montevideo; toda la Ciudad de la Costa hasta El Remanso y un poco más allá, Pando, Paso Carrasco… Hay casi 30 escuelas y jardines, infinidad de colegios privados. Hay colegios que traen cosas que hicieron con los chiquilines; yo me emociono cuando veo esos trabajos porque detrás hay compromiso, dedicación y tiempo”, expresó Santesteban.

Por otra parte, señaló que aún no cuentan con un lugar afianzado: “Hay distintas bibliotecas, como la de Shangrilá, el ómnibus de la biblioteca Tota Quinteros, que están haciendo un esfuerzo muy grande. Está la Casa de la Cultura Comunitaria, que hace su trabajo. Pero son pequeños niditos, y Ciudad de la Costa está necesitando un nido grande. Eso quiere ser, de alguna manera, la Feria del Libro: un nido grande que integre, que sume, que invite gente de afuera. Llevarla adelante no es fácil y no es barato, pero a veces tenemos que demostrarnos que si queremos, podemos: podemos transformar un supermercado abandonado en un lugar de fiesta; podemos estar de forma austera, modesta, pero agradable; podemos conseguir chicos jóvenes que vengan a trabajar como líderes anfitriones o en los puestos; podemos lograr que los proyectos Progenera y Promujer también se puedan unir a este esfuerzo y terminar cursos en una primera experiencia laboral. Yo creo que podemos lograr muchas cosas que queremos, y en eso estamos”, afirmó.

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