Daniel Magnone se destacó de 1977 a 1985 como uno de los cantores uruguayos más impactantes en ese período. Luego decidió no continuar su trayectoria y sólo quedó editado un puñado de canciones que muestran su perfil como compositor: tres en el único disco de MonTRESvideo, que formó junto con Fernando Cabrera y Gustavo Pacho Martínez (Ayuí, 1981) y, como solista, una en la recopilación Comenzar de nuevo II (Orfeo, 1982) y diez más en Algunas variantes (La Batuta, 1985, editado sólo en casete), las 11 recuperadas ahora por Ayuí, en un CD que dura poco más de media hora, pero viene a llenar un hueco de grandes dimensiones.*
En algunos aspectos musicales, Algunas variantes es una criatura de su época, justo en mitad de los años 80. Pero no sólo por ciertos formatos de base rítmica, ciertos efectos en la guitarra eléctrica y cierta forma de usar, entre ambas cosas, un “colchón” de teclados. También -y esto resulta mucho más interesante- es un disco de mediados de los 80 en Uruguay, entre la dictadura y los primeros años del regreso a la democracia, entre el “canto popular” y la eclosión de una nueva movida rockera. Todo eso intersectado por el gran éxito de Jaime Roos (que se hizo definitivo, en ese mismo 1985, con “Brindis por Pierrot”) y por diversos intentos, con mayor o menor fortuna, de adecuarse al cambio de clima, de rendirse a él, de desafiarlo o de ignorarlo.
En ese cruce de caminos desempeñaron un papel de importancia varios grandes músicos presentes en este CD. Sobre la base del baterista Gustavo Etchenique y el bajista Andrés Recagno (ubicua en aquellos años y que definió un manual para articular la música popular uruguaya con tendencias internacionales de la época), aparecen, entre otros, el guitarrista y aquí también tecladista Bernardo Aguerre, el percusionista Carlos Boca Ferreira y el tecladista Alberto Magnone, y eso emparenta el disco con, por ejemplo, las búsquedas más o menos simultáneas de Roos, Cabrera, el grupo Repique, El Sabalero, Eduardo Darnauchans y Laura Canoura en los comienzos de su carrera como solista.
A la vez, el modo en que suenan las canciones de Algunas variantes es un encuentro entre parte de lo que había andado buscando MonTRESvideo (en sus formas mutantes de chamarrita, milonga y candombe, con guitarras españolas pero a menudo al borde del rock) y otras mezclas de folclore y beat anteriores a la dictadura, a las que aquí se suman influencias brasileñas (algo de Chico Buarque, algo de Milton Nascimento) y las de un reggae mediado por The Police (por esas cosas de la sincronicidad, el primer disco solista de Sting, The Dream of the Blue Turtles, también de 1985, sonó en la sede de AGADU el 11 de diciembre del año pasado, antes de que comenzara la presentación de este CD de Magnone).
Pero aunque la música está muy bien, lo que más impresiona es el canto, con altos niveles de fineza, intensidad y maestría. Magnone podría haber funcionado muy bien como cantante de rock puro y duro, pero también de tango puro y duro (o sea, también con un grupo como la Orquesta Típica Fernández Fierro, que se formó 16 años después). Y sigue siendo estremecedor oírlo, como quedó demostrado en la mencionada presentación del disco.
¿Por qué, entonces, no pasó casi nada con Algunas variantes en 1985? La respuesta parece simple y evidente al escuchar las letras. La mayor parte de las canciones son de amor o política (aunque las hay de otro tipo y de buena factura, como la que da nombre al disco, o la feminista “Mañana temprano”), y tanto unas como otras tienen textos que son, al mismo tiempo, refinados y frontales. Las primeras no cavilan sobre desamores o desengaños, sino que son declaraciones francas y emocionantes; las segundas tampoco andan con vueltas. Esa temática dura y por momentos truculenta (reforzada por el tratamiento musical en “Confesiones y memorias”, una canción con influencias de Leo Maslíah, en la cual el personaje que canta es un torturador y el arreglo sugiere “la máquina”) no estaba, por cierto, en sintonía con las apetencias mayoritarias del público en aquel año bisagra. Ni siquiera con las del público que seguía a grupos rockeros como Los Estómagos, con letras también duramente politizadas pero en una modalidad de iracundia juvenil que también era celebración, muy distinta de la severidad adulta y racional desde la que hablaba Magnone.
Treinta años después, hay bases para alegar que aquellas incómodas canciones eran más lúcidas y menos desubicadas que otras mejor recibidas en 1985. Pero entonces pudieron sonar, para muchos, perturbadoras y amenazantes, como el personaje que canta “Cuando toque tu espalda”. Hoy, como ese personaje, vuelven y nos obligan a reconocerlas.
*Ayuí también había rescatado antes 13 grabaciones en vivo de Magnone (cinco de ellas compuestas por él, de las cuales dos no están en Algunas variantes) con el grupo Vale 4, integrado además por Jorge Di Pólito, Jorge Lazaroff y Rubén Olivera (Lo que son las cosas, 2010).