Prince, el artista antes conocido como “El artista antes conocido como Prince” (eso fue en el último tramo de los 90, cuando decidió identificarse con una imagen), es, obviamente, alguien bastante excéntrico, y se ha caracterizado por apartarse de lo convencional tanto en el terreno de la música, en el que su talento es innegable, como en sus relaciones con la industria cultural.
La historia de sus conflictos con varios sellos discográficos y de sus intentos por independizarse de ellos para ganar libertad creativa es frondosa, y podría titularse Caos y desorden, como su disco de 1996. Parecía lógico, por lo tanto, que se centrara en internet, pero también su presencia en la red ha tenido drásticas idas y venidas, siempre relacionadas con el intento de controlar su obra y las ganancias que ésta produce. En 2010, en una entrevista con Daily Mirror, pareció haber llegado a la conclusión de que “todas esas computadoras y artefactos no son nada bueno”, pero luego pasó a utilizar las redes sociales como vía principal de difusión de su música, y no parece que la experiencia le haya resultado satisfactoria, porque a fines del año pasado cerró sin dar explicaciones sus cuentas en Facebook, Twitter y Youtube, y en julio de este año retiró su catálogo de casi todos los servicios de streaming. Ahora se instaló en Instagram, con una cuenta llamada Princestagram, y más vale que los interesados en seguirlo allí se apuren, antes de que cambie de opinión.