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La hierba de las noches, de Patrick Modiano, Anagrama, 166 páginas. Más allá del olvido, de Patrick Modiano, Alfaguara, 165 páginas.

El tiempo recobrado

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“La hierba de las noches”, de Patrick Modiano, Anagrama, 166 páginas. “Más allá del olvido”, de Patrick Modiano, Alfaguara, 165 páginas.

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Editar

Como cabía esperar, la reciente adjudicación del premio Nobel de Literatura al francés Patrick Modiano (1945) sirvió para repoblar de sus libros las librerías. Además de verdaderos clásicos contemporáneos como La trilogía de la ocupación, Dora Bruder y Un pedigrí, han aparecido en los últimos meses las novelas La hierba de las noches (en edición de Anagrama, publicada en francés en 2012) y Más allá del olvido (en edición de Alfaguara, publicada en francés en 1996).

Sería difícil no advertir el parecido entre ambos libros, el tipo de reconocimientos que lleva a ciertos lectores a decir cosas como “Modiano escribe siempre la misma novela”, juicio que podríamos extender (quizá con ciertas reservas o rápidamente incurriendo en un intento de periodización) al británico JG Ballard y al uruguayo Felipe Polleri. Así, en Más allá del olvido encontramos la narración en primera persona a cargo de un escritor veterano que recuerda ciertos acontecimientos de su juventud en París, durante los primeros momentos de su vocación literaria; una mujer recordada sirve de núcleo a un enigma apenas reconstruido y capaz de levantar puentes entre tiempos distintos para que, finalmente, nos preguntemos hasta qué punto hemos asistido a una disección de ese bagaje de cosas y eventos que hacen a una identidad. Esa mujer, esos acontecimientos, han construido a una persona, y la memoria, entonces, detalla ese genoma difuso.

A la vez, en La hierba de las noches encontramos una narración en primera persona a cargo de un escritor veterano que recuerda ciertos acontecimientos de su juventud en París, durante los primeros momentos de su vocación literaria; una mujer recordada sirve de núcleo a un enigma apenas reconstruido y capaz de levantar puentes entre tiempos distintos. ¿Qué pasa, entonces? (algo parecido podríamos decir de Dora Bruder, acaso la mejor novela de Modiano). Partiendo del dictamen del lector apresurado, vale la pena pensar hasta qué punto dos libros pueden ser el mismo siendo, a la vez, dos libros distintos, un poco como si estuviéramos ante un set de variaciones, las Diabelli de Beethoven o las Goldberg de Bach, por poner dos ejemplos archiconocidos, y tuviéramos qué indagar la economía de lo otro y lo mismo en cada una de las piezas que integran las obras. Esto, por supuesto, nos lleva a preguntarnos por la naturaleza del “parecido” en literatura, en particular dentro de los límites establecidos de la obra de un autor. ¿Se parecen los libros por la reiteración de tropos, de artificios? ¿Se parecen las tramas porque cuentan hechos similares? De ser así, en La hierba de las noches hay un hecho criminal mucho más claro que en Más allá del olvido, mientras que en esta última la mujer misteriosa del pasado reaparece en un tiempo más cercano al presente de la narración (no así en La hierba…). Pero también el narrador de una novela se parece al de la otra (escritor, detallista, midnight rambler, aficionado a andar por ahí tomando notas en una libreta) aunque nada indica que sea “el mismo”, en el sentido de que, digamos, Los cazadores del arca perdida y La última cruzada incluyen al mismo personaje; en ese sentido podemos quizá leerlo -para volver a esa idea- como una “variación”, como el resultado de un procedimiento que (cabe proponer como hipótesis) hace a la maquinaria de la obra de Modiano y arroja variantes de la misma persona como núcleo del parecido básico entre diversos libros que, en cierto modo trabajan el mismo tema, el de la identidad o, mejor, el de la relación de la identidad con la memoria y la historia. Un buen número de lecturas críticas proponen, invocando el concepto de autoficción, que esa sucesión de “personas” traza algo así como un desfile de alter-egos del propio Modiano.

Agencia de detectives Marcel Proust

Además de (o relacionado con) traer a colación el tema o los procedimientos de la autoficción, es un lugar común también acercar la figura de Modiano a la de Marcel Proust. Evidentemente la recuperación del pasado mediante la memoria (que en Proust, de todas formas, comienza siempre como involuntaria, cosa que no marca la tónica del abordaje de Modiano al tema) es central en ambas narrativas, pero quizá, más allá de las diferencias que cabe encontrar, haya algo así como un “procedimiento estrella” que anuda tiempo y memoria en la escritura. Exégetas proustianos como Malcolm Bowie han escrito páginas y páginas sobre esos párrafos de la Busca que barajan tres o cuatro tiempos diferentes (el difuso presente de la narración o escritura, un tiempo remoto evocado en el recuerdo, una instancia intermedia en que ese momento fue también recordado o con el que es comparado, etcétera) y, especialmente en los bordes del gigantesco mosaico narrativo (en particular en Por el camino de Swann, primer tomo de la novela, y El tiempo recobrado, el último), construyen algo así como una delicada eternidad. El mismo procedimiento, pero extendido ya no a lo largo de párrafos sino más bien en episodios o secciones, aparece tanto en La hierba de las noches como en Más allá del olvido. Siempre se evoca un pasado distante y un momento entre éste y el presente en que operó cierta coincidencia o analogía: ese camino que se hacía en 1968, por inventar un ejemplo, era repetido en 1988 para constatar que las cosas habían cambiado (o que no habían cambiado), y ese proceso afecta al presente desde el que se habla. Modiano emplea este artificio con sutileza y elegancia, de eso no cabe duda, y a lo largo de sus novelas el efecto de “indagación”, que logra que el lector se convierta en algo así como un agente activo de la reconstrucción de una cronología, se equipara con los hechos de sus personajes, que, en palabras del escritor argentino Nicolás Mavrakis, “avanzan como detectives perplejos por el enigma de su propia identidad”.

El trabajo detectivesco también se apoya en las notas que constantemente toman sus narradores y en el proceso de conservar documentos. En La hierba de las noches, por ejemplo, los nombres de los posibles implicados en cierto crimen saltan de las páginas de la libreta que siempre acompaña al narrador, del mismo modo que nombres de calles y de restaurantes, números de teléfono y contenidos de carteles.

Quizá el término “detective” se vuelve entonces inevitable. En cierto sentido, La hierba de las noches es una novela policial al revés, con el crimen expuesto al final y el culpable sugerido en las primeras páginas, pero también Más allá del olvido hace uso del arsenal de trucos de la novela negra y el policial, particularmente a la hora de generar intrigas y articular secretos. Opera quizá algo así como una pareidolia inducida: ciertos elementos de la trama son asimilados como “misterios” o incluso “enigmas” porque vamos leyendo el libro como se leen los policiales (o pasamos a leer el libro como un policial porque sale a nuestro encuentro algo que parece un enigma; ambas maneras de abordar la cuestión parten de la atribución de un significado narrativo especial a determinados acontecimientos o personas). El caso es que finalmente quizá nada de eso esté allí, o, mejor dicho, seguramente nada de eso importe (la “resolución” del misterio en La hierba… tiene poca importancia a los efectos narrativos si leemos la novela como la exposición de una serie de hechos significativos en la juventud del narrador), pero la lectura se da en esos códigos aunque los libros de Modiano difícilmente sean colocados en los estantes de las librerías junto a los de Sue Grafton.

De hecho, la contraportada de La hierba de las noches cita al crítico Denis Cosnard en su afirmación de que Modiano habría inventado el género de la “autoficción poético-policial”, algo que, dejando en suspenso lo de “poético” (término más que problemático), podría acercarlo al Levrero de Dejen todo en mis manos, nouvelle cuyo narrador además de identificable con el autor real (es escritor, sus libros no venden, sostiene relaciones con sus editores que podemos vincular a las que, según tantos testimonios que andan por ahí, habría sostenido Levrero con los suyos, etcétera) se ve inmerso en una indagación de corte policial. El mismo crítico habla también de una “aparente novela negra”, y la contraportada de Más allá del olvido señala que el lector está a punto de meterse en una “novela romántica, policial, de aventuras y road movie”.

Finalmente, habría que decir algo sobre la escritura de Modiano, sobre ese efecto “poético” logrado por su minuciosidad y su elegancia. Otros escritores esforzados por ser “literarios” (es decir, por trabajar con procedimientos y artificios consagrados como elementos de una práctica literaria) terminan ofreciendo una escritura agotada e inane. Está clarísimo que eso no sucede con Modiano, quizá porque, en última instancia, lo marcadamente visible de su estilo sí logra crear un mundo, sí logra mesmerizar al lector, sí logra fascinar incluso con un párrafo. Así, La hierba de las noches y Más allá del olvido, pero en particular La hierba de las noches, están sin duda entre los libros más bellos publicados, al menos en castellano, en lo que va del siglo XXI.

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