El canal de televisión online Netflix -ahora también dedicado a producir películas- continúa su inexorable expansión y su decidida intención de competir de igual a igual con el hasta ahora imbatible HBO, y este año, por primera vez, ha presentado una comedia propia. Ya tenía el antecedente de la última e irregular temporada de Arrested Development, pero por supuesto ésta no había sido una creación original del canal, por lo que Unbreakable Kimmy Schmidt (la inquebrantable Kimmy Schmidt) puede considerarse su primera contribución auténtica al género. La serie gira alrededor de Kimmy, una mujer casi treintañera (Ellie Kemper) proveniente de un pequeño pueblo de Indiana, que pasó los últimos 15 años de su vida encerrada en un búnker subterráneo, secuestrada por un culto apocalíptico que la ha convencido, junto a otras tres mujeres, de que el mundo fue arrasado por un cataclismo nuclear. Luego de ser rescatada por una casualidad, Kimmy resuelve recuperar a toda velocidad el tiempo perdido y viaja a Nueva York, donde conoce a un cantante-actor gay casi siempre desocupado (Tituss Burguess) y consigue trabajo de niñera para una millonaria al borde del divorcio (Jane Krakowski).
La estructura, salvando la peculiar anécdota del origen de la protagonista, no difiere mucho de cualquier otra sitcom de ambiente neoyorquino, y al principio es difícil entender el porqué del entusiasmo que despertó en la crítica. Porque la serie es, ante todo, una demostración de cómo ha cambiado la forma de consumo de las series televisivas gracias al sistema inaugurado por Netflix, de colocar todos los episodios a disposición al mismo tiempo, alterando el acostumbrado consumo semanal y haciendo habituales las maratones de varios episodios encadenados. Si uno ve solamente el primer episodio de la serie -media hora de presentación de personajes, un tono general apenas definido y chistes no siempre efectivos-, difícilmente se espere con muchas ansias su continuación siete días después, porque Unbreakable Kimmy Schmidt exige un poco de paciencia; la relación entre Kimmy y su entorno se va revelando gradualmente, algunos personajes esenciales recién aparecen a la mitad de la serie y los episodios van ganando en gracia y absurdo a medida que el mundo que rodea a la protagonista va creciendo. Es decir, no es que Unbreakable Kimmy Schmidt no tenga su encanto desde el principio, pero a medida que va construyendo su universo (y que, obviamente, uno se va familiarizando con él), la serie va ganando comicidad y complejidad, a la vez que se aproxima más al estilo formal de 30 Rock (introduciendo gradualmente, por ejemplo, los flashbacks distintivos de aquella serie), superándolo por momentos en extravagancia. Mientras los personajes se acumulan -y aparecen en roles invitados figuras como la misma Tina Fey y el colosal Jon Hamm (el neurótico publicista de Mad Men, que siempre demuestra un talento inesperado para la comedia)-, las estructuras se hacen más laxas, y un episodio bien puede terminar con un largo número musical de una supuesta comedia en blanco y negro de la década del 40 (llena de referencias homosexuales aparentemente involuntarias). Cuando uno se quiere acordar, Unbreakable Kimmy Schmidt está más cerca del delirio del mejor humor inglés absurdo que del costumbrismo risueño de Parks and Recreation, pero no es ni una cosa ni la otra. Es algo más relajado y amable.
La serie está definitivamente orientada hacia un público femenino, y aunque no tiene una agenda feminista explícita, se la podría considerar casi como un equivalente de Girls en sitcom. No sólo no hay figuras masculinas dominantes, sino que el cuidado con el que esquiva tanto el humor escatológico o ásperamente sexual como el de simple golpe y porrazo, así como la gentileza general de su sátira, la falta (sin ser histérica en términos políticamente correctos) de estereotipos raciales o sexuales, la ausencia de violencia y un mayor cariño general hacia los personajes, la revela inmediatamente como una pariente del humor súper trabajado pero rara vez estridente de Parks and Recreation o incluso de 30 Rock, lo que no es de extrañar ya que se trata del primer producto televisivo creado y producido por Tina Fey desde la cancelación de 30 Rock. Fey, proveniente de Saturday Night Live (SNL), es una figura esencial para entender el humor televisivo estadounidense de los últimos 15 años y el rol de las mujeres en éste Fue ella la que introdujo personajes femeninos que no necesariamente se desvivían por tener una vida familiar a la sombra de su pareja, la que presentó a mujeres que eran ambiciosas, efectivas y cómicas al mismo tiempo, y que eran tan capaces de apreciar el arte cultista como cualquier nerd masculino. Pero sobre todo, fue el eje de cierta discusión -que Fey siempre se negó a entablar públicamente, por considerarla redundante- acerca de si las mujeres podían hacer (buena) comedia televisiva, discusión motivada en parte por la preponderancia de comediantes femeninas en el elenco del legendario SNL, de las que ella era la figura principal. Este período (los primeros años de este siglo) realmente no fue de los mejores de SNL, pero Fey, Poehler y (un poco más tarde) Kristen Wiig demostraron de forma amplia -especialmente en sus trabajos posteriores a SNL- que el problema era del programa y no de ellas, que han crecido hasta convertirse en tres de los principales nombres del mejor humor estadounidense actual. Unbreakabale Kimmy Schmidt significa el regreso a la pantalla chica de Fey -un tanto desaparecida en los últimos tres o cuatro años-, sólo que esta vez no delante de las cámaras. Esto habría sido una decepción si no fuera por el hallazgo de otra comediante excepcional: Ellie Kemper.
Dueña de unos ojos muy pequeños -a lo Renée Zellweger antes de sus deformaciones quirúrgicas- y de una mandíbula llamativamente ancha, Kemper es una mujer atractiva pero de facciones nada convencionales (y similar en esto a Fey y Amy Poehler), que utiliza una amplia gama de expresiones divertidamente exageradas que podrían hacer pensar que se está frente a la versión femenina de Jim Carrey. Con una gama de recursos histriónicos asombrosa, y un encanto natural nada despreciable, Kemper es posiblemente una comediante aun más completa que su mentora Fey, o que estrellas como Poehler o Wiig, lo que es paradójico para alguien que había sido rechazada en las audiciones de SNL y que hasta ahora sólo había tenido un rol menor en la versión estadounidense de The Office. De hecho, éste, su primer rol de importancia, le llega recién a los 34 años, pero es una aparición tan rutilante que inevitablemente se escuchará hablar de Kemper durante mucho tiempo. Ya con ella alcanzaría para recomendar la serie, pero si le sumamos al amaneradísimo Titus Andromedon (Burguess) y sus espontáneos y delirantes clips musicales, a la hija insoportablemente cheta de la patrona de Kimmy (Dylan Gelula) y a la aparición inesperada de Fey en el rol de la peor fiscal de la historia de las leyes, se puede afirmar que llegó el reemplazo de las ya mencionadas Parks and Recreation y 30 Rock, y que puede ser algo más grande.