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Ida Vitale recibió el premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana.

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Parece que una llamada despertó ayer a la uruguaya Ida Vitale, para anunciarle que había ganado -por unanimidad del jurado- el premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, el más prestigioso en su género, y dotado con 42.100 euros; hace dos semanas le habían concedido el premio Alfonso Reyes en México. La distinción -en total eran 46 candidaturas- reconoce el conjunto de la obra de “un autor vivo que por su valor literario constituye un aporte relevante al patrimonio cultural común de Iberoamérica y España”, según informó la Universidad de Salamanca, que, junto al Patrimonio Nacional (entidad pública que gestiona los bienes del Estado utilizados por la Casa Real), es responsable del premio.

Residente desde 1989 en Estados Unidos, la autora de “Elegías de otoño” y “Reducción del infinito” ya había obtenido en 2009 el premio Octavio Paz de Poesía y Ensayo, que volvió a situar este nombre ineludible de la poesía hispanoamericana. Como la define el poeta y traductor uruguayo Roberto Mascaró, desde su primer libro, La luz de esta memoria (1949), la obra de Ida Vitale cuenta con una destacada rigurosidad formal y un “refinado sentido del idioma”, constatable en trabajos como Sueños de la constancia (1988).

Nacida en Montevideo en 1923, Vitale es una de las voces principales de la tan mentada -sobre todo en estos días, luego del fallecimiento de Carlos Maggi- Generación del 45, en la que se distinguió, además, por su labor crítica en medios como Marcha, El País, Época y Jaque, entre otros, además de las revistas Clinamen, Asir, Maldoror y la argentina Crisis, a la vez que desarrolló una intensa actividad como docente de literatura, crítica y traductora. Cuando se exilió en México en 1974, Octavio Paz la invitó para que integrara el comité asesor de la revista Vuelta mientras continuaba desarrollando la crítica literaria y el ensayo. Luego, en 1990 se radicó definitivamente en Austin (Texas, Estados Unidos), y 20 años después la Universidad de la República la declaró Doctora Honoris Causa: “La poesía es distinta en todas sus partes y básica para el espíritu, como la música”, sentenció en su discurso.

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