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Carlos Liscano. Foto: Sandro Pereyra (archivo, agosto de 2012)

Sacudió la estantería

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Según Carlos Liscano, la ministra Muñoz no tiene “escrúpulos” y es una “amenaza para la cultura”.

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“¿Sabés a qué hora velan a Galeano?”, “no”, “te lo pregunto porque sos escritor y capaz que cualquier día de éstos tengo que enterrarte a vos también”. Según Carlos Liscano, este diálogo se produjo con la ministra María Julia Muñoz, el 13 de abril, en la puerta de la Biblioteca Nacional.

Hasta la semana anterior, Carlos Liscano era presidente del Consejo de Derechos de Autor (CDA) -del Ministerio de Educación y Cultura, MEC- y director de la Biblioteca Nacional. Hace unos días renunció al CDA y ayer fue cesado como director de la biblioteca. En una nota publicada por la diaria el 24 de abril Liscano ratificó la información brindada por El País, afirmando que desde hacía 50 días, por falta de funcionarios, había dejado de funcionar el CDA, entidad responsable de supervisar la transparencia de las sociedades de gestión, administrar las obras de dominio público y asesorar a Cancillería, entre otras tareas. En su momento, Jorge Papadópulos, director general del MEC, explicó que se encontraban trabajando sobre esa situación.

Liscano explicó que a los pocos días de asumir María Julia Muñoz trasladó a la única funcionaria que tenía el CDA a su secretaría personal y en abril también al contador a la Comisión de Patrimonio, de modo que todos aquellos asuntos que debía tratar semanalmente el CDA “quedaron paralizados desde marzo”. Por este motivo, recuerda que el 22 de abril lo llamó Papadópulos para anunciarle que la ministra pedía que renunciara a la dirección de la biblioteca por las declaraciones sobre el CDA. “Si bien reconocía que todo lo que se había dicho era cierto, Muñoz consideraba que esos asuntos no debían ventilarse. Pero es que realmente la situación del CDA era de conocimiento público, y no tenía sentido que por una cuestión del CDA me pidiera la renuncia de la biblioteca”, cuenta Liscano. En su momento decidió que no renunciaría, “ya que había sido designado por el presidente, no por la ministra”. Le redactó un mail informando de esta situación a Tabaré Vázquez, de quien no obtuvo respuesta.

“A Muñoz no le gustó que yo dijera que el CDA no estaba funcionando. Eso ya no es cierto: ahora no existe”, asegura Liscano, “ahora no tiene ningún funcionario, ningún contador ni asesor letrado, no tiene ningún lugar donde reunirse y no puede tomar decisiones, porque con sólo tres consejeros carece de quórum. Aun así Muñoz entiende que nadie debe hablar de los problemas de su ministerio”. El ex director de la Biblioteca Nacional sostiene que en los primeros días de enero Muñoz se reunió con los cuatro directores del área de Cultura (del Archivo, el SODRE, el Instituto del Cine y Audiovisual del Uruguay y la Biblioteca Nacional). “Nos informó que no iba a ocuparse de Cultura y que en el futuro no se reuniría con nosotros. Le informé que el CDA dependía de ella, pero no tenía idea de qué estaba hablando: ‘una tarea más que no conocía’, me dijo”. “En pocas semanas deshizo el CDA. La próxima institución será la biblioteca”, denuncia Liscano, en una nota a la que accedió la diaria.

Jorge Papadópulos dijo que no declararía sobre estos asuntos que tienen que ver con la interna del ministerio por una decisión “personal y política, ya que existen cuestiones que prefiero que las diga la ministra”. En cuanto al CDA, aclaró que “está constituido y ahora contará con una nueva integración”, al haber cesado su ex presidente. En cuanto a la ministra, la diaria intentó comunicarse sin éxito en varias oportunidades.

Otro de los enfrentamientos a los que se refiere Liscano se vincula con que diariamente hacía retratar la fachada de la Biblioteca Nacional para exhibir la “vandalización de afiches” en sus muros, y luego publicarlos en la página oficial de Facebook. Cuando subieron la última foto, que pertenecía a la campaña de Lucía Topolansky, “llamó Papadópulos a la encargada de comunicación de la biblioteca, a su celular personal, para decirle que levantara esa foto, cuando nosotros lo habíamos hecho con todos los partidos”.

En cuanto a la nueva directora de la biblioteca, Esther Pailos, dijo que la ha tratado muy poco, pero tiene la referencia de que es una técnica “muy profesional” en lo que tiene que ver con su especialización de bibliotecóloga. “Hace 15 días estuvo en la biblioteca y me felicitó por el estado” de la institución.

Otros rumbos

“Muñoz es una amenaza para la cultura. Ella dice que es buena para encontrar soluciones y ahora entiendo lo que quiere decir. Cuando surge un problema no tiene ningún escrúpulo en desmantelar una oficina, trasladarla y pasar por encima de las jerarquías. Por eso me preocupa esta amenaza para la cultura. La Biblioteca Nacional va camino a desaparecer como institución, al igual que le sucedió al Museo Histórico. Vamos a dejar de tener la jerarquía como unidad ejecutora que cuenta con un presupuesto propio”.

Desde otro ámbito, Liscano recuerda que en 2009, cuando se ocupaba de la Comisión de Bienestar Animal, llamó a Muñoz para transmitirle la preocupación sobre la existencia de jaurías de perros atacando a pacientes de la Colonia Etchepare. “Me respondió: ‘Vos de la Colonia Etchepare no sabés nada. Estás preocupado por los perritos. Yo, en cambio, me ocupo de la gente’”. Afirma que él no soportará “su modo de comunicación”, el “destrato”, ni la “falta de escrúpulos”, como tampoco “el desinterés por la cultura”, mientras se ejerce “esta impunidad del ejercicio del poder”.

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