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CUANDO TENÍA 22 años, Chico Buarque, el novelista y dramaturgo norteño, y uno de los mayores nombres de la música popular brasileña, supo que, además de los seis que vivían con él, tenía otro hermano. En 1929 su padre, Sérgio, se había instalado en Berlín como corresponsal de Diários Associados. Pero durante su estadía alemana no sólo comenzó a interesarse por la historia y las ciencias sociales, sino también por las mujeres: tuvo un romance y un hijo que nunca vio, porque cuando nació él ya estaba navegando de regreso. Con los años, Chico se enteró de que el bebé se llamó Sergio, que su padre había tratado de recuperarlo, y que los trámites y la vida se terminaron imponiendo, mientras el silencio familiar cubría el tema. En 2012, el cantautor empezó una nueva novela basada en ese misterio familiar, y en una búsqueda imposible.

En el momento en que Chico le contó a sus hermanos el asunto de la novela, el mayor -que se había quedado en la casa paterna- le dijo: “ahh sí, yo encontré unos documentos en alemán que mamá había guardado...”. Chico los hizo traducir y la editorial, Companhia das Letras, trató de seguir las pistas. Finalmente, encontraron al hermano alemán de Chico Buarque en Alemania Oriental: era cantante -como Chico- y periodista -como su padre-. Parece que tenía una hija y algunas ex parejas y, como su padre, también había muerto, sin saber que estaba emparentado con uno de los cantantes más famosos de Brasil.

En Mi hermano alemán, editada por Random House, el narrador es un adolescente que tiene un hermano mayor. Durante la dictadura brasileña Ciccio busca a su hermano alemán, mientras se reproducen documentos reales, y se dedica la novela “A Sergios”. Así, por las páginas del libro desfila el San Pablo de los años 60 y 70, y una juventud descontrolada. Pero, sobre todo, se muestra la casa familiar, cubierta por los libros de su progenitor, aparentemente un padre amable pero lejano, cariñoso y ausente, siempre perdido en sus interminables lecturas. Mientras el protagonista hojea uno de esos libros, se detiene en un sobre perdido entre las páginas, que guarda una vieja carta alemana, y que lo sitúa sobre la pista de aquel hermano desconocido.

En numerosas entrevistas, el reconocido compositor se ha referido a esta situación. A mediados de mayo, Chico le decía a El País madrileño: “Lo supe, exactamente, en 1967, cuando yo tenía 23 años. Me acuerdo muy bien, incluso hay una foto de ese día. Vinícius de Moraes, Tom Jobim y yo fuimos a visitar al poeta Manuel Bandeira, que ya estaba muy viejecito, a su casa en Río. Y, bueno, hablando de esto y de lo otro, Bandeira preguntó por mi padre, del que era muy amigo: ‘¿Qué, cómo está Sérgio? ¡Ah! Cuánto tiempo hace que no lo veo, vivimos tantas cosas juntos… Se fue a Alemania, tuvo aquel hijo…’. Y ahí soltó eso.” A partir de la memoria biográfica y la historia familiar, Chico reconstruye una novela tensionada por lo que fue y lo que podría haber sido, aproximándose, a través de la literatura, a su hermano ausente.

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