10) Hablan por la Espalda, Sangre (independiente). “¡Ahora! ¡Ahora! Gritamos / El himno del incendio. / Los pies se agitan en el calor, / sólo que no están muertos”. Hablan por la Espalda sigue en su búsqueda obsesiva alrededor de la hermandad y los rituales dionisíacos. Esta vez más setentoso que candombero, aun más hard que hardcore, más sensual que violento, Sangre presenta un puñado de canciones que están hechas para desdoblarse y explotar en sus intensas versiones en vivo. A 20 años de su fundación, luego de ostracismos, exilios y reconstrucción gracias al boca a boca, la banda terminó por consolidarse como una de las más importantes de algo que ya le queda corto para resumirlo con la palabra “under”.
9) Los Extranjeros, Viva la Matria (independiente). Marco Tortarolo, la voz barítona detrás de la difunta -y, por lo tanto, ya mitologizable- Malpaso, siempre pareció haber bebido de los afluentes del folclore. Con un estilo que parecía un híbrido entre Nick Cave y Edmundo Rivero, Tortarolo se había ido adentrando cada vez más en una especie de gótico criollo, que curiosamente tomó su ribete más punk en el último aliento de su discografía (La estática del infierno, de 2010). Ya en solitario, terminó fundando, junto con Ignacio Irigaray, Los Extranjeros, dúo con el que se despojó del corsé del rock para meterse de lleno en el folclore (sacaron un disco por año desde 2013). Más allá del cambio del sonido, la bandada de cuervos sigue revoloteando alrededor de la pelada de Tortarolo, y Viva la Matria es un álbum en el que hasta lo más plácido del folclore termina siendo exprimido hasta sacar oleosas gotas negras (con una versión dark e interesantísima de “Qué he sacado con quererte”, de Violeta Parra).
8) Laura y los Branigan, La misión (independiente). La misión, de Laura y los Branigan, le hace honor al puntilloso estilo del dibujo de portada realizado por Alfredo Ghierra: una vista cenital de un laberinto diagramado al mejor estilo francés, algo que, además de la intrincada composición, habla del barroquismo en los minuciosos arreglos que hay detrás de cada capa de sonido del álbum. Nada del álbum está librado al azar, y hasta el más mínimo intercambio de guitarras o caída de pedal sobre el bombo parece estar diagramado por una extraña e inasible geometría. Así dicho, podríamos imaginar un álbum frío, pero Laura Gutman (la voz femenina que con más elegancia haya procesado la referencia de PJ Harvey en Uruguay) nos va llevando de la mano por estos recovecos de setos hasta llegar al último tema del disco -el misterioso “Voces”, que culmina con una sensual coda a galope de unos sintetizadores envolventes-, como si nos presentara, en el centro del laberinto, al Minotauro que lo custodiaba.
7) Hache & DJRC, Venta de garaje (EP independiente). “En esta venta de garage con el Chávez tenemos un lema: dice algo como ‘si tenés un flow, ponelo’”. Al menos para la gente fuera del palo de los b-boys, grafiteros y freestylers, Leandro Hache Souza y DJRC (Rodrigo Chávez) son dos de los tesoros mejor guardados del hip hop local. Más allá de ser un EP, a Venta de garaje le toma sólo 20 minutos consolidarse como uno de los discos de hip hop con producción y sonido más redondos que haya dado la escena local. Esto no sólo se debe a las elegantísimas bases de DJRC (nutridas por plácidos samples que parecen sacados del jazz y de películas de la edad de oro de Hollywood, algo que en una primera escucha retrotrae a la producción de aquel hito del hip hop que fue, en 2004, el álbum Madvillainy, de Madvi- llain), sino a la forma en que éstas se conjugan con el flow sabio y siempre relajado de Hache (una de sus marcas de agua en los escenarios de batallas de freestyle). Con otros discos en su haber (la también fascinante producción de DJRC en su LP 32911923 y la participación de Hache en el colectivo Mac Team, donde se encuentra esa gran carta de presentación solista que es Primavera en la Antártida), Venta de garaje es justamente la experiencia de encontrar en una batea algunas piezas sueltas y perfectas de una colección que no podés esperar a completar algún día.
6) Matador, Matador (independiente). Santiago Bogacz es uno de los bichos raros de la música joven uruguaya. Con una pata en el rock (es la persona detrás de los coros y teclados de la aplanadora setentosa Los Nuevos Creyentes) y otra en la academia, sus obras se caracterizan por vehiculizar una de las más exhaustivas búsquedas dentro de la sonoridad y los ritmos que se hayan librado en Uruguay a cargo de un solo instrumento: la guitarra. En el tercer trabajo de Matador esa búsqueda trasciende el juego de fraseos sobre la mano derecha que se abría en trabajos anteriores. El resultado es un álbum que va más allá y explora en la misma materialidad de las cuerdas, haciendo de la guitarra un instrumento a veces percusivo, a veces disonante, pero que guarda una condición orgánica que le permite saltar del math rock a una baguala, pasando por el canto difónico tibetano y el candombe, sin dejar de formar parte del ADN secreto de una criatura recientemente descubierta.
5) Buenos Muchachos, Nidal (Bizarro). Se pule la colmena (2011) fue un disco bisagra en el que los Buenos dejaban su oscuridad insigne para abrazar temas más cercanos a la luminosidad pop. En el área de la composición -dadas la alternancia de Pedro Dalton entre Buenos Aires y Uruguay, y las constantes giras de Gustavo Topo Antuña con El Cuarteto de Nos-, el guitarrista Marcelo Fernández terminó tomando la batuta. El resultado de aquel álbum fue un tanto irregular y fragmentario, y Nidal parece ordenar el caos que había quedado en la sala de laboratorio. Pedro opta por un tono más intimista, a veces al borde del recitado, que se percibe en su proyecto paralelo Chillan las Bestias. Por otra parte, por primera vez logran colocar los teclados de Ignacio Gutiérrez en una posición más integrada, lejos de los epidérmicos arreglos que aparecían en los anteriores trabajos. El disco uruguayo por excelencia para escuchar con audífonos de 2015, con una delicadeza de arreglos y capas (especialmente la tímbrica de las diversas percusiones a manos de José Nozar) grabadas por Diego Janssen. Con Nidal a uno no le queda otra que dedicarse a revolver el suelo para encontrar las pequeñas perlas semienterradas en la mezcla.
4) Sr. Faraón, Piel de culebra (Feel de agua/Módulo Records). Nunca hubo duda de que Ismael Varela era un gran músico, ya fuera en sus discos solistas bajo el nombre de Sr. Faraón o en su presencia como percusionista en Revólver y Hablan por la Espalda. Como solista siempre se lo percibió como uno de los mejores dentro de un purismo compositivo, específicamente el del delta blues, algo que, sin embargo, lo dejaba artísticamente constreñido por las paredes del género. En Piel de culebra tira la casa por la ventana: intercala composiciones de una letrística poética mucho más compleja que en sus álbumes anteriores, da rienda suelta a la mixtura de géneros (esto se aprecia al escuchar, por ejemplo, la latinoamericanísima “Hacia el filo del alba”) y a una impactante conjunción de composiciones introspectivas y explosiones bullangueras como el candombe hiperactivo y polirrítmico de “Canción en llamas”, uno de los temas más swingueros del año.
3) Cadáver Exquisito, 750 mg (Perro Andaluz/Caracol Rojo). Si alguien les hubiese dicho a los pocos seguidores que Cadáver Exquisito tenía en tiempos de sus primeros álbumes que la banda terminaría componiendo un disco en base a temas de no más de cuatro minutos, con apariciones esporádicas de instrumentos foráneos (y, a su manera, sacrílegos) como un saxofón, posiblemente la reacción habría rondado el escepticismo y el desencanto. Los Cadáver siempre fueron los pibes que se quedaban haciendo murito del otro lado de la fiesta, ésos que si llegaban a componer un tema radiable terminaban enchufándole 15 minutos de solos disonantes, o que subían el volumen de sus guitarras para que nadie escuchara sus letras cargadas de referencias tramposamente académicas. 750 mg es el disco en el que Cadáver Exquisito decide sacarse la capucha (no se entienda por esto bajar el volumen) y lanzarse al mundo con canciones más redondas y compactas que, más que podar los excesos de la formación, terminan condensándolos en el sonido más stoner y denso que hayan tenido hasta la fecha. Es el cuaderno del estudiante callado y desafiante de la clase, súbitamente convertido en libro de tapa dura, con canciones sobre odio, embole y merca, e incluye una de las mejores letras -y más enigmáticamente poéticas- que haya compuesto una banda de rock uruguayo en años: “Pelo pelirrojo”.
2) Fernando Cabrera, Fernando Cabrera canta Mateo y Darnauchans (Ayuí). Eduardo Mateo y Eduardo Darnauchans son, paradójicamente, dos de los músicos más versionados y más inversionables que haya dado la música uruguaya. La gran mayoría de las veces ha caído sobre los intentos de covers la maldición de algo intraducible que suele escurrirse entre las manos de los ejecutores: por un lado, la medida en que la perfección técnica de la copia termina cayendo en una forma de simplificación; por otro, la tramposa inelasticidad de temas que son mundos cerrados sobre sí mismos. A menudo, el primero de estos escollos ronda la obra de Mateo, de la que los versionistas liman las partes “raras” de la ejecución, casi siempre llegando a una versión más lavada de sus composiciones. En cuanto a las canciones del Darno, siempre pareció que no bastaba imitarlo y que la única manera de que aquello sobre lo que se cantaba mantuviera su sentido tremulante y verdadero era ser él. En la lista de posibles contendientes para sobrepasar esos grandes obstáculos, el candidato más indicado siempre fue Cabrera (quien tenía en su haber un disco de covers -Canciones propias- y álbumes en vivo grabados tanto con Mateo -Mateo y Cabrera- como con Darnauchans –Ámbitos-), y esta presentación en vivo grabada en El Galpón es una muestra excelsa de su capacidad interpretativa y revisionista. Fiel a su estilo único de descomponer melodías para que la mente de uno rellene los acordes en blanco, más que a reversiones, en el disco uno parece enfrentarse a relecturas de Mateo (especialmente en temas como “Lo dedo negro” y el enganchado de “Por qué / La Chola / Esa cosa”), mientras que en temas como “Los reflejos” y “Canción 2 de San Gregorio” llega a rangos expresivos que por momentos hacen pensar que el mismísmo Darno estuviera ahí, fumando tras las bambalinas de El Galpón. Un producto emocionante, que termina adquiriendo la relevancia de un artefacto de decodificación cultural útil para futuras relecturas de la historia de la música uruguaya.
1) Alucinaciones en Familia, Alucinaciones en Familia (Esquizodelia). Luego de la separación de Tres Pecados, acontecida tras el fallecimiento del organista y trompetista Diego Martínez (quedó, como canto del cisne de la banda, el disco Diciembra, de 2011, posiblemente el más importante que haya dado el indie uruguayo en la última década), Pau O’Bianchi, conocido por sus múltiples proyectos de corte autoral, pareció sumirse en un breve hiato en el que se lo vio activo pero lejos de su posición de frontman. 2015 fue el año del regreso, en el que reapareció con tres proyectos bajo diferentes nombres. En un toque en Amarcord que oficiaba de presentación en sociedad de Alucinaciones en Familia (cuando todavía manejaban su nombre original de Jesús Negro y los Putos) tan sólo fue necesario un tema, “Parodista”, para que todos los presentes se dieran cuenta de que Pau había vuelto (o, más bien, nunca se había ido). Canción tramposamente sencilla, con un comienzo que parece partir del medio de otra canción, ostentando uno de los estribillos más alegres de los últimos años y uno de los más graciosos protagonismos del cencerro en un tema uruguayo, “Parodista” es uno de los artefactos pop más redondos que haya construido O’Bianchi hasta la fecha. Si bien Alucinaciones en Familia no llega a los niveles épicos de Diciembra, todo lo que ha hecho notorio al estilo de Pau, desde los insignes arpegios hasta los particularísimos juegos con los gradientes de volumen, está ahí, pero bajo un filtro pop y maximalista (permitido por las nuevas oportunidades de la megabanda que redobla las posibilidades originales del trío Tres Pecados). Uno podría haber esperado un disco centrado en la pérdida y la reinvención, pero alegría, tristeza, violencia y ternura conviven, como las explosiones sónicas que de golpe invaden el tema homónimo del disco, uno de los momentos más erizantes que haya dado 2015.
Direcciones
Ocho de los discos mencionados se pueden escuchar mediante internet en:
https://hablanporlaespalda.bandcamp.com/
https://losextranjeros-uy.bandcamp.com/
https://lauraylosbranigan.bandcamp.com/
https://hachedjrc.bandcamp.com/
https://matador-uy.bandcamp.com/
https://srfaraon.bandcamp.com/
https://cadaverexquisito75.bandcamp.com/
http://paulinorecords.bandcamp.com/
Lo antedicho no quita que, en el caso de los artistas que desean obtener algún ingreso de su trabajo, corresponda comprar los fonogramas para apoyarlos.