Luego de editar Formidable! [2014], arrasaste en los premios Graffiti; hace pocos días subiste unos temas nuevos a Youtube y Bandcamp, y seguís tocando. ¿Renació tu carrera?
-Son cosas que no cambian nada, ni la cantidad de público que te va a ver; es rarísimo. Pero fue divertido. Los tengo en el living, una lata al lado de la otra.
Para vos es más importante que te vayan a ver.
-Yo quiero vivir de la música. Estoy podrido de laburar en otra cosa. Ahora estoy buscando trabajo: a esta altura, de cualquier cosa, hasta de portero. Y siempre es hasta los 25 o 30 años como mucho. Ya tengo 51 y no consigo trabajo de nada; así que, si no trabajo de esto, mátenme.
Es fuerte que a esta altura estés buscando trabajo.
-¿Y quién no está buscando trabajo? Yo doy clases en una universidad y tengo un programa de radio [Servo, en Emisora del Sur]. Pero tendrían que multiplicarme los sueldos por cuatro y congelar los precios para que pudiera vivir como una persona decente. Un sueldo te da para un alquiler, otro para comer todo el mes, otro para los gastos de UTE y Antel y no sé qué, y otro para moverte y comer una pizza en un bar de vez en cuando. Está muy raro este país, pero no por eso -que siempre fue así-, sino porque la gente ya no se queja. Por otro lado, veo autos nuevos y digo: “Me están jodiendo a mí”. O capaz que se acostumbraron y piensan que esto es la vida normal. Debe ser, estamos en el tercer mundo: es esto o peor.
Si Otra Navidad en las trincheras [1994] fuera de una banda yanqui, probablemente vivirías de las regalías y reediciones de ese disco.
-No sé. Ahora creo que es el único disco del Cuarteto que me da algún peso. Los otros, no; al menos, no me llegan desde hace como cinco años. Supongo que no se venden más. Pero Otra Navidad... sí; son chirolas, pero se sigue vendiendo.
Se supone que es el CD más vendido en la historia del rock uruguayo.
-Sí, pero por razones casuales: recién había llegado el CD a Uruguay, no había grabadoras en los aparatos de la gente como para piratear, y tampoco había discos de vinilo, porque ya se había “prendido fuego” el Palacio [de la Música]. Fue una época muy rara: sacabas casete o te tirabas a sacar un CD. Sacaron un CD, y prendió.
Escuché los temas nuevos. Hay uno bastante experimental, “Los nenitos del quiosco”; y “Frutos del mar” es más rockero, al estilo de Formidable!
-En realidad, son todos muy parecidos entre sí y muy experimentales. Por ejemplo, en “Pájaro Batman” y “Buendía Wendi” los acordes se forman entre las dos guitarras y el bajo, no hay nada rasgueando. En cuanto a eso, es muy experimental... Bah, lo hacían [Alfredo] Zitarrosa y The Strokes, pero en un bolero es raro, se forman unas cosas rítmicas muy interesantes. “Pájaro Batman” está cantado en falsete, las tías viejas le dicen a Batman que no debería estar haciendo eso con la fortuna de la familia. Se basa en algo que me dijo un amigo que trabajaba en el casino de un hotel: hay apostadores que van con la familia; entonces, llevan a Julio Iglesias para que les cante a las esposas y a los nenes, y no jodan a los maridos que está gastando seis millones de dólares por día. Las familias adineradas suelen reservar un porcentaje de su fortuna para el pariente adicto al juego, que, si quiere, se la puede gastar toda, pero después no le dan más. La canción es sobre eso, pero el tipo tiene como adicción la estupidez de salir a luchar por la justicia. Bruno Díaz es millonario. “Te estás gastando la herencia en la Baticueva y en pelotudeces para luchar por la justicia”, le dicen las tías.
¿Sos fan de Batman?
-Me gustaba mucho el de la tele: Adam West con su busardita.
Al final de “Frutos del mar” jugás con las bordonas de la guitarra; eso es típico de tu estilo. ¿De dónde surge?
-Por un lado, viene de los milongueros, y también de los brasileños, como Bezerra da Silva, que hacen mucho pulgar y cosas increíbles: con los dedos de abajo van tocando un ritmo, y meten unos bordoneos, con otro ritmo completamente diferente, con la misma mano. No sé cómo hacen. Por otro lado, hay muchas cosas medio western o surf que hacen esos sonidos. Lo podés escuchar en algunos solitos de Franz Ferdinand o de The B-52’s. Hay un tema de The B-52’s que es instrumental: todas las bordonas, cada nota dura dos días y se sostiene. Me fascina ese sonido.
A veces resulta más interesante que un solo agudo.
-Yo odio los solos de guitarra, sobre todo los agudos que estiran las cuerdas. Hice eso en el pasado, y la gente decía: “Por fin Riki hizo un solo con sentimiento”. Para la gente hay un solo sentimiento, el de desesperación aguda. No hay otros, como aburrimiento, nostalgia... ¿Por qué? Me acuerdo de que una vez en una nota escribieron: “Riki hizo un solo con sentimiento”, y ni siquiera lo había hecho yo: había invitado a alguien a hacerlo. Porque tocaba rápido y hacía bending tenía sentimiento...
¿Sos de ir a ver toques?
-No. Por una cuestión de edad: tengo 51 años, ¿a dónde voy a salir? La gente toca a las tres de la mañana. Yo a las nueve y media estoy mirando a Nina en la cama.
¿Nina?
-¿Cómo no sabés lo que es Nina, bo? La gente de la cultura vive desconectada de lo que es la televisión, cuando 80% de la gente de Uruguay ve la televisión.
¿Es la novela argentina que pasa Canal 4?
-Claro, del hijo de Palito Ortega [Sebastián Ortega]. Eso es cultura, eso modifica la forma de vivir de la gente, no el Arte con mayúscula.
¿Te colgás con esas cosas?
-Sí, es buenísima. Tiene algunos capítulos aburridos, pero es re interesante.
Sentarse a ver televisión en un horario concreto parece anacrónico.
-Sí, es lo que yo hago. Odio meterme en internet a mirar una serie, porque ya pasó y estás desconectado del mundo. Que salga en un horario y tengas que verlo ahí es otra cosa. Es como un partido de fútbol: si querés miro el partido del otro día; soy un idiota, estoy mirando un partido de fútbol que ya pasó, y al otro día les comento a todos en la oficina: “¿Vieron el gol de [Luis] Suárez?”. “¿El de hace dos semanas?”. “Sí, yo lo miro cuando quiero, porque tengo Netflix”. La tele es lo que sigue uniendo a la sociedad, por eso todavía no desapareció. Pero es lo único que hay; después, olvidate. Los programas de la tarde y de la mañana... no pasa más nada.
Sin embargo, uno te mira acá en tu estudio, rodeado de tecnología...
-Siempre estuve rodeado de tecnología. Antes tenía un cintero y un portaestudio, era la tecnología que había para grabar música, pero no para comunicarme. Tengo un [celular] Nokia monocromo... O sea, no me interesa comunicarme con la gente. Ahora tengo un controlador, un teclado, la laptop y parlantes grandes. Por favor, no escuchen más música en los celulares, no sean terrajas. Uno vive buscando el sonido del bajo y el del bombo para que después escuchen en ese parlantecito. Una de las ideas que tengo es grabar un disco que suene todo así, como un celular, aunque lo pongas en unos parlantes grandes, para que todos escuchen lo mismo: que no tenga bajo, nada, sólo la voz y alguna guitarrita que haga “pi, pi, pi, pi”.
Vas a tocar con The Supersónicos. ¿Qué te parecieron los EP que editaron con versiones de temas populares?
-Soy fan de ellos. No son discos, es una obra conceptual. Es brutal lo que hicieron. Ellos hacen música surf. Habría sido una obra más normalizada agarrar canciones de lucha y hacerlas música funcional. Lo que pasa es que como el surf en algún punto es funcional, medio música de ascensor, algunos temas quedan como una falta de respeto divina. Agarrar “A desalambrar” y hacerla música de ascensor es buenísimo conceptualmente, porque en el mundo pasó eso. Con El Cuarteto jodíamos con “Guevara jeans”: una camiseta del Che Guevara que es el último grito de la moda. Pasó el tiempo, y los viejos seguimos diciendo “que la lucha, que la dictadura”, y los pendejos: “¿Qué es eso, papá?”. Y nosotros nos quejábamos de nuestros padres, que seguían con Maracaná y “yo antes...”.
Es lo que no hay en el rock uruguayo actual: falta de respeto.
-Claro, falta irrespeto. Nos tienen que dejar de respetar a los viejos y hacer una cosa nueva. Hay mucha gente que hace cosas nuevas, pero a mí me aburren y a la gente joven también. Entonces, siguen haciendo velas puercas y trotskis -cuartetos, por suerte, no han hecho-, música que ya existe. Andá a ver a Trotksy [Vengarán], ¿para qué vas a hacer otra? ¿Por qué bandas de nenitos de 18 años siguen haciendo música que hacíamos los viejos que ya tenemos 50 imitando a otros viejos que ahora tienen 70? ¿Por qué no hacen otra cosa? Entonces, surgen estos movimientos indie pop o no sé qué, pero no tienen el factor entretenimiento. Si vas a cantar tirado en la calle con un ukelele, entreteneme, superá a los viejos de mierda de antes, que somos nosotros. Hablando de respeto: Coriún [Aharonián] me dijo una vez que un artista trasciende cuando es capaz de matar a su padre. Me quedé pensando mucho tiempo en eso. Le copié muchos años a David Byrne [Talking Heads], ahora lo escucho y se me cae un huevo, o a The Beatles: los escucho y también se me cae un huevo. Me entretiene más lo mío.
El rock posdictadura era parricida.
-El rock posdicadura era la misma banda con [efecto] flanger y 17 nombres.
Siguiendo con la falta de respeto: hace 20 años salió El tren bala, con el famoso “El día que Artigas se emborrachó”. ¿Cómo ves ese tema hoy?
-No me parece una falta de respeto. Hoy es un juego de niños.
No te parece, pero cuando salió armó revuelo.
-Andá a armar un revuelo ahora, ¿cómo lo harías? Educando a Nina, mirala... Armaría mucho más revuelo que cualquier canción punk. Mirá el lenguaje que usan: “Negro de mierda”, “puto”. Pero es a propósito, porque el hijo de Palito no es ningún idiota, es un tipo muy culto. Creo que la cultura va más por esos lados populares que por “ay, me voy a tocar para cinco renegados como yo en un sótano inmundo con mal sonido y voy a cambiar el mundo”. Nadie lo va a cambiar. Ya está. Desde un disco no vas a hacer nada nuevo. No sé, estoy diciendo cosas inconexas, pero para eso estoy; soy inconexo desde que nací.
El tema de Artigas hoy no calentaría a nadie, pero me parece que hay letras del Cuarteto que en la actualidad resultarían mucho más políticamente incorrectas de lo que fueron. Por ejemplo, “Mabel”.
-¿Por qué?
Y... trata de un niño de ocho años que...
-Un niño travesti de ocho años. Es una cosa que existe, no sé si travestis de ocho años, pero sí de que a veces hay políticos metidos en eso. Viste que el nene habla de que entretiene a senadores y a curas. ¿Qué cambió? Nada... ¿Te acordás de que hace unos años hubo un escándalo en Melo? ¿Y qué pasó con eso?
¿La letra es tuya?
-Sí, pero lo que más me gusta de ese tema es la armonía, y que está cantado con vocecita de nene: no sé si es con falsete o con un efecto, me los confundo a todos.
“La pequeña Leti” es otra que no es muy políticamente correcta.
-Me acuerdo de que cuando estábamos grabando las voces quería hacer unas armonías como El Súper Ratón, y entonces pensé: “Leo Maslíah debe saber cómo se hacen esas cosas”. Tenía el teléfono cortado, así que tuve que ir al monedero del almacén de enfrente, y lo llamé. Justo se estaba yendo a Buenos Aires, me fue explicando el arreglo de las voces por teléfono. Al comienzo hay un loop de toses.
Porque la pequeña Leti tenía cáncer de pulmón. Esa para mí es una de las mejores canciones del Cuarteto, pero hoy haría saltar a varios.
-Bueno, si esos discos los sacás a la luz ahora, creo que al Cuarteto se le acaba la carrera. Hay temas peores que no los voy a mencionar, para que no se les acabe la carrera. Lo que no me gusta de ese disco [Cortamambo, de 2000] es la tapa. La original era otra, que no llegó a salir, porque había un Bambi, y el sello [Koala] se empezó a perseguir con que Disney le iba a hacer un juicio. Entonces, pusieron esa porquería: “Cuarteto-cuatroteto-cuatrotetas”. Llamaron a un publicista para hacer una tapa, y la otra estaba hecha por artistas, tenía trabajo de semanas. Esa fue la primera vez que me fui de la banda. Estuve un año afuera. Ese disco no tuvo presentación en vivo ni nada. Me pareció triste que transaran en eso de la tapa.
¿Leo Maslíah es una de tus máximas referencias?
-Es amigo y trabajamos juntos en muchas cosas, pero sí, El Cuarteto que apareció a la luz con su primer disco estaba muy influido por Leo, y en el tercer o cuarto disco, directamente fue el tecladista. Era una buena referencia de cómo se puede hacer letras que hasta pueden rockear -porque para mí Leo Maslíah es punk- y cantarlas en español sin problemas. Estaba todo eso de que había que cantar en inglés porque, si no, sonaba mal. Y se llenó de músicos uruguayos y argentinos que hasta el día de hoy pronuncian como si fueran brasileños. Por ejemplo, La Torre, la banda de [Oscar] Mediavilla y la mujer, Patricia Sosa: “Rock and rooulll”.
Te manejás con humor. ¿Sos de consumirlo?
-Ahora no consumo nada, porque no escucho ni música. Pero yo soy así en la vida. Viste cómo hablo: soy un retrasado mental hablando (ahora saltan todos: “¿Cómo va a decir retrasado mental?”), soy medio tarado, medio animal hablando y pensando, y tengo problemas de razonamiento. Pienso las cosas distinto -no en el buen sentido-: todo me lleva diez veces más trabajo y tiempo; entonces, me pierdo todos los trenes. No sé por qué hago eso. Voy por el camino más largo -mi mujer siempre me lo dice-, más difícil, más caro y más inútil. Capaz que te saco un rockabilly, pero no me puse a hacer un rockabilly, sino que empezó siendo así, después lo llevé para un lado más experimental para que no pareciera un rockabilly, y luego le saqué cosas para que no quedara tan sobrecargado, y terminó siendo el rockabilly que habría compuesto de primera. Esas cosas me pasan todo el tiempo. Por lo menos, sé reírme de esas situaciones; lo veo de afuera y me cago de la risa. ¿Qué voy a hacer? La vida es muy ridícula y muy cómica. Hay gente que no se ríe de nada. Pero yo no me río porque diga “hay que reírse de uno mismo”; no, me río de todos. De ustedes también, idiotas.
Veo una Gibson detrás tuyo. ¿Cuántas guitarras eléctricas tenés?
-Tenía una Stratocaster muy barata, Squier, pero me la robaron del auto porque mi hermano [Roberto] un día estaba borracho, dejó el auto afuera, y nos olvidamos de bajarla. Me compré otra casi Squier, una Fender mexicana, en el Palacio de la Música, hace... el de [Alfonso] Carbone, cuando estaba cerrando, ya estaba medio fundido y pusieron las guitarras en liquidación. Todavía la tengo. Yo quería una con caja porque quería bordonear, y la Fender bordonea lindo, pero con micrófonos caros, no con los baratos que tengo yo. Una vez fuimos de gira con El Cuarteto a Estados Unidos... Gira uruguaya, tocando para los lavacopas y todos nuestros amigos de los hoteles. Cada vez que íbamos a un hotel, venían y nos decían: “Soy uruguayo, el matecito... ¿trajiste yerba Canarias?”. Nadie toma Canarias, hace una úlcera al estómago, ¿estás loco? Todos venían con cosas de hace 40 años.
No sos de la nostalgia.
-No. Allá un tipo decía que laburaba en el hotel, de tarde lavaba copas en un bar y después era sereno; quería volver a Uruguay. “¡Y volvé! Si tenés tres trabajos como acá, en Uruguay vivís”. Pero igual se quedaba allá porque tenía auto. ¿Viste “Adiós Miguel”, de Leo Maslíah? Todo el mundo se enojó mucho con él, pero era medio así. Vos elegís. Yo elegiría irme, pero no tengo edad para eso; si no, me habría ido a la mierda. Ojalá, pero ya es tarde. Todavía me quiero ir, no sé cómo hacer.
¿Para dónde?
-Aunque sea a Argentina o Chile. Antes cobraba el 10 y no llegaba a fin de mes, ahora no llego al 10, porque me están pagando antes. Me van a putear: “No digas esas cosas en entrevistas, quedás como un muerto de hambre”. Sí, soy un muerto de hambre, sépanlo.
Me decías que te robaron la guitarra porque tu hermano estaba borracho...
-Los dos estábamos borrachos. Veníamos de tocar de no sé dónde y dejamos el auto afuera.
¿Cómo te llevaste con el alcohol y las drogas?
-No tomo más. Drogas nunca tomé. Alguna vez fumé porro, pero me aburrí tanto que nunca más. El olor a marihuana me da asco. Otras drogas no probé, de viejo espero probar. Pero todas me deben afectar el estómago. Dejé de tomar porque el estómago... O sea, 40 minutos de alegría son tres días de resaca. No soy antidrogas ni nada, es simplemente que a mí no me funcionan. El alcohol me gusta pero pasa eso: tengo que tomar whisky caro, porque si no... Además, manejo. Me compré un auto hace como diez años, un Chevette del 88, así que no puedo tomar. No por la multa, sino por seguridad: tengo niñas que llevo en el auto y soy responsable. Voy a 45, todos me tocan bocina. El único idiota que va a la velocidad reglamentaria soy yo.
¿Con qué nos vamos a encontrar en el toque del 21?
-Será un toque básicamente de Los Súper, que me invitaron. Lo vamos a hacer juntos. Siempre tuvimos esa idea porque somos amigos. Hemos tocado juntos incluso con El Cuarteto. Recuerdo que me subieron a caballito, esas coreos que hacen ellos. Yo voy a tratar de tocar sólo los temas de Formidable!, más los tres primeros nuevos que subí.
¿Nada del Cuarteto?
-Espero que no, porque no tiene ningún sentido.
¿Te molesta que te nombren al Cuarteto?
-No. ¿Sabés qué es lo que me molesta? La gente que me dice: “¿Cuando volvés al Cuarteto” porque quiere volver a cuando era joven y se sentía mejor. Si yo volviera a la banda, no sería El Cuarteto de antes, ni los que me dicen eso volverían a ser jóvenes que van a ver una banda contestataria y desopilante. Eso ya pasó, era otra época. Por más que yo volviera al Cuarteto e hiciéramos un disco nuevo, sería otra banda complemente diferente: no haríamos “teta-culo”. “Me agarré el pitito con el cierre” ya era un chiste en esa época, que lo agarraran como un tema en serio era bastante ridículo. Entonces, no tiene ningún sentido. Yo no soy El Cuarteto viejo, no hago canciones como El Cuarteto de antes; mis canciones de ahora no tienen nada que ver. Me calienta que la gente piense que yo hago El Cuarteto viejo. ¿Por qué? ¿Porque las canciones son cómicas? Las canciones de ellos también son cómicas. Siguen teniendo humor en las letras. El humor no quiere decir chiste con remate. Mi hermano tiene su humor. También hay mucha gente que dice: “Maduraron”. No maduraron un carajo. A mí me parece que justamente no maduraron y por eso están haciendo esas canciones así. Porque madurar no es perder el humor, sino llevar lo que vos hacías hasta la máxima expresión. Pero creo que las canciones de El Cuarteto, por más que no tengan chistes, tienen humor, o al menos sarcasmo, que es una variación.
Pero no como “Mabel”.
-No, y yo tampoco hago más canciones como “Mabel”, ni quiero hacerlas; me daría mucha vergüenza. Esa sí es una canción más inmadura.