En la reciente Feria del Libro Internacional de Montevideo fue posible conseguir, en el stand de la cubana Casa de las Américas, un ejemplar de Felisberto Hernández. Narraciones, un compilado bastante completo prologado por la escritora y estudiosa de la literatura rioplantese Susana Haug. El libro, ahora, sirve de pretexto para hablar de una serie de publicaciones que salieron a la venta luego de que la obra de Hernández pasara al dominio público el 1º de enero de 2015, y que ofrecen un excelente panorama de opciones (sin contar la de bajarla gratis, por ejemplo en autores.uy) para obtener estos relatos -ineludibles, pero eso es ya una obviedad-.
El libro de Casa de las Américas resulta ser, en cuanto a los textos incluidos, el menos completo de los que mencionaremos acá, pero están, de todos modos, los publicados en vida y una selección de póstumos junto a “relatos, apuntes y fragmentos inéditos”; eso, el precio comparativamente bajísimo y la cronología incorporada a modo de apéndice lo vuelven (o volvieron) una opción más que interesante. Además, Haug logra condensar en poco más de 30 páginas (y otras tantas y profusas notas) una serie de líneas de lectura e investigación especialmente fértiles y sugerentes, y bajo el lema sontaguiano “contra la interpretación” propone un abordaje empático y lúcido de las peculiaridades (conceptuales, narrativas, estéticas y todo lo que quieran) de la obra hernandiana.
Acaso el más recomendable de los libros aparecidos el año pasado sea Narrativa completa, de El Cuenco de Plata. Es posible que aparezcan más inéditos (de hecho, luego me referiré a una edición que incorpora textos no presentes en esta), pero no cabe duda de que es la oferta más exhaustiva hasta la fecha, y su edición es impecable. Está precedida por un estudio biográfico y crítico de interés, ofrece referencias de primeras ediciones, declara con claridad los criterios de establecimiento del texto y abunda en “esbozos, argumentos, proyectos, fragmentos, reflexiones y misceláneas”. Es la propuesta más cara, así que el lector no especializado debe decidir si compra varios libros de su interés o sólo este. Pero bueno, es Felisberto. Para los investigadores o fans es imprescindible, aun más que la mítica edición de Obras completas preparada por José Pedro Díaz.
En segundo lugar en cuanto a completitud y calidad está la edición de Alfaguara, Narrativa reunida. Está casi todo -algunos dirían que todo lo que vale la pena, pero se sabe que Felisberto es una caja de sorpresas y que puede deslumbrar con un párrafo de tres líneas que aguarda aún en quién sabe qué archivos sepultados en un sótano- lo que recoge el tomo de El Cuenco de Plata (faltan textos tan interesantes como El teatrito (novela) y Esquema para un tratado de embudología, pero hay que mirar con cuidado porque algunos aparecen con títulos diferentes) y la calidad de edición es atendible. Su principal problema es quizá el prólogo de Hebert Benítez, a medio camino entre un ensayo que se animara a explorar caminos no muy transitados y una nota introductoria informativa o de divulgación.
También el año pasado apareció Obra incompleta, a cargo de Óscar Brando (Ediciones del Caballo Perdido/Ediciones Cruz del Sur), que ofrece un repertorio de textos adecuado (no tan completo como los de los dos mencionados antes, pero incluye algunos escritos autobiográficos que terminan por hacer que valga la pena adquirir el libro); la principal falla de esta edición es el descuidadísimo prólogo, pero se lo puede dejar sin leer y ya.
Merece una mención Tres novelas longevas, la bellísima edición de Criatura editora que reúne -e ilustra- las llamadas “novelas de la memoria”, es decir Por los tiempos de Clemente Colling, El caballo perdido y el póstumo e imprescindible Tierras de la memoria. También hay que nombrar Las hortensias, adaptación al cómic de Renzo Vayra del cuento homónimo, y el excelente Felisberto Hernández ilustrado (Milena Caserola/La Libre): además de incluir algunos textos ausentes en la edición de El Cuenco de Plata (descubiertos y transcriptos por Daniela Olivar a partir del material disponible en la Sección y Archivo de Documentación del Instituto de Letras) aporta unas hermosas ilustraciones a cargo de Diego Bonilla y un prólogo de Daniel Mella.
Hay, entonces, mucho para elegir y muchos criterios que manejar a la hora de decidir cuál se adquiere. Quizás haya coleccionistas completistas (yo, por ejemplo) que quieran tener todas las ediciones; para la gente más razonable, la edición de El Cuenco de Plata -complementada por Felisberto Hernández ilustrado- sería la mejor opción, con la de Alfaguara en un meritorio segundo lugar.