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Adrian Belew. Foto: difusión, s/d de autor

Adrian Belew vuelve mañana a Montevideo

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Hay guitarristas que se destacan por su técnica, otros por su expresividad emocional, y otros por su creatividad y capacidad innovadora. Adrian Belew se ha destacado por las tres cosas, y eso lo ha llevado a ser -especialmente durante los años 80 y 90- uno de los músicos más requeridos y admirados del área más experimental, virtuosa y moderna del rock. El currículum de Belew es impactante e incluye haber sido guitarrista estrella de Talking Heads, Frank Zappa, David Bowie, Paul Simon, Laurie Anderson y Nine Inch Nails, pero posiblemente su trabajo más conocido haya sido como integrante de King Crimson, en una formación soñada en la que no sólo hizo de contrapunto del enorme Robert Fripp, sino que también fue vocalista frontman, compositor y letrista. Montevideo ya ha tenido la suerte de verlo un par de veces en vivo, y mañana regresa a La Trastienda con el Adrian Belew Power Trio, que integra junto con los hermanos Eric y Julie Slick. Antes de esta tercera visita, conversamos con él sobre una asombrosa carrera que actualmente está quizá en su momento más prolífico y, como siempre, con la mirada hacia el futuro.

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Tu trabajo en los últimos años ha girado mucho en torno a una aplicación para celulares que diseñaste: FLUX by Belew. ¿Podés contarnos de qué se trata?

-Es una app que podés bajar por diez dólares y que contiene cientos de piezas musicales; hay muchas, muchas canciones, piezas instrumentales, sonidos de distintos tipos, incluso comunes, de lo cotidiano, mucha información técnica sobre la grabación de las canciones y cosas por el estilo, y elementos visuales. Lo que pasa cada vez que tocás el play es que obtenés media hora de material, que no va a ser el mismo dos veces. Por ejemplo, puede arrancar con una canción que empieza a sonar y de pronto es interrumpida por otra canción, o por un sonido que dura cinco segundos, que luego pasa a otra pieza musical y así sigue. Y cambia cada vez en forma aleatoria; si algo te gusta particularmente, apretás el botón de favoritos y ese tema queda en una playlist que podés escuchar cada vez que quieras. Pero la verdadera idea es que esa media hora sea sorpresiva y que pase rápidamente. Tiene que ver con lo que me parece que es la forma en la que piensa la gente en la actualidad, con internet y los comerciales de televisión. Nos han enseñado a adquirir la información en ráfagas cortas y con períodos de atención cortos. Así que generalmente [en FLUX] escuchás un tema o una porción de él, y los temas se entremezclan una y otra vez, de modo que vas a volver a escuchar ese tema otra vez en algún momento, pero en un contexto diferente. Incluso cuando yo toco el play no sé cómo va a empezar, qué va a sonar o cuando va a terminar. Y la parte visual no necesariamente acompaña la música, así que también cambia cada vez.

Entiendo que esa es la forma en la que la gente se acerca hoy en día a la música, pero ¿es esa tu forma de escucharla?

-Es la forma en la que quiero escuchar una parte de mi música, y quería escucharla así desde hace décadas, tenía esta idea desde 1979: hacer música que fuera más como la vida real. Que estés escuchando algo y otra cosa te interrumpa... como en la vida real. Que suene el teléfono y vayas a atender y cuando volvés ya está sonando otra canción. O estás escuchando algo y alguien prende una cortadora de pasto y no podés oír nada... Sentí que debería haber un lugar que representara la forma en que la gente recibe la información hoy en día. Creo que es diferente, no creo que uno tenga que escuchar el mismo estribillo una y otra vez para atraparlo. Ese era el antiguo modelo para las programaciones de radio, que ha estado en la vuelta durante 60 años. Cada canción tenía que tener tres minutos y medio o cuatro minutos de largo, con tres estrofas y tres estribillos... Yo quería romper completamente con ese modelo y componer cualquier cosa que quisiera, de cualquier extensión y forma, y hacer que todo trabajara en conjunto de manera muy personal. Así que cuando escuchás FLUX es realmente todas las posibilidades de lo que yo puedo hacer. Es cada música que puedo tocar o cada canción que puedo hacer. Toco todos los instrumentos y produzco todos los temas; por lo tanto, la computadora no cambia la música en absoluto, pero la sacude y la vuelve aleatoria.

¿Es música predominantemente instrumental?

-No, en absoluto, son en su mayor parte canciones que estuve grabando durante seis años. Pero como son de final abierto y forma libre, me han vuelto mucho más productivo y creativo. Escribo todo el tiempo, ahora acabo de terminar de componer 70 canciones, y estoy mezclando siete más para agregarles. Porque ese es otro detalle: siempre puedo agregarle cosas a FLUX. Así que nunca es algo que esté concluido, siempre está cambiando, siempre le podés sumar algo...

¿Creés entonces que el formato de disco, tal como lo entendíamos, se terminó? ¿Vas a volver a hacer un disco como los de antes?

-Seguro, no creo que FLUX sea el medio ideal para todo lo que hago. Hay canciones que me parecen demasiado largas para FLUX, que es algo donde funcionan más que nada las cosas cortas y rápidas, así que voy a seguir haciendo discos a la antigua. Además, estoy editando una serie de compactos que gradualmente van a contener todo lo que hay en FLUX. De hecho, acabamos de sacar el primero, que se llama FLUX: Volume 1, y es para la gente a la que no le gusta bajar cosas de la red. Ya estamos trabajando los volúmenes 2 y 3, y en algún momento todo va a estar también en este formato.

Los temas de tus discos solistas suelen tener un lado pop que rara vez está en tus trabajos con otros músicos. Hoy en día parecería que el pop ha desplazado al rock en términos de representatividad y presencia cultural. ¿Qué pensás del pop actual?

-Voy a ser muy honesto contigo: no escucho a nadie más. Dejé de escuchar cualquier otra música hace unos 20 años, no sé nada de la música de nadie hoy en día. No escucho la radio -nunca lo hice-, no veo mucha televisión. La verdad del asunto es que estoy muy ocupado. Estoy todos los días haciendo mi propia música, trabajando, grabando, viajando y escribiendo, y realmente no tengo mucho tiempo para escuchar nada. Además, no quiero: quiero mantener puro lo que hago, no quiero pensar en lo que otra gente está haciendo. Pero te alegrará saber que en FLUX he vuelto a esas estructuras de canción pop que hacía en algunos de mis discos. Hay más de esa clase de temas en FLUX que lo que ha habido en mis discos desde hace mucho tiempo.

Entre otras cosas, también sos diseñador de guitarras. ¿Seguís trabajando con la marca Parker?

-Bueno, Parker Guitars fue vendida a una corporación en Canadá y ya no tengo conexión con esa marca; ya no fabrican la Parker Adrian Belew, tan sólo el modelo estándar. Pero sigo tocando con mis guitarras Parker; todavía son mis favoritas y voy a seguir tocando con ellas. Y espero que algún día la compañía se abra a producir más guitarras o algo por el estilo; para mí sigue siendo la guitarra ideal para tocar; se adecua perfectamente a mí y me hace tocar mejor. Así que no pierdo las esperanzas, a pesar de que sé que la compañía ya no es lo que era.

¿Hay algún otro instrumento que te guste tocar tanto como la guitarra?

-Realmente me encanta tocar la batería. Empecé siendo baterista, y es una experiencia totalmente distinta a tocar la guitarra. También he intentado tocar violonchelo; digo “intentado” porque no soy un gran violonchelista, pero disfruto mucho de tocarlo... Me gusta todo; tengo pianos, un kodo japonés, armónicas... Intento convertir en música cualquier cosa que haga algún sonido. Cómo habrás notado, en mis discos solistas toco todos los instrumentos, porque me gusta ese desafío. Sé lo que quiero y no necesito contratar a alguien para que lo haga por mí. A veces es bueno tener a otra gente involucrada, es por eso que tenés colaboraciones como la de King Crimson, o una banda como el Power Trio, pero cuando hago discos solistas me gusta tocar todo yo mismo.

¿Y otros guitarristas? ¿Se te ocurre alguno con el que te gustaría tocar?

-No creo que me gustara especialmente tocar con alguien, pero tengo algunos pocos favoritos. Mi guitarrista favorito ha sido siempre Jeff Beck. Él y yo ahora somos amigos, y realmente me encanta tenerlo de amigo, porque mucho antes de que yo agarrara una guitarra, él ya estaba haciendo cosas que me parecían lo mejor del mundo, junto con Jimi Hendrix, Eric Clapton y Jimmy Page. Todos esos tipos hicieron enormes esfuerzos para que la guitarra fuera lo que es hoy. Alguna vez que escucho viejos discos que ya conocía, recuerdo cómo me pegaron esos trabajos, y sé que allá afuera hay un montón de guitarristas buenísimos, que pueden tocar diez veces más rápido que yo, pero no lo veo como una competencia. Pienso que la guitarra es mi voz, es el vehículo con el que creo la mayor parte de mi música. Ella viene a mí a través de mi guitarra, que es mi instrumento.

Se ha escrito mucho sobre tu carrera como instrumentista y tu forma de tocar, pero a mí siempre me interesaron mucho también tus letras. ¿Cómo empezaste a componer, en el aspecto poético?

-Cuando estaba en la escuela, lo que más me gustaba era lo que tenía que ver con la escritura creativa, las clases de literatura y lo que tuviera que ver con ella. Soy un lector muy ávido, leo más de lo que hago cualquier otra cosa, y por eso es que no veo mucha televisión ni escucho la radio. Mi esposa dice que soy la persona más autodidacta que conoce. Creo que cuando terminé la escuela continué el aprendizaje, y al hacer eso desarrollé un buen sentido de lo que es una historia, un buen sentido de la ironía y los juegos de palabras. Y también de cómo representar esas cosas en una canción, porque es muy importante lo que las palabras hacen en las canciones, cómo te dicen lo que la canción se supone que te diga, así que trabajo mucho en ellas. Pero una cosa interesante es que solía ser muy difícil para mí escribir letras; a veces me llevaba varias semanas. Y ahora, desde que abrí la puerta con FLUX, todo fluye junto a la vez. Empiezo a componer un tema, y cuando lo termino ya tengo la letra. Eso me hace mucho más feliz.

Has tocado con varios de los mejores compositores de los últimos 40 años. ¿Quién pensás que fue el que te dejó trabajar más libremente?

-Creo que con David Bowie y los Talking Heads fueron dos situaciones en las que me sentí muy libre, porque eso es lo que ellos querían. Querían alguien que pudiera ponerse salvaje con la guitarra, sumar sonidos distintivos, y aportar con su música de esa forma. Con Nine Inch Nails ocurrió algo muy similar. Esas fueron algunas experiencias en las que me pidieron que me comportara libremente, pero cuando estás componiendo todo en tu propio disco estás siendo libre, y cuando colaborás en una banda como King Crimson, donde todo el tiempo te piden que vayas más allá de tus límites, es la misma libertad. Así que generalmente he sentido que era libre para hacer lo que quisiera. Ha habido un par de discos en mi carrera en los que el artista era muy específico en cuanto a hacer las cosas a su manera -Frank Zappa fue uno, Paul Simon fue otro-, pero con la mayor parte de la gente que ha trabajado conmigo, o en la mayoría de las situaciones en las que me he encontrado, lo que me pidieron fue que fuera yo mismo. Y eso es bastante fácil.

En tu sitio web contaste la historia de cómo David Bowie te “robó” [ver recuadro] de la banda de Frank Zappa a fines de los años 70. ¿Pudiste reconciliarte con Zappa después de eso?

-Oh, sí; dos días después de eso ya estaba todo bien. De hecho, para terminar esa historia, dos días más tarde estábamos viajando al siguiente show, me senté en el ómnibus con él y le pregunté qué debía hacer, y él me dijo que pensaba que debía irme de gira con David Bowie. La idea era que cuando terminara la gira de Bowie, volvería a la banda de Zappa, pero las cosas no salieron así. Él cambió sus planes, la gira con Bowie duró mucho más de lo que se suponía -un año y medio, una gira mundial en vez de cuatro meses-, así que por desgracia no pude continuar tocando con Frank, pero cada vez que yo iba a Los Ángeles, donde él vivía, lo visitaba y nos llevábamos bárbaro.

¿Era un hombre con quien resultaba agradable trabajar, o era excesivamente estricto, como dicen algunos?

-Él era estricto, pero para decirte la verdad, conmigo siempre fue muy amable y generoso. Creo que él me puso debajo de su ala, como a un joven músico al que pensaba que le podía enseñar muchas cosas. Él fue muy, muy agradable conmigo, y cuando viajábamos los otros músicos solían salir todos juntos, pero yo salía con Frank. Me volví algo así como su compañero. Yo iba a su casa cada fin de semana mientras ensayábamos durante tres meses; me pasaba los fines de semana en su casa, así que llegué a conocer bastante bien a él y a su familia. Podía, por supuesto, ser muy estricto; quería que los músicos tocaran correcta y consistentemente. Yo no tenía problemas con eso porque lo entendía; también soy un perfeccionista.

Tocaste ya dos veces en Montevideo. ¿Hay algo que recuerdes en particular?

-Recuerdo la belleza de la zona del centro de la ciudad, donde estaba el hotel en que nos quedamos. No esperaba que fuera tan bello; en el hotel todos teníamos habitaciones en las esquinas y podíamos ver la ciudad y el mar al mismo tiempo, y todo dijimos “guau, este es un lugar realmente hermoso”. Y el público... hay algo del público de Sudamérica que no pasa en el resto del mundo. Son más entusiastas, parecen divertirse y disfrutar la música más que cualquier otro público que se me ocurra... Siempre estamos contentos de volver, porque la gente lo aprecia, y espero que todo el mundo vaya, porque no es algo que hagamos muy a menudo. No sabemos cuándo volveremos a Sudamérica; podrían pasar otros tres años.

Bueno, acá en Uruguay hay un culto bastante ferviente de King Crimson, así que todo el mundo se entusiasma mucho cada vez que Tony Levin o vos vienen a tocar.

-Sí, Crimson es maravilloso. Los entiendo porque me pasa lo mismo: yo también soy un gran admirador, y estoy muy contento de haber sido parte de esa banda.

Frank Zappa y el Capitán Tom

Cuando a principios de este año David Bowie murió, Adrian Belew compartió una anécdota acerca de cómo fue su pasaje de la banda de Frank Zappa a la del Duque Blanco en 1978, que resulta muy representativa de las personalidades de esos dos colosos tan dispares. Belew estaba de gira con Zappa por Alemania, cuando en su concierto en Berlín se encontró entre bambalinas con Bowie -quien residía entonces en Alemania y había ido al show de Zappa exclusivamente para ver a Belew, por recomendación de Brian Eno-. Bowie le dijo que quería hacerle una propuesta musical. Sabiendo que Zappa era extremadamente celoso con sus músicos -con los que ensayaba durante meses y meses antes de salir de gira-, decidieron ir a cenar para conversar sobre el asunto, y Belew se escapó del entorno de su banda para encontrarse con Bowie, dándose la enorme casualidad, en una ciudad del tamaño de Berlín, de que terminaron recalando en el mismo restaurante en el que estaba Zappa. Con tan sólo verlos llegar juntos, el estadounidense dedujo de inmediato lo que estaba sucediendo, y que seguramente su guitarrista se iba a ir con el músico inglés, más popular y con mayor capacidad económica, pero el siempre civilizado Bowie se sentó en su mesa e intentó entablar conversación con Zappa, elogiando a Belew con un “qué guitarrista el que tenés aquí, Frank”, a lo que Zappa contestó con un terminante “Fuck you, Captain Tom”. Zappa se refería al álter ego asumido por Bowie en su canción “Space Oddity”, el Mayor Tom, aunque de paso le había rebajado un rango. “¿Podemos hablar como caballeros sobre esto?”, dijo Bowie, y la respuesta fue un nuevo “Fuck you, Captain Tom”. “¿Entonces realmente no tenés nada más que decir?”, preguntó Bowie, y Zappa volvió a decir “Fuck you, Captain Tom”. Ante la evidencia de que el horno no estaba para bollos, Bowie decidió que era mejor cambiar de restaurante, se llevó al tenso Belew consigo, y cuando entraron en la limusina le dijo, con su clásico humor británico: “Creo que todo estuvo bastante amable...”.

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