Siempre me intrigó que un libro de ficción de un autor debutante pueda encabezar la lista de los más vendidos en su primera semana de existencia, como pasó en 2015 con la novela de Paula Hawkins en que se basa esta película: permaneció allí 12 semanas, y volvió al número 1 luego, por dos más. Lleva decenas de millones de ejemplares vendidos. Los derechos cinematográficos ya estaban comprados por DreamWorks antes de la publicación, y el film tuvo por todos lados un lanzamiento masivo, en gran cantidad de salas, como el que se realiza en Uruguay.
No leí el libro, pero la historia tal como aparece en la película parece calculada para movilizar a mujeres maduras de clase media. La superficie es la de un thriller con elementos de policial: una mujer desaparece, se investiga a los sospechosos, hay algún peligro en el aire. Los tres personajes principales son mujeres. Lidiamos con asuntos tales como la frustración porque un ex marido está feliz con otra, la mirada un poco envidiosa y fantasiosa de una mujer sola hacia una pareja aparentemente feliz, la atracción sexual/amorosa por un terapeuta guapo, viril, protector y realizado, o por el vecino guapo, viril, protector y realizado, o las fantasías sangrientas contra la rival más sexy. Entre otras catarsis, se revela que las muchas macanas que hacían que una mujer se sintiera culpable y fracasada ante su pareja en realidad habían sido provocadas por el varón, de modo que la culpa no era de ella (el objeto de identificación) sino de él (el otro), idea reconfortante si las hay. También habrá una alianza femenina contra un varón que traicionó expectativas.
La maternidad cumple un rol importante. Cada personaje femenino muestra una actitud o posición definida al respecto, y esa diversidad aparentemente incompatible bien podría convivir en una misma lectora/espectadora: el profundo amor maternal y el rechazo a la maternidad y a los bebés, el empeño por ser una buena madre y el aburrimiento de cuidar al bebé, la necesidad práctica de una niñera y los celos del vínculo del marido con ella, el pánico a la pérdida del bebé, la frustración por no poder tener uno.
Al menos en la película, las fantasías eróticas están tratadas con un pudor aburridísimo. Hay un montón de escenas de sexo (en gran diversidad de posiciones, situaciones y locaciones), todas con gente bella de entre 30 y 45 años, obviamente pensadas para hacerse un poquito la cabeza sin correr el riesgo de suscitar rubores en situaciones sociales. La escena más hot se da cuando el personaje interpretado por Haley Bennett (actriz con gran potencial de sex symbol) decide tentar a su psiquiatra, pero tampoco se sale de lo soft y pasa muy rápido. Con la agresividad la cosa va un poco mejor que con el sexo, y en el showdown hay una buena catarsis sangrienta. Es decir que no es un film muy sano: las pulsiones reprimidas en lo sexual se vierten de modo más libre en forma de violencia: make war, not love.
Una versión de ese tratamiento pudoroso y lavado se traslada al estilo de la película. El libro fue caracterizado por la crítica como una basura bien hecha y efectiva, que explota ciertas frustraciones cotidianas de determinado grupo humano. En vez de asumir eso llanamente, los productores decidieron darle un tratamiento cinematográfico arty. Esto empezó cuando eligieron como guionista a Erin Cressida Wilson, la de Retrato de una pasión (2006), en la que Nicole Kidman hacía de la fotógrafa Diane Arbus, y que tenía en muchos sentidos el mismo aire que esta película. Allí el compositor de la banda musical era el gran Carter Burwell haciendo una pobre imitación de Philip Glass; aquí la imitación de Glass la hace el menos excepcional Danny Elfman, y el mundo del film se baña en oscilaciones a tempo regular, con sonoridad orquestal sobre acordes consonantes menores, que se casan con el visual de vidrios empañados o cubiertos de gotas, reflejos, cámaras lentas, paleta de colores restringida, narraciones pretendidamente poéticas en voz over, montaje fragmentado y estructura con tiempos barajados, preciosas fachadas y decoraciones de interiores como de revista. No hay un momento risueño, un chiste ni una irreverencia burlona. Todo son caras serias y profundamente afectadas por los grandes problemas de la existencia (qué habrá hecho el arte de verdad para merecerse una reputación tan cretina). Ni el personaje de una desempleada acusa problemas económicos, y la que trabaja como niñera vive en una casona de dos pisos que en Uruguay sería considerada de elite.
La acción fue trasladada de Londres (donde transcurre la novela) a los suburbios de Nueva York, un gesto de histérico temor ante el rechazo de los estadounidenses a los paisajes extranjeros cuando se trata de suscitar identificación. Pero por otro lado eligieron a la inglesa Emily Blunt para el papel de la “chica del tren”, porque su expresión etérea y su acento británico aportan a la gran maniobra kitsch que es esta adaptación. Ella hace una gran actuación como Rachel, una alcohólica cuyas fallas de memoria dan origen a algunos de los misterios de la película y motivan una estructura cronológica llena de flashbacks.
La novela original alterna a los tres personajes principales como narradoras en primera persona, y arma su historia a partir de esas voces no siempre confiables. En el cine suele ser muy imperfecta la reproducción del efecto de “primera persona”, y en este caso es sumamente torpe la manera en que se devela el misterio: la imagen se oscurece cuando alguien se desmaya, y vemos el flashback detallado del momento del crimen como si fuera una especie de sueño de la desmayada. Cuando ella se despierta, parece saber lo que ocurrió y gana seguridad con respecto a quién cometió el asesinato. Pero no fue testigo de la escena y nadie se la cuenta. De todos modos, con ese tratamiento distante, más preocupado por el estatus de la película como cosa seudoprestigiosa que por los personajes, termina importando muy poco quién cometió el crimen o cómo los personajes y espectadores nos enteramos de ello.
La chica del tren (The Girl on the Train)
Dirigida por Tate Taylor y basada en una novela de Paula Hawkins. Estados Unidos, 2016. Con Emily Blunt, Haley Bennett y Rebecca Ferguson. Grupocine Ejido y Punta Carretas; Life Cinemas 21, Alfabeta y Costa Urbana; Movie Montevideo, Nuevocentro, Portones y Punta Carretas; shoppings de Colonia, Punta Shopping, Rivera y Salto.