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Recital de Buenos Muchachos en La Trastienda. / foto: pablo nogueira (archivo, setiembre de 2009)

Buenos Muchachos repasa sus canciones y 11 artistas nos contaron cuál prefieren

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A 20 años de su primer disco, y a unos cuantos más de sus inicios, Buenos Muchachos se ha consolidado como una banda de culto. Hay algo en ellos que trasciende registros de boletería y que toca a una imaginería propia, defendida férreamente por sus seguidores, con inspiraciones desperdigadas en distintas ramas del arte y términos como “vibra el costillar” y “climático al pecho”. Es difícil pensar en otro grupo de rock local que haya sido tan mitologizado, con varias de sus letras atravesadas por un sinfín de interpretaciones y una referencia notoriamente icónica en torno al cantante Pedro Dalton. En una serie de conciertos en La Trastienda, interpretarán todos los temas de sus seis primeros álbumes: Nunca fui yo (1996) y Aire rico (1999) hoy; Dendritas contra el bicho feo (2001) y Amanecer búho (2003) mañana; y Uno con uno y así sucesivamente (2006) y Se pule la colmena (2011) el sábado. Con esa excusa, les pedimos a varios artistas que nos dijeran cuál es su canción favorita de los Buenos, y por qué.

Daniel Mella (escritor): “Ensueños”. Lo violento es tener que elegir una sola, por más que hayas escuchado tantas y te sepas tantas de memoria y hayas hablado de ellas innumerables veces y las hayas bailado casi todas. Pero está bien, es como un juego: escribirás un máximo de mil palabras sobre una canción de los Buenos Muchachos. Voy a escribir menos de mil y voy a elegir “Ensueños”, no “Venteveo”, que fue la primera que me vino a la cabeza y que es la canción con la que abrieron la primera vez que los vi, en Perdidos, la canción con la que abrían casi todos los toques por aquel entonces. Venían tocando hacía años y no grababan nada, con sus canciones corriendo el riesgo perpetuo de caer en el olvido. En cualquier momento podían separarse: se sabe que es difícil tener una banda, o al menos lo era; se sabe que es difícil ser joven en Uruguay; se sabe que la noche es caníbal. Las mismas canciones para las mismas 40 o 50 personas. Para escucharlos tenías que ir a verlos, y cada vez que ibas a verlos podía ser la última, y entonces sacaron el casete Nunca fui yo, y después el Aire rico, metieron todas esas canciones ahí, y respiramos: algún registro iba a quedar de aquella banda, la más furiosa y la más hermosa. Ahora sonaban en nuestras casas. Ya no teníamos por qué ir a verlos, pero los íbamos a ver porque parecía joda lo que hacían en vivo y en directo. Así que “Ensueños”, además, porque forma parte del Dendritas... Ciertos engranajes se habían movido en la banda, se les había abierto la canilla de la creatividad perpetua y se lanzaban hacia el futuro. Lo presentaron en la sala Zitarrosa y por primera vez los tuve que ver sentado en una butaca. Era raro, y aun así salí creyendo que nunca antes había visto nada parecido. Poco tiempo después los vi superarse. Una noche en BJ. Abrían los Pompas. Los Pompas la rompieron tanto que temblé, pensé que los Buenos Muchachos no iban a poder bancar la toma. Entonces los Buenos salieron al escenario y todo explotó al mismísimo carajo. Ya no tenían techo, si es que alguna vez lo habían tenido.

Pau O’Bianchi (músico): “Cecilia”. Más que mi canción favorita, si mi mala memoria no me falla, fue de las primeras canciones de Buenos Muchachos de las que me enamoré. Antes había escuchado “De a dos mejor”, cuando pasaban su videoclip por Tevé Ciudad. Tenía 15 o 16 años y me pareció en ese momento la peor banda del mundo, una basura inescuchable, no podía creerlo. Poco después escuché “Cecilia” y algo cambió ese veredicto para siempre, tapándome la boca. Me acuerdo de escucharla por primera vez también en un video “en vivo” (en realidad era un playback) por Tevé Ciudad. La melodía de esa voz tóxica junto a la letra sexual y cruda (“Tiene que doler”) me atraparon completamente, más siendo un pebete con todas las ganas de salir a la cancha. El silbido final me invitó a seguir su música hasta hoy. Creo que algo que me conmovió en ese momento, y que me sigue conmoviendo, es que nada suena a Buenos Muchachos; van a seguir pasando los años y los Buenos se van a llevar a la tumba sus huesos de fuego.

Alberto Mandrake Wolf (músico): “Sangre de Arachania”. Me encanta eso de que “se fue llena”,y al toque aparecen el sol, la tibieza, los rojos, el naranja, los bosques y la miel. Una sinfonía de colores. Me suena como alguien que llega por primera vez a algún lado y sólo capta imágenes y colores, que se mezclan a la vez con lo que va pensando y con una melodía. Alguien, capaz, de otro lugar o planeta.

Carolina Bello (escritora): “Climático Musto”. Entre 1981 y 1996, trasladaron al Hospital Musto a los enfermos críticos del Vilardebó. El sistema de salud mental alejaba del centro a la locura más elocuente, esa que excede a la farmacología del delirio y al reseteo ilusorio de las curas de sueño. Por entonces, la decrepitud de la conciencia anidaba, olvidada, entre los revoques del hospital desterrado. Alineada con una temática que, por outsider, suele aparecer ligada a las confecciones culturales del rock, “Climático Musto” reconstruye la circunstancia de la locura desde el encierro. No sólo elabora un paralelismo de liturgia acabado y aun así indeterminado -como suele suceder en las canciones de Buenos, en las que la poesía sabe perfectamente hasta dónde tomarse las licencias de la ambigüedad-, sino que además es una de las canciones más visuales de su discografía, con imágenes de esas que quedan grabadas como un dolor mudo: como los 12 que se sientan a morfar entre guirnaldas donde la soledad flamea.

Manolo Nieto (director de cine): “Hey, luna, hey”. Fue una infinita referencia para la secuencia de hongos de La Perrera, la escuché infinitas veces de cara y bajo todos los estados que te puedas imaginar y siempre me hizo viajar, siempre, como la primera vez que tomás hongos.

Leonard Mattioli (músico): “La hermosa langosta aplastada en la vereda”. Era un sábado de primavera en Juan Lacaze, habíamos ido a tocar a la Fiesta del Sábalo. Después de nosotros tocó otra banda, y luego vinieron los Buenos Muchachos. El cielo se había encapotado, la temperatura bajó rápidamente. Estábamos entre el público, comenzó el toque y fue como pararse frente a la tormenta. Recuerdo particularmente “La hermosa langosta aplastada en la vereda”, con sus subidas y bajadas; el bajo estaba particularmente gordo, lo llenaba todo. Pedro Dalton usaba unos pedales de efectos que tenía montados en un taburete, y trataba de que se no se le cayeran mientras bailaba, casi sin levantar los pies del piso. Todos bailábamos así al poco tiempo. Recuerdo la guitarra de entrada del tema como un loop perfecto, que se iba para dejar paso a esa pared de distorsión enorme que le seguía. La tormenta esperó a que terminara el show para quebrar el cielo.

Marcos Motosierra (músico): “Under the ass” (inédito). Creo que es de una colección de demos que habían grabado por el 91 o 92. Era un casete que me había llegado por esa época y lo terminé gastando de tanto que lo escuché, le di tremendo palo. Por esa época recién me acercaba a esa música y me re marcó. No tengo idea de qué habrá sido de ese material, realmente sería inconseguible, capaz que les pregunto a los pibes, al Topo o a uno de esos. Esos años, por muchas cosas, están medio en una nebulosa, pero ese tema fue muy importante para mí.

Pablo Stoll (director de cine): “Caí lejos”. Tenía una Praktica y sacaba fotos. A los Buenos Muchachos y a varias bandas más de aquella época. Una vez, con una Rolleiflex, fuimos con Maggie Raineri a fotografiarlos a un lugar que estaba lleno de ropa para compra-venta. Entre mis cajas tengo una foto de los Buenos Muchachos, circa 1995, disfrazados: Pedro tiene un vestido de novia y Alvarito un sobretodo de cuero negro. Puesto a elegir un tema, elijo un disco: todo el Dendritas... que para mí marca un punto de no retorno de la banda, el disco en que quemaron las naves. Pero podría elegir “Temperamento”, que me pega en la mandíbula cada vez que la escucho y “todo se vuelve a unir”. Pero cuando pienso en los Buenos Muchachos, lo primero que me viene a la cabeza es la imagen de Pedro retorciéndose en el piso del Tinglado, las venas del cuello hinchadas, gritando: “¡Feeel a güeey!”. Es 1993 y yo estoy al lado con la Praktica. El tema se llama “Caí lejos” y habla de una Navidad.

Samantha Navarro (música): “Temperamento”. Es muy difícil elegir una canción de los Buenos, porque están todas buenas mismo, cada una tiene un clima, una lírica particular que te lleva a diferentes lugares y estados. Es música de viaje en muchos sentidos, incluido en el tiempo. “Temperamento” me produce muchas cosas físicas y la asocio a un período en que pude ir a muchos conciertos de la banda, porque en vivo, los Buenos es una experiencia maravillosa, es una ceremonia, una emoción mayúscula.

Gabriel Calderón (dramaturgo): “Cambió el cuarto”. Me gusta Buenos Muchachos por la tensión. Yo no los conozco y no voy a recitales, sólo los conozco por las canciones que he escuchado. Primero en un CD donde había varias músicas uruguayas que no conocía, creo que el tema de ellos era Milagros. Después me hice del Uno con uno... De ese disco me gusta la última canción, “Cambió el cuarto”, ahí hay unas cosas que hacen con el lenguaje que me generan tensión. Es la última y podría ser perfectamente el comienzo de algo, aunque también es una canción de final, de algo que se terminó, eso de “otra vez me acosté” con que empieza. Disfruto y me impacta la tensión que hay en la canción, con esos gritos y la voz de Pedro, que no es una voz limpia, es de fondo, de final.

Agustín Lucas (futbolista y escritor): “Temperamento”. Para mí, es la salida del equipo por el túnel a una cancha “con las miradas en blanco y las nucas un mar sin miedo”. Como la poesía es subjetiva, desde mi tren futbolero adopto estas palabras como la descripción poética cabal de lo que siente el cuerpo atravesando la línea de cal, cuando se sube al escenario, cuando el “primer acorde no se entiende”, cuando “vibra todo el costillar”. Habla de lo que le pasa al cuerpo cuando se pone en juego. En las sienes quizá esté lo más agudo del sentimiento, en las piernas lo inquebrantable más allá de las patadas. Con Pedro compartimos un libro (Insectario, 2013); se amigaron primero nuestras sensibilidades, después los hombres. Cuando cantó “Temperamento” en La Petrolera con una casaca de la IASA campeona de 2013 que yo le había regalado, creo que entendimos todo. Para volver a desentenderlo después.

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