La narrativa serializada en papel, que en el siglo XIX cultivaron escritores como Charles Dickens y Alejandro Dumas, vive en el mundo de la historieta estadounidense y japonesa. Saga, un cómic entre la ciencia ficción y la fantasía del escritor estadounidense Brian K Vaughan y la dibujante canadiense Fiona Staples, es uno de los principales ejemplos de la vitalidad del “continuará”, y ha llegado a Uruguay gracias a los tomos recopilatorios editados en Argentina.
La premisa más básica de Saga es engañosamente poco original: dos soldados de razas enfrentadas se enamoran, tienen una hija y huyen. Pero la historia va mucho más allá tras arrancar con un parto tratado con una combinación de ternura, realismo y fantasía absoluta. Marko, un alienígena de aspecto casi humano, pero con cuernos de carnero, asiste a su novia, Alana, que es de un planeta enemigo del suyo y tiene alas, en el parto de su hija Hazel. La bebé tiene, por supuesto, alas y cuernos. La narradora es Hazel, quien por momentos explica el universo en el que se desarrolla la historia y a veces comenta con ironía lo que va ocurriendo.
La acción estalla de inmediato, cuando un grupo que persigue a esta pareja irrumpe en el lugar, liderado por Príncipe Robot IV, un humanoide de sangre azul, con cabeza de televisor y sexualidad exacerbada. De ahí en adelante la imaginación de los autores florece viñeta a viñeta, con razas variopintas, situaciones inesperadas cada pocas páginas e ideas que fluyen sin necesidad de justificaciones lógicas. La tecnología es siempre orgánica y los personajes apelan muchas veces a la magia (por ejemplo, viajan en una nave hecha de madera consciente), debido principalmente a que Staples no se siente cómoda dibujando máquinas.
La historia, protagonizada por la mencionada pareja de alienígenas y por personajes de otras razas, trata en buena medida de la crianza de Hazel en medio de la fuga. Vaughan ha contado que la idea original se le ocurrió de niño, pero que no pudo concretarla y darle forma de historia hasta que su esposa quedó embarazada por segunda vez. De hecho, el capítulo 1, que comienza con el nacimiento de Hazel, fue publicado en Estados Unidos el mismo mes (marzo de 2012) en que nació su hija.
En Saga hay abundante sexo (integrado de forma muy natural a la historia), frecuentes golpes de violencia sorpresiva, y numerosos diálogos y situaciones con los que casi cualquiera puede identificarse. Porque detrás de la cascada de fantasía e imaginación hay mucha realidad y unos cuantos sentimientos verdaderos expresados por medio de los personajes. Para ser una aventura intergaláctica que tiene sus raíces remotas en las películas de Star Wars, los libros de El señor de los anillos y los cómics de La casta de los metabarones y El Incal, su enfoque resulta extraordinariamente original y humano.
No es causalidad que desde que comenzó a publicarse acumule ocho premios Eisner, los más importantes para el cómic de Estados Unidos, y que entre otros galardones haya recibido, en 2013, un premio Hugo, que es el mayor reconocimiento anglosajón a la ciencia ficción y la fantasía.
Todos los capítulos, hasta el 24, empiezan con una viñeta que ocupa una página entera y presenta una situación sorprendente, que desestructura al lector por medio del humor o el impacto. Esa regla cambia después, aunque los inicios siguen siendo fuertes. Lo que se mantiene de principio a fin es que cada episodio termina con otra viñeta de página completa que plantea un revés de la trama y engancha al lector para seguir leyendo el próximo capítulo.
Vaughan (Cleveland, 1976) es un guionista de gran oficio que, si bien apela a trucos narrativos como los antedichos, tiene un perfil poco frecuente en el marco de una industria editorial ansiosa por prostituir cada título y autor exitosos por medio de la venta de licencias y la sobreproducción de cómics. Al comienzo de su carrera escribió historietas de X-Men, Spider Man y Batman, pero con el tiempo se inclinó por trabajar en series creadas por él. Y, el último hombre fue una las más destacadas. En ella contaba la historia de Yorick Brown, el único varón humano que quedó vivo después de que una plaga matara a todos los mamíferos con cromosoma Y. Yorick, acompañado por un monito (el otro espécimen macho sobreviviente), emprendía un largo viaje a través de un mundo poblado de mujeres, para encontrar a su novia. Dibujada también por una mujer, esta historieta se llevó unos cuantos premios y le abrió a Vaughan las puertas de la televisión. A raíz de ese éxito, fue contratado como guionista de la serie Lost de ABC, en la que trabajó desde la tercera temporada hasta la quinta y penúltima; su trabajo fue destacado por la crítica televisiva como un soplo de aire fresco para esa rocambolesca producción. Si bien nunca dejó de escribir historietas (Ex Machina fue, de 2004 a 2010, su otra obra larga antes de Saga), hizo otra experiencia en la pantalla chica cuando creó y escribió en 2013 Under the Dome, adaptación de la novela La cúpula (2009), de Stephen King.
Aunque logró insertarse en una industria que le abrió las puertas para la explotación comercial de sus ideas en cine y televisión, Vaughan optó por hacer su propio camino y decidió, junto con la dibujante Staples, que Saga iba a ser pensada desde el texto hasta el arte para que no pudiera ser adaptada a otros medios. A pesar de que la historia se apoya por completo en la interacción de los personajes, su despliegue de fantasía la hace demasiado cara para una producción televisiva (y su mezcla de acción, drama familiar, sexo, violencia y aventura espacial la volverían muy problemática para una eventual calificación por audiencias).
En un tiempo en que la mayoría de los cómics estadounidenses buscan seguir el ejemplo de The Walking Dead, historieta independiente que se convirtió en una millonaria franquicia multimedia, la opción de los autores de Saga es casi una declaración de principios y respeto por la historieta y la narrativa serial por sí sola. Se ha confeccionado muy poco merchandising, a pesar de que los diseños de los personajes y las grandes ventas del cómic permitirían bastante más. Vaughan pautó, además, que cada revista de la edición estadounidense costará 2,99 dólares hasta que la serie termine, dentro de unos años.
Otros grandes autores, como el canadiense Jeff Lemire, han logrado acuerdos similares para algunas de sus obras, pero a cambio de escribir infinidad de otras series comerciales para sus editoriales. La industria presiona muchísimo para que cada cómic sea un posible éxito de televisión o una saga cinematográfica, con contratos de exclusividad que le dan preferencia ante las casas productoras (y que a veces son grandes oportunidades para los autores).
Más que en la trama y sus vueltas de tuerca, el encanto de esta historieta radica en el punto de vista de sus autores. Staples lo expresa al dibujar a sus personajes con líneas nítidas, pero a los fondos y los escenarios sólo con colores. Vaughan lo hace cuando escribe diálogos que, por medio de la fantasía absoluta, van colando vivencias cotidianas de una pareja y su hija. Y ambos cuando eligen cómo quieren que su obra sea comercializada. Aunque parezca lejano y ajeno a la historieta que se lee en papel, esto último habla sobre las alternativas dentro de una industria editorial que, desde fuera de Estados Unidos, es vista como la meca para los historietistas.
Saga, tomos 1 a 5
De Brian K Vaughan y Fiona Staples. Utopía, Argentina, 2014 a 2016. 168 páginas cada uno.