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Éramos tan felices

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Una muchacha de unos 20 años, hija de un granjero humilde, decide irse del rincón en el que nació y vivió toda la vida. Uno de los impulsos de Delphine para irse es su homosexualidad: estamos en 1971, y aunque ella tiene totalmente asumida su orientación, no está dispuesta a enfrentar el conservadurismo de su familia y su medio social. En París al poco rato conoce a Carole, que la introduce al activismo feminista. Delphine se enamora de Carole y la seduce, aunque hasta ese momento ella se consideraba heterosexual, estaba viviendo con un novio y al parecer era feliz.

Hasta ahí va la primera mitad de la película, que es además un retrato de algunos aspectos de aquella época (estudiantes universitarios militantes de izquierda en el clima posterior a 1968). No pasa mucho que se pueda considerar sensacional a nivel macro (aunque, a nivel personal, cambiar de orientación sexual sea algo fortísimo). Pero Tiempo de revelaciones, toda hecha de escenas muy breves, es ágil. Hay una inclinación a mostrar las acciones militantes con un aire de travesura (muchachas correteando sonrientes mientras putean a algún reaccionario, todo coloreado con alegres canciones de Janis Joplin o Joe Dassin), y aunque la película parece simpatizar con ellas, esa manera de mostrar abarata un poco el costado ideológico y desplaza el foco a “éramos tan felices, irresponsables e inocentes”. Se abarata aun más porque la música incidental que baña de nostalgia los momentos meditativos es de una bobera pocas veces escuchada. Hay, quizá, una manera un poco excesivamente explicadita de mostrar la progresión de los acontecimientos: Delphine va por primera vez a un mitín de sus nuevas amigas y se encuentra con un acalorado debate en el que aparecen sintetizadas todas las cuestiones importantes del feminismo de la época, y aunque la cosa tiene cierto aire de caos, la sonrisa en su rostro (al que cortamos cada pocos planos) explicita que la energía de ese ambiente le cae bien. Y así en adelante: todo predigerido y unívoco.

La segunda mitad de la película, sin embargo, cambia radicalmente de tono, de foco y de locación. Delphine se ve forzada a regresar a su granja, y durante un tiempo Carole intenta vivir allí con ella. Cuando los padres de Delphine están ausentes, los bellísimos paisajes de Limousin parecen el paraíso en el que Eva y Eva corren desnudas en medio de las vacas. Pero cuando está la familia deben disfrazar la naturaleza de su vínculo y ser “apenas buenas amigas”. Carole, la parisina, es desafiante, está acostumbrada a tratar con provocativo menosprecio a los conservadores burgueses, disfruta de herir con escándalo las susceptibilidades de los reaccionarios. Delphine, la granjera, en cambio, fue educada para respetar el sentir conservador, para funcionar con discreción sin perturbarlo. La situación da origen a un delicado melodrama rural. Si no fuera porque cada tanto, por desgracia, regresa la música boba del inicio, uno casi diría que son dos films en uno: el primero, una bulliciosa comedia urbana de época; el segundo, un melodrama, más maduro, melancólico, delicado y sutil.

Tiempo de revelaciones (La belle saison)

Dirigida por Catherine Corsini. Con Izïa Higelin, Cécile de France, Noémie Lvovsky. Francia, 2015. Cinemateca 18.

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