El viernes, en la galería a cielo abierto que el Centro de Fotografía (CdF) mantiene en el Parque Rodó, se inauguró Buscar la belleza, una exposición que homenajea el trabajo documental de João Ripper, fotógrafo carioca que se dedica a investigar los distintos caminos por los que la fotografía puede intervenir la realidad retratada. Hace unos años, Ripper decía que “el documentalista es, sobre todo, un fotógrafo que rompe con la hipócrita imparcialidad periodística”, y esto, precisamente, es lo que se confirma a lo largo de Buscar la belleza, con obras cuya impronta acerca a este brasileño, si se quiere, al trabajo de su compatriota Sebastião Salgado, el fotoperiodista social que marcó la historia del siglo XX.
En esta nueva exposición que nos acerca el CdF se puede rastrear un claro interés del fotoperiodista por retratar la forma de vivir -o sobrevivir- de los olvidados: trabajadores rurales y sin tierra, indígenas, caucheros, habitantes de favelas o de quilombos (el nombre histórico en Brasil de las comunidades de ex esclavos negros), trabajadores de fábricas clandestinas, familias carboneras. De cada uno Ripper parece extraer una verdad y un realismo que duele y que, en definitiva, logra arrebatar el alma de lo que registra con su cámara. Una de las imágenes más desgarradoras de la muestra tiene como protagonista a una pareja: “João y Olga, una historia de amor y coraje”, dice el pie de foto. A continuación se cuenta que João Anselmo tiene 51 años y es cortador de leña con motosierra; su compañera, Olga Maria Martins, tiene 67 años y se quedó ciega trabajando junto a él en la producción de carbón mediante hornos. Desempeñaron esas duras tareas durante ocho años sin que les pagara. “João dijo que no sabía si todavía tenía sueños. Olga le golpeó levemente el hombro y le dijo: ‘Qué dices João, nosotros tendremos nuestra casita...’”, se lee, mientras los dos clavan la mirada en el piso.
Como explica el texto curatorial del CdF, para este carioca la fotografía es un acto político y de comunicación que se vincula directamente con los derechos humanos más fundamentales. Y es en este sentido que el fotógrafo percibe el poder de la belleza en el retrato del otro. De manera que buscar la belleza en todos los contextos, independientemente de la pobreza o el conflicto, “permite ver los sueños, los deseos, el amor, las tareas” cotidianas del otro. Así es como Ripper lucha, desde la fotografía documental, contra lo que se conoce como la “historia única”, es decir, aquella que fija estereotipos sobre grupos de personas. Por eso es que “ha llevado la fotografía a otro nivel, extrapolando la práctica exclusivamente fotográfica, permitiendo que la imagen abra espacios de emprendimiento social y concientización política”.
En ese sentido, no se limitó a su trabajo fotográfico: también creó la organización Imágenes Humanas, desde donde acompaña, más que nada, a las comunidades indígenas de Mato Grosso, a los afectados por la sequía en el terrible y maravilloso nordeste y a grupos de mujeres que sobrevivieron a distintos contextos complejos; y fundó, hace más de una década, la Agencia-Escuela de Fotógrafos Populares en el mayor complejo de favelas carioca (el Complexo de Maré), donde, junto con colegas, inició una labor de docencia de fotografía y creó una agencia de fotonoticias y un banco de imágenes, que son administrados exclusivamente por la comunidad.
Al igual que Salgado, Ripper reconoce que en su experiencia ha ido aprendiendo, cada vez más, con las personas que fotografía. Aprendió observando y escuchando, y así fue como descubrió que el documentalista es, sobre todo, el que capta y reconoce los valores de aquel a quien retrata. Comprendió que existe un hilo conductor que lleva a una mirada dulce, y que ese hilo no es otra cosa que la dignidad misma. “La dignidad aparece en el momento en que documentamos momentos de dolor y de alegría”, afirma.
Buscar la belleza abarca una selección que recorre los últimos 30 años de su trayectoria documental, y aunque no se trate de una serie individual, logra crear un universo intransferible, entre las alegrías y las miserias diarias. Si se pudiera definir en un solo término, el trabajo de Ripper se definiría con la palabra “épica”.