La noche de la usina se llama la novela del argentino Eduardo Sacheri que se impuso entre los 707 originales que aspiraban al premio Alfaguara de Novela. Transcurre en un pueblo bonaerense durante la crisis de 2001 y cuenta la epopeya de un grupo de personas que toman “merecida venganza colectiva” contra quienes les robaron sus esperanzas.
Se trata de gente que quiere juntar el dinero necesario para comprar un par de silos abandonados, pero termina estafada. Sin callarse ni resignarse, se indignan y responden colectivamente. El relato de Sacheri, según la escritora y académica española Carme Riera, presidenta del jurado, es “una novela coral, ágil y emotiva, con muchos elementos del mejor thriller y del western, con un trasfondo crítico lleno de suspense y rabia fecunda, compatible con un humor fresco”. La editorial destaca que se trata de “un microcosmos narrativo poblado por un grupo de perdedores heroicos, protagonistas de una épica quijotesca, conmovedora y profundamente humana”.
Sacheri se hizo famoso cuando su novela La pregunta de sus ojos (2005) se convirtió en 2009 en el film El secreto de sus ojos, de Juan José Campanella, que ganó el Oscar a mejor película extranjera al año siguiente. Antes había publicado, por ejemplo, Esperando a Tito y otros cuentos de fútbol (2000) y Te conozco, Mendizábal y otros cuentos (2001), y luego vino, entre otras obras, la novela Papeles en el viento (2011). El año pasado reeditó el libro de relatos Los dueños del mundo, de 2012, que se centra en narraciones sobre su infancia en el barrio bonaerense de Castelar, durante los años 70 y 80, con historias de picaditos callejeros, pedradas, pirotecnia y primeros amores. En su última novela editada, Ser feliz era esto (2014), explora los vínculos con la sociedad, los amigos y la familia -o sus modos de ausencia- a través de la mirada de una adolescente de 14 años que viaja a Buenos Aires en busca de su padre, un joven escritor desorientado, que desconocía su existencia. Si en Papeles en el viento la salvación se daba mediante el fútbol, en Ser feliz era esto llega por la posibilidad de entregarse, cuando la desconfianza y la vergüenza dan paso a la complicidad, en medio de la soledad y la confusión compartidas por los protagonistas.
El inconveniente de aquella novela radicaba en su narración, que se volvía predecible y a veces, incluso, tediosa, sobre todo en la reproducción de lugares comunes, escenas cursis o excesos de coloquialismo, que causaban nostalgia del Sacheri autor de relatos monumentales como “Independiente, mi viejo y yo”. No obstante, en el conjunto de su obra es un autor confirmado que logra desplegar un buen manejo narrativo, con historias atractivas y personajes bien logrados, por lo general gente de barrio apasionada por el fútbol y los detalles simples de la vida. Ahora, manteniéndose fuera de las canchas, apostó por la provincia, el corralito y el western, una terna que promete.