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Miranda! Foto: Difusión, s/d de Autor

Irnos de viaje y renovar nuestro vestuario

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Una charla con Juliana Gattas, cantante de Miranda!, que el sábado festeja 15 años en La Trastienda.

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Un culo de perfil, erguido y enfundado en animal print variedad leopardo, nos mira desde la tapa del último disco de Miranda!, así, con signo de exclamación final. Son dos nalgas pero también, sumadas al sol de sabana que está en el fondo, son dos montañas que juegan con el título de Safari, editado en 2014. La imagen de la portada guarda en sus curvas algunos de los ingredientes para la receta de una banda que se mueve con comodidad felina en lo alto del circuito argentino: el gusto camp por lo cursi, la sensualidad disimulada, el uso del cuerpo como un recurso casi tan importante como la música. Por un lado, el auspicio de las marcas de bebida energizante y los concursos de canto televisivos que bordean el reality show. Por otro, un origen en los márgenes del under electrónico de Buenos Aires y las influencias del pop glamoroso que en lo que va de 2016 ya vio desvanecerse a David Bowie y Prince, dos de sus pilares más luminosos.

Debutaron en 2001, en un local oscuro de Buenos Aires llamado Bukowski -donde sonaban The Cure, Daft Punk y Michael Jackson-, parados entre la música y la performance, es decir, en el espectáculo. “En mis inicios yo cantaba jazz, pero desde un lugar no erudito sino más bien histriónico: me disfrazaba de Billie Holiday, me armaba un homenaje y lo hacía en restaurantes con pistas grabadas. Pero no pertenecía al mundo del jazz”, cuenta desde Buenos Aires Juliana Gattas, la voz femenina que acompaña a la de Alejandro Sergi, líder de la banda. Mientras los presidentes abandonaban la Casa Rosada en helicóptero y los bancos cerraban sus puertas giratorias para evitar el retiro de ahorros, MTV repetía temas como “Sábado a la noche”, de Juana la Loca, y los varios cortes de difusión que los Babasónicos habían grabado para Jessico, su disco bisagra, mientras “Morrissey”, el primer hit de Leo García, empezaba a inocular las radios. Sergi, un sonidista que había controlado las perillas en algún que otro discurso de Carlos Menem o Fernando de la Rúa, llevaba casi diez años intentando arrancar una carrera artística. Tenía algunas ideas rondando, pero fue la noche en la que vio a Juliana actuar en un bar cuando el concepto empezó a cerrar. Rápidamente se establecieron como pareja artística -y no sólo artística- y se fueron a vivir juntos a un monoambiente. Y a crear.

“Cuando hicimos la banda no quería que fuera lo mismo escuchar el disco en vivo que en tu casa, como esos grupos que se esmeran y suenan increíble. Siempre tratamos de ofrecer más. Por ahí, a veces uno se excede y se pasa de entusiasmo, pero lo que queremos lograr es que un componente más de la banda sea el movimiento, la luz, la escena, en un momento las visuales, que ahora no están tan de moda, el vestuario”, dice la cantante con una voz melosa (como si acabara de chupar uno de esos chupetines largos y espiralados en rojo y blanco), que contrapesa el falsetto afinadísimo y amanerado de Sergi. Si él es el núcleo compositivo y carismático de la banda, Juliana es la cabeza visual: desde hace años se encarga de idear y diseñar el vestuario del grupo, que cambia varias veces por año y puede incluir ropa de cajeros de comida rápida, uniformes militares a lo Napoleón, boas de plumas, escamas de brillantina y camisas abiertas a lo Freddy Mercury para el más bien lampiño cantante de Miranda!. En el escenario se la ve producida, hipermaquillada, bailadora, consciente de que sus gambas son armas. Aunque no esté cantando, no deja de comunicar.

El árbol genealógico del glam argentino está a la vista. Virus había escandalizado los 80 con letras homoeróticas (e incluso autoeróticas, como la censurada “Una luna de miel en la mano”), pantalones de cuero rojo y sintetizadores. Fue su cantante, Federico Moura, quien produjo el primer disco (homónimo) de Soda Stereo, y fue Gustavo Cerati uno de los primeros en dar su apoyo a Miranda!. Sucedió “a través de Leo [García], porque Gustavo estaba produciendo su disco, Mar (2001). Lo conocimos en un cumpleaños de un muy amigo nuestro, Oscar, al que van los rockeros. Cerati se nos acercó con buena onda, y en el suplemento “Sí”, de Clarín, que era una biblia del rock, votó nuestra canción “Imán” como tema del año. Después lo invitamos a un show a cantar. Para mí fue como un sueño: no me acuerdo de nada, sólo de que pasó y de imágenes aisladas. Que viniera a nuestro departamentito de medio ambiente a enchufar sus pedales fue increíble”, recuerda Juliana.

El camino hacia un escalón en el podio de las bandas más convocantes de Argentina (con incursiones exitosas en Chile, México y, a escala, Uruguay) fue rápido y contó con la escolta de la crítica musical especializada, pero también de voces más “populares”: la revista Rolling Stone los nombró “banda revelación” en 2002, y su disco Sin restricciones se ganó un lugar entre los 100 mejores de la música argentina en el ranking de la revista, al mismo tiempo que armonizaban con Mirtha Legrand y Susana Giménez. Con sólo dos años de carrera, habían dejado de ser una banda para publicistas y diseñadores y se convirtieron en popstars consagrados que llenaban el Gran Rex con jugosas multitudes de adolescentes, preadolescentes e incluso niños. MTV los empezaba a nominar, y en 2005 les dio el premio a mejor artista alternativo.

Sin restricciones (2004) fue el segundo disco, y el que marcó el quiebre. Al trío fundador -Ale, Juliana y Bruno de Vicenti, que manejaba las máquinas y teclados y oficiaba de productor- se sumaban el bajista Nicolás Grimaldi y el guitarrista Leandro Lolo Fuentes, protagonista del eslogan tontuelo “es un solo / es la guitarra de Lolo”, que automáticamente se le pegoteó al público y que aparecía en “Don”, el primer éxito internacional del grupo.

Sobre una base de batería electrónica, mayormente bailable y con melodías juguetonas, Ale demostraba ser no sólo un cantante preciso con un registro amplio, sino también un compositor que había consolidado su estilo personal. Historias melodramáticas que podrían ser argumentos de alguna telenovela, romances adolescentes, sinceridad degenerada (“percibo en qué momento te comienzas a mojar / y entonces no puedo parar [...] yo quiero hacerte las cosas más sucias de un modo elegante”, canta en “El profe”) y resentimientos ácidos de ex parejas son algunos de los asuntos que colorean las letras. Amores de pasillo de liceo, paranoias de llamar a alguien que tiene el celular apagado, histeriqueo de barrio. No está muy claro si hay una vuelta irónica, una apuesta por una nueva sinceridad o un simulacro. No importa: es divertido.

-¿Van a tocar temas que no tocan seguido? Yo quiero escuchar “Hoy”. Parece un tema muy exigente de cantar: tiene una base medio bossa y unas vueltas melódicas raras.

-Casualmente, en un streaming acá en Buenos Aires hicimos el disco Sin restricciones de principio a fin. “Hoy” tiene esa onda drum & bass... una mezcla de influencias tremendas, y es una de las primeras canciones en las que nos hicimos cargo de la comparación con el dúo Pimpinela: hay un diálogo muy divertido [canta]: “No me vas a dejar / creo que sí”. Por ahí los sorprendemos en Montevideo con eso.

-¿Recién entonces se hicieron cargo de la comparación con los Pimpinela? Uno supondría que fue algo deliberado.

-En realidad lo dijo un periodista que respetamos y admiramos mucho, que se llama Pablo Schanton, que leíamos cuando empezamos en el “Sí”. Nos gustó y lo explotamos, pero en esa canción lo reflejamos en el estudio.

-¿Qué aprendiste vos de Lucía Galán, la cantante de los Pimpinela, más allá de los diálogos en las canciones entre los personajes que vos y Ale interpretan?

-Lo más profundo que nos gustó de vincular las dos bandas fue romper la barrera del prejuicio, de qué es lo que hay que escuchar si escuchás tal otra cosa. Miranda! y Pimpinela son bandas que parecen muy lejanas pero tienen dos núcleos en común: la música y la interpretación. Ellos son un grupo como no hay muchos; se preocupan por el show, hacen una novela. Están constantemente actuando como pareja y hasta se han llegado a golpear sobre el escenario. Es muy teatral, y a mí me apasiona profundamente. Además, musicalmente me gusta; tienen una cosa muy kitsch, de música europea. Lucía canta muy bien y Joaquín compone muy bien. Soy fan.

Que de papel cambié

También se fueron forjando amistades. “Perfecta”, con Julieta Venegas como invitada, sonó en las tandas del canal Sony, entera, decenas de veces por día, mientras que en El disco de tu corazón (2007) aparecía como invitado el excéntrico dúo español de música electrónica Fangorria. El éxito también atrajo al molesto ojo mediático por el romance que Sergi mantuvo con Andrea Rincón, la vedette que había vivido en la calle. En 2014, más golpes: la guitarra de Lolo abandonaba el grupo y Juliana bajaba la intensidad para dedicarse a ser madre. El último disco, una obra redondita (como anuncia la tapa) de diez canciones, marcó su regreso pero también un lugar nuevo.

-Con Safari volviste al grupo, empezaste a cantar más temas sola y además a componer.

-Fue una convocatoria de Ale. Cuando fui mamá, un poquito me retiré; después volví y empecé a cantar más temas, covers*. A raíz de eso, Ale empezó a querer que hubiera más canciones en las que cantara yo, y me invitó a que escribiera lo que iba a cantar. Pero no me considero compositora y no estoy en mi casa con la guitarra. Todavía estoy aprendiendo, y viendo cómo empezar a hacerlo sola. Pero me gusta: nunca elegí el estudio como mi lugar, porque soy más del disfraz y del escenario.

-Es el primer disco con batería no electrónica y, a la vez, tiene una segunda parte con los diez temas grabados en formato acústico. ¿Por qué?

-Estamos con una formación musical que funciona muy bien desde hace varios años. Antes tocábamos con batería electrónica para ir a los shows en un taxi, y cuando tuvimos la oportunidad incorporamos a Ludo [Ludovica Morell] como baterista. Para nosotros Safari es un disco con diez bonus tracks: las mismas canciones tocadas de manera íntima, como si te las mostráramos con una guitarra y dos micrófonos. Surgió a partir de que cuando íbamos a radios o a la tele armábamos acústicos. Suena muy lindo, está todo más desnudo.

-Hablando de desnudo: ¿de quién es el culo de la tapa?

-Es de un gran bailarín gimnasta que se llama Jackie. Muy tonificado.

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