Durante diez semanas del año el mundo parece girar alrededor de HBO, pero cuando cada temporada de Game of Thrones culmina, los espectadores curiosos emigran hacia Netflix, AMC, Showtime o alguno de los otros que vienen ganándole terreno -y no pocas veces superan- al canal que hasta no hace tanto dominaba el mundo de la televisión en serio. No debería ser nada para lamentar, considerando que las oscilaciones de rating e interés son algo inherente al negocio televisivo, pero teniendo en cuenta el rol de motor temático y formal que tuvo HBO durante las dos últimas décadas -el período que ahora está considerándose la nueva “edad de oro” de la televisión-, la debilidad de semejante agente cultural es algo preocupante, al menos para quienes consideran que la televisión es el medio que se ha desarrollado mejor en los últimos tiempos, y sobre todo cuando señales de un nuevo conservadurismo comienzan a hacerse sensibles.
No es realmente que el canal se haya desmoronado en términos de calidad; el año pasado produjo una de las mejores miniseries de las últimas décadas (Show Me a Hero), Last Week Tonight with John Oliver y Real Time with Bill Maher *deben ser los programas de *infotainment más divertidos, combativos y realmente incisivos de la televisión estadounidense actual, Veep y Silicon Valley están entre las mejores comedias en desarrollo, y tanto las películas como los documentales de producción propia que emite HBO no tienen competencia real (aunque Netflix esté haciendo todo lo posible por hacerle sombra)... Pero al canal le hacen falta auténticos y renovados éxitos del nivel y el impacto de Los Soprano, Deadwood, Sex and the City o True Blood. Algunos intentos bienintencionados, como Vynil o The Brink, terminaron siendo pifias monumentales; otras series que comenzaron como una revolución -Girls y True Detective- resultaron ser incapaces de mantenerse a la altura (tal vez desmesurada) de las expectativas que habían despertado en sus primeras temporadas, y The Leftovers sedujo a los críticos pero a nadie más, por lo cual parece tener poca vida futura. Esto ha dejado solamente a Game of Thrones aguantando el mostrador en cuanto a auténtica relevancia en la fragmentada cultura audiovisual de hoy en día, y aunque esa serie basada en libros de George RR Martin ha logrado mantener su interés gracias a un excelente nivel de producción (e inyecciones enormes de dinero), no es una historia de potencial infinito, sino que su fecha de caducidad (dos temporadas más) ya ha sido anunciada. Es así que, mientras se espera el debut de The Deuce -la nueva del genial David Simon (The Wire, Show Me a Hero), esta vez con un policial inmerso en el mundo del porno-, y de la serie de ciencia ficción Westworld, aparentemente las dos mayores apuestas de HBO para el período 2016-2017, el primer episodio de la miniserie The Night Of (“la noche de”) parece ser la inyección de energía y excelencia narrativa que el canal estaba empezando a necesitar.
El pulso
En cierta forma, la historia de The Night Of no es muy distinta de la de la comedia ¿Qué pasó ayer? (Todd Phillips, 2009), filtrada por la kafkiana e inconfundiblemente neoyorquina After Hours (Martin Scorsese). Nasir, un joven estudiante de Queens, nacido en Nueva York pero perteneciente a la comunidad de inmigrantes paquistaníes, toma prestado el taxi de su padre para ir a una fiesta en el Lower East Side de Manhattan. Su camino se desvía por motivos que preferimos no detallar (pero que, como en el film de Scorsese, tienen que ver con una mujer hermosa y misteriosa) y, tras una severa intoxicación con drogas y alcohol, el joven se encuentra convertido en el principal sospechoso de un feísimo crimen, del que no se sabe (ni él mismo lo sabe) si es culpable o no, lo que tendrá que descubrir junto a un abogado que ha decidido tomar su caso.
Como decíamos antes, la historia no es precisamente muy original, y de hecho The Night Of es, esencialmente, una versión de la elogiada miniserie británica Criminal Justice, escrita por Peter Moffat y emitida en 2008. HBO tuvo intenciones de hacer una versión estadounidense desde 2012, pero el actor que habían elegido para el rol del abogado era James Gandolfini, que falleció mientras el proyecto se encontraba en su proceso de preproducción. Se consideró como reemplazante a Robert De Niro, quien en un principio aceptó pero luego tuvo que bajarse por problemas de agenda, por lo cual finalmente se escogió a John Turturro como estrella principal. El suyo no es el único nombre importante relacionado con el proyecto, ya que la adaptación del guion quedó en manos de Richard Price, el extraordinario escritor de la novela Clockers y uno de los más prestigiosos guionistas del cine y la televisión estadounidenses, que ha trabajado en varias ocasiones con Martin Scorsese y fue uno de los autores de los diálogos perfectos de The Wire.
Pero la suma de los talentos involucrados y el resumen de lo narrado en el primer episodio -que se estrenó el domingo- no le hacen justicia a lo planteado en la casi hora y media de ese debut (una extensión poco frecuente para un capítulo de serie). El secreto -a plena vista- fue simplemente dedicarle el tiempo necesario a presentar con lujo de detalles la introducción a un periplo que imaginamos ominoso. Durante más de la mitad de este primer episodio no “pasó” nada en realidad, pero tampoco se cayó en la quietud estática propia de parte de la cinematografía europea. El público de *The Night Of *sabe que, si en el futuro hay una premisa de acontecimientos extraordinarios, todo lo que ha visto en la pantalla, hasta lo más vulgar, se llenará de significados.
El inicio se llevó adelante con un magnífico pulso narrativo, diálogos hiperrealistas pero bellamente escritos, una enorme cantidad de observaciones que pueden (o no) ser signficativas, actuaciones perfectas y -la frutilla de la torta- un enorme misterio que promete no sólo su solución, sino también todo un abanico de disparadores críticos acerca del sistema legal estadounidense y su relación con las distintas etnias. Y una Nueva York oscura y opaca pero al mismo tiempo excitante, que bien podría estar en los créditos protagónicos. Todo esto es suficiente para poder afirmar que, aunque todo puede fallar en el futuro, es uno de los debuts más atractivos que se hayan visto en mucho tiempo, y una gran excusa para dedicar nuevamente los domingos de noche al canal de *Game of Thrones. *