Lo más conocido en Uruguay de la historieta francesa ha sido, en realidad, de origen francobelga, con personajes como Astérix, Lucky Luke, Tintin y Marsupilami. De todos ellos, el único de origen enteramente francés es el pequeño galo Astérix. El arraigo cultural de la historieta dentro de Francia es, sin embargo, gigantesco, y eso ha permitido el desarrollo de una industria con incontables personajes y muchísimos autores de interés.
En los últimos años, dos de los más activos entre esos autores han llegado -sin que se notara demasiado- a las librerías tradicionales del género en Uruguay. Se trata de Joann Sfar, de quien entre otras cosas se ha visto la serie El pequeño vampiro y la novela gráfica Chagall en Rusia, y de Lewis Trondheim. De este último, uno de los popes de la historieta independiente, apareció recientemente (a pesar de que en España se publicó hace cinco años) ALIEEN.
Al igual que los cómics de El pequeño vampiro, esta obra apunta al público infantil, pero puede ser disfrutada por adultos. La diferencia está en un humor un poco más morboso, por lo cual es probable que pocos padres se atrevan a dárselo a sus hijos. En El pequeño vampiro, por otra parte, corre cierto aire a moraleja detrás de la fantasía y el humor. La comparación entre ambas obras viene a cuento de que sus respectivos autores, Sfar y Trondheim, empezaron en el mundo del cómic independiente, crearon juntos una serie muy exitosa llamada La mazmorra, y se convirtieron en poderosas figuras de referencia dentro del universo editorial de su país.
ALIEEN es la sigla de Antología de Literatura Infantil Extraterrestre Extraviada Negligentemente. El libro, más que ser una antología de cuentos independientes, está formado por ocho pequeñas historias encadenadas, casi como capítulos de una sola novela gráfica. Son protagonizadas por seres alienígenas en otro planeta, todos diseñados y coloreados de modo muy infantil, lo que completa la idea acerca del público al que está destinado. Trondheim escribe una introducción en la que juega con la idea de que, en realidad, él no es el responsable de estos relatos, sino que los encontró en un parque, abandonados por su verdadero autor extraterrestre.
Las historias transcurren casi sin palabras, ya que los personajes se expresan principalmente mediante gestos, y eso también contribuye al aire infantil de la obra. El desafío narrativo que esas reglas de juego implican es resuelto por Trondheim de modo notablemente efectivo, ya que logra que los seres que dibuja se den a entender casi siempre por medio de sus miradas y expresiones, sin necesidad de otros recursos para ser comprendidos. Cada tanto hay diálogos en un lenguaje de signos alienígenas, y ese recurso, en forma paradójica, no dificulta la comprensión de las secuencias de imágenes, sino que la facilita.
Las historias se van conectando de a poco entre sí, y el lector va comprendiendo el sentido de lo que ocurre, presumiblemente al mismo tiempo que el autor lo hace, dado que el ritmo de las secuencias y el aspecto espontáneo de lo que sucede generan la impresión de que el libro se hizo sin un plan o argumento preestablecido, y Trondheim fue conectando los episodios a medida que los dibujaba.
Decidir si se trata o no de un libro para niños depende de la sensibilidad de cada padre. Casi todos los cuentos de Edgar Allan Poe y algunos de Horacio Quiroga son un poco macabros para el público infantil según ciertas sensibilidades, pero como son considerados clásicos, se les perdona ese aspecto. ALIEEN es, en realidad, bastante más naíf, pero vale tener en cuenta que es un cómic divertido y un primer paso para acercarse a la extensísima obra de uno de los referentes de la historieta francesa.
Trondheim, que en realidad se llama Lauren Chabosy, tiene 51 años y ha publicado ya más de 100 libros, en los cuales se ha repartido como dibujante, guionista o autor integral. Sus temáticas son de lo más variadas, y van desde la fantasía total -como en los 41 volúmenes de La mazmorra- hasta lo autobiográfico. En ese contexto, ALIEEN aparece sobre todo como un divertimento del autor, gracias al que un lector cualquiera puede entretenerse y también horrorizarse, con personajes tan extravagantes como simpáticos.