En 2014 la editorial estadounidense Little, Brown and Company publicó The David Foster Wallace Reader, una colección de fragmentos de novela, ensayos, cuentos, artículos de críticos y escritores sobre la obra de David Foster Wallace y, además, el añadido de notas y ejercicios del autor para sus estudiantes universitarios y una selección de correspondencia. La edición en castellano, de reciente aparición en Literatura Random House, propone una serie de cambios respecto de la publicación original: el más importante, acaso, que los editores españoles, con buen tino, decidieron no incluir los fragmentos de las novelas La broma infinita (1996) y El rey pálido (2011, publicada póstumamente) alegando acertadamente que estas “por más que [...] se presten a ser fragmentadas, hay que leerlas enteras”. No cabe duda de que la experiencia de leer La broma infinita es inseparable de lo abrumadora que pueden resultar sus 1.216 páginas (por no mencionar el permanente ir y venir entre el cuerpo principal del texto y las notas al final), de modo que leer un fragmento cualquiera, por más brillante que sea el elegido, no atina a ofrecer un verdadero atisbo de la magnitud del libro.
La edición en castellano no omite la sección más “inclasificable”, aquella que, en inglés, abunda en cartas de Wallace a su madre y en apuntes sobre autores que importaban especialmente al escritor; es posible discutir la pertinencia de estos textos en un libro de estas características (incluso podía pensarse que el original en inglés habría quedado “depurado” por su omisión) o, en todo caso, podría pensarse que acaso hubiesen encontrado un lugar más cómodo en una publicación aparte dirigida de alguna manera a lectores más profundamente interesados en Wallace (en oposición a aquellos que empiezan a acercarse a su obra).
De todas formas, está claro que David Foster Wallace portátil (el título elegido por la edición en castellano, idioma en el que no se maneja con tanta frecuencia el concepto editorial de reader, recopilatorios parciales que son habituales en las bibliografías anglosajonas) logra a la perfección lo que se propone, es decir, ofrecer un buen repertorio del variado desempeño del autor de La broma infinita con la palabra escrita.
Entran ahí, entonces, los diversos aciertos de ambas ediciones. Por ejemplo, es bienvenida la inclusión de “El planeta Trilafón y su ubicación respecto a Lo Malo” (1984), el legendario primer texto publicado por Wallace, del mismo modo que es irreprochable la elección de relatos. Portátil ofrece textos tan ineludibles (y ya verdaderos clásicos de la literatura estadounidense del siglo XX tardío y del XXI) como “La niña del pelo raro” y “Animalitos inexpresivos” (ambos del compilado de cuentos La niña del pelo raro, de 1989), y hay además una buena selección de los textos incluidos en el libro Entrevistas breves con hombres repulsivos (1999), en la que aparece el conmovedor “La persona deprimida”, otro texto fundamental. Los relatos tomados de Extinción (2004), el más oscuro e inquietante de los libros de Wallace, están sin duda bien elegidos e incluyen el excelente “Encarnaciones de niños quemados”.
Funciona igualmente bien la selección de textos periodísticos y ensayísticos; no podía faltar, por ejemplo, la famosa crónica “Algo supuestamente divertido que no volveré a hacer”, relato de un viaje en crucero, ni tampoco textos tomados de Hablemos de langostas (2005), libro representado aquí, entre otros textos, por el buenísimo “Algunos comentarios sobre lo gracioso que es Kafka, de los cuales probablemente no he quitado bastante”.
Es interesante también que la edición castellana haya decidido remplazar los textos sobre Wallace aportados por colegas y estudiosos de ámbito anglosajón con sus, digamos, “equivalentes” castellanos; así, cada sección de Portátil es epilogada por un escritor de relieve en el ámbito hispanoamericano que, cabe pensar, sostiene alguna forma de relación cercana con la obra de Wallace. La nómina incluye a Javier Calvo (excelente traductor de la obra de Wallace y autor de novelas buenísimas como Corona de flores, de 2010, y Mundo maravilloso, de 2007), Rodrigo Fresán, Alberto Fuguet y Leila Guerrero, entre otros, y cada uno de ellos aporta -algunos de manera más interesante que otros, por supuesto- su visión y lecturas de la obra en cuestión. En ese sentido cabe resaltar el texto de Javier Calvo y el de la madrileña Inés Martín Rodrigo, y leer más bien por arriba el de Fuguet. El libro incluye también -cuenta la introducción que “gracias” a Fresán- dos poemas de Andrés Calamaro (“Suicidios” y “La balada de Foster Wallace”) que, en rigor, no aportan absolutamente nada más que cierto cholulismo y hacen pensar que acaso podría haberse incluido en su lugar la traducción de alguno de los textos críticos de la edición original, a cargo de escritores tan atendibles como Jonathan Franzen (y este ocupa un lugar de interés en la biografía de Wallace, además, mientras que en los poemas de Calamaro leemos “no leí La broma infinita / pero recuerdo a Foster Wallace en la Gran Feria del Porno”, p. 667).
Es posible que tanto a la edición castellana como a la original les falten ensayos panorámicos o introductorios a la obra de Wallace. Si el objetivo del libro era de alguna manera presentar al autor y, de paso, acercar a los lectores una obra no siempre considerable “fácil”, sin duda un texto de corte didáctico habría resultado de utilidad. En cualquier caso, la decisión de los editores parece haber sido dejar hablar por sí mismos a los textos de Wallace, y convengamos que su elocuencia no ha de ser puesta en duda acá (o, en todo caso, el debate sobre el lugar de Wallace en la literatura contemporánea, escrita en inglés o en la lengua que sea, pertenece a un lugar distinto a estas páginas).
Simultáneamente con Portátil salió al mercado una nueva edición de La broma infinita, que ofrece una portada especialmente sugerente (con un VHS de cinta desenrollada, lo que supone un guiño interesante a las películas aludidas en el libro y, en especial, a la central de la trama). Ambos libros (la novela esencial del autor y la cuidada selección de textos breves) ofrecen todo lo esencial de uno de los autores más importantes -más allá de la lengua en que escribió- de las últimas décadas. Por supuesto que no reemplazan la exploración completa de la obra, pero en tanto punto de partida -y acá me refiero especialmente a Portátil- la propuesta es sin duda muy recomendable.
David Foster Wallace portátil (The David Foster Wallace Reader)
Literatura Random House, 668 páginas. La broma infinita (Infinite Jest), Literatura Random House, 1.216 páginas.