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Martha Cunietti. Foto: Alessandro Maradei

Una lucha que no termina

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Martha Cunietti forma parte de Redes Amigos de la Tierra Internacional. A sus 80 años continúa peleando por vivir en un ambiente sano. Esta es la historia de una enfermera que se convirtió en referente de la lucha por los derechos ambientales.

Martha Cunietti tiene 80 años. Cuando le pregunto la edad, también le pregunto si no tiene problemas en decirla. Se ríe y me dice que no se avergüenza. Que además cualquiera de su organización puede responder, porque en junio festejaron sus ocho décadas y un año, entre todos. Martha forma parte de Redes Amigos de la Tierra Internacional, una organización que trabaja con una mirada ecológica y social, en coordinación con otras 60 agrupaciones a nivel mundial.

Le pido que comparta cómo fue que llegó a ser parte de este espacio, por qué es considerada una referente de la lucha ambiental en Uruguay. Tal vez por su sabiduría elige comenzar por el principio y ordenar mejor el relato. Me cuenta que es enfermera universitaria, que trabajó durante 32 años en el hospital de Clínicas. Allí se recibió de auxiliar de enfermería, después de licenciada en enfermería, y finalmente se capacitó en administración hospitalaria. Desde 1957 el Clínicas fue su espacio de trabajo diario. Después de la cronología profesional, Martha comparte su trayectoria en organizaciones. Comenzó en espacios de mujeres y posteriormente empezó a formar parte de espacios ambientalistas.

Se preparó con deseo para la entrevista. No sólo porque fui recibida con alegría, sino también porque había buscado fotografías para mostrarme mientras narraba su historia. Formó parte de la Unión de Mujeres Uruguayas (UMU), que trabajaba en coordinación con la Federación Democrática Internacional de Mujeres, filial Cuba. La participación en ese espacio implicó que Martha viajara muchas veces a Cuba. “Fui cuatro veces, primero cuando estaba en el MLN [Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros], a una zafra cañera, después con las compañeras de la UMU. Me encanta”, cuenta. Mientras tanto, de cada visita muestra una fotografía: con la comisión de mujeres, en el teatro Carlos Marx o esperando una conferencia de Fidel Castro.

Le consulté cómo había comenzado a formar parte de esta red femenina; me contó que en uno de los viajes a la isla, se enteró de que mujeres uruguayas formaban parte del espacio internacional y a partir de ese contacto se incorporó a la UMU. La referente dice que en ese momento la lucha era por los derechos de las mujeres: “La igualdad de reconocimiento de la misma labor que hacen hombres y mujeres. El derecho a la maternidad, el derecho al descanso”. Finalmente, cuenta Martha, se alejó de la organización por diferencias ideológicas.

La lucha por el agua

Después de formar parte de la UMU, Martha comenzó a acercarse a espacios que luchaban por el cuidado del ambiente. Primero, conoció a Comunidad del Sur; asistía a las instancias en las que se brindaba información, ya que “era la comunidad donde empezó toda la trayectoria de los derechos ambientales”; de a poco, se fue interiorizando y aprendiendo. Martha recuerda que eso fue cerca de 1990.

Al tiempo, a partir del contacto con una compañera, Martha comenzó a formar parte de Redes Amigos de la Tierra Internacional. Cuenta que allí empezaron a trabajar en la realización de informes, a participar en encuentros, conferencias y debates. Además se incorporó a una comisión para defender el agua y el saneamiento: “Porque yo vivo en Canelones y allí se formó la primera parte de la Comisión Nacional en Defensa del Agua y la Vida. Entonces ahí me incorporé porque éramos todos vecinos de la zona”, relata. Cunietti sostiene que alrededor del año 2000 comenzaron a formarse comisiones en distintos puntos del país, coordinadas a nivel nacional, que emprendieron la lucha por que el agua fuera considerada un derecho humano fundamental. Era una pelea que casi en simultáneo se daba en Bolivia, y que fue conocida como “la guerra del agua y del gas”.

La organización se dividía por territorio, pero funcionaba coordinadamente. Martha aclara: “Teníamos el mismo propósito, queríamos que saliera la reglamentación de la Ley de Aguas. Queríamos sacarla de las manos de los privados”. Para conseguir lo que finalmente se logró, sentar un precedente internacional al darle carácter constitucional a un derecho ambiental y garantizar agua de buena calidad accesible para toda la población, era necesario organizar un plebiscito. Para realizarlo era necesario también juntar firmas y presentarlas al Parlamento: “Venían las boletas y teníamos el trabajo de chequear el nombre y la cédula de identidad. Un trabajo de meses y meses. Después de juntar todas las firmas, teníamos que tener cierta cantidad para que saliera el plebiscito”. Fue aprobado, y en 2004 65% de los votantes apoyó la reforma constitucional que dicta que “el agua es un recurso natural esencial para la vida. El acceso al agua potable y el acceso al saneamiento constituyen derechos humanos fundamentales”.

Martha relata que las movilizaciones se planificaban coordinadamente para tener más presencia en el espacio público; desde las diferentes localidades se viajaba a Montevideo. Entre risas y recuerdos del cansancio de aquellos años, añade que la lucha no sólo consistió en juntar firmas para aprobar el plebiscito y visibilizar el agua como derecho, sino también en trabajar para reglamentar el plebiscito, con un equipo de abogados y escribanos del PIT-CNT, a fin de garantizar el respeto de los requisitos formales para que no fueran objetados los resultados.

La militante recuerda detalles del proceso. El resultado positivo posicionó a Uruguay como referente en la lucha en los países de la región. Así, Martha viajó a compartir la experiencia de lo realizado a Mar del Plata, a Roma, a París, a los foros sociales mundiales de Porto Alegre. Momentos que son recordados, además, con fotos que me comparte.

Desafíos hoy

Pasaron más de diez años desde aquel momento. Le consulto a Martha qué pasó después de esa victoria. “Seguimos trabajando por los derechos del agua”, me cuenta, junto a las comunidades que no tenían agua, para que OSE se la diera. La lucha se amplió “contra los transgénicos que contaminan con glifosato el suelo y las aguas. Por ejemplo, ahora la Laguna del Cisne, que está en el departamento de Canelones, está contaminada con agroquímicos y glifosato de la soja”. Esa labor, sostiene, se hace desde Redes, en coordinación con comisiones de mujeres, vecinales de diferentes barrios, el PIT-CNT, integrantes del Frente Amplio, entre otros. Las dificultades de conexión al agua potable siguen existiendo, por eso es una búsqueda que no caduca: “La lucha sigue, parece que es infinita”, dice la referente ambiental.

Deja semillas

Pienso en la historia de vida que Martha comparte y le consulto cómo se ve a sí misma en relación con sus búsquedas, desde su profesión hasta los diferentes espacios en los que participó. Fresca y sonriente, me responde: “Yo me siento lo más bien, porque fue una lucha de toda la vida. Siempre peleando por los derechos, en todos los planos del derecho humano: el derecho a la vida, a la integridad física, el derecho a ser diferente, a tener una vida sana, a vivir bien”.

En la actualidad, es parte activa de Redes, cuatro días a la semana cumple tareas administrativas, de gestión del local, y participa en los espacios de planificación. Esta organización cuenta actualmente con el proyecto Radio Mundo Real y hace un fuerte trabajo en relación con el cuidado de semillas locales. Es un trabajo en conjunto con la Red Nacional de Semillas Criollas y Nativas del Uruguay, a fin de rescatar, valorizar los cultivos criollos y generar producciones naturales. “La organización te da la semilla; tú plantás la semilla y la tenés que dejar germinar para devolver una, para que se le dé a otro. Trabajamos con semilla de nabo, de ajo, y otras”, relata Martha sobre su trabajo actual.

Ella sigue preocupada por las luchas ambientales; la alimentación es para Martha otro foco a considerar. La comida chatarra, la falta del tiempo adecuado para cocinar, los malos hábitos alimenticios están trayendo grandes problemas de salud a la población, comenta. A sus 80, continúa pensando en problemas fundamentales y en cómo puede aportar para hacer de este un mundo mejor.

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