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El cómic como una de las bellas artes

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Si hubiera que hacer una lista de los cinco o diez títulos que se le pueden recomendar a alguien que no lee comics pero siente un mínimo de curiosidad por descubrirlos, y más allá de algunas variantes según el gusto de quien seleccione, es muy probable que una de las coincidencias sea Sandman, escrita por el británico Neil Gaiman (retomando un personaje anterior) y dibujada por gran cantidad de artistas de varios países, que comenzó a publicar la editorial estadounidense Vértigo, filial de DC Comics, en enero de 1989, y se extendió hasta marzo de 1996. Esta Obertura está planteada como un prólogo a aquella serie. Se publicó de octubre de 2013 a noviembre de 2015, y recién se recopiló este año en un prolijo tomo en español.

El lugar común, en los numerosos prólogos elogiosos a este trabajo de Gaiman, es que Sandman es una historia sobre historias. Y lo es, en el sentido de que su tema es la literatura, con reflexiones sobre ella y sobre los escritores, en un desborde imaginativo con pocos pares. Fue escrita por un Gaiman relativamente joven que ambicionaba en secreto ser reconocido como escritor y no como guionista de historietas: el éxito le dio fama internacional y le permitió lograr luego aquel anhelo.

No es necesario haber leído la serie original para entender y disfrutar Obertura, pero conocer a sus personajes ayuda a apreciarla un poco más. Sandman (“el arenero”), o Sueño, o Morfeo entre otros nombres, es uno de los Eternos, como sus hermanos Destino, Deseo, Muerte, Desesperación y Delirio. Son representaciones antropomórficas de las pasiones e impulsos humanos, que gobiernan sus respectivos reinos. El de Morfeo es el de los sueños, que tiene mucho que ver con la capacidad creativa del hombre, y en particular con su capacidad para narrar historias y vivirlas. Ese reino incluye una biblioteca infinita formada por libros soñados; entre otros, por versiones completas de los que sus autores no pudieron concluir.

El primer capítulo empezaba en 1916, con un acto de magia accidentado en Inglaterra. Un ocultista quería invocar y atrapar a la muerte, pero algo fallaba, y en su lugar capturaba a una figura alta y pálida con un yelmo bastante extraño. Era Sandman, que quedaba libre en 1988, cuando comenzó a publicarse la historieta. Mucho antes del final de la serie (y esto no es adelantar una vuelta de tuerca), Morfeo tomaba una nueva encarnación –Daniel– y pasaba a ser totalmente blanco en vez de oscuro y pálido. Esto es importante para entender un par de episodios de Obertura que se ambientan en el presente, aunque casi toda la historia se centra en lo que le había pasado a Sueño antes de 1916.

La idea es que Sandman tiene muchas manifestaciones y versiones, según el tiempo y el lugar. La historia de Obertura empieza cuando una planta de un planeta remoto sueña con otra planta, oscura y pálida, que se prende fuego y muere. Era una de las manifestaciones de Sandman, y ese hecho lleva a que el Morfeo antropomórfico emprenda un viaje para saber qué sucedió.

La narrativa es literaria y sutil, sobre la base de la confianza, construida por la serie original, en que los lectores entenderán ciertos códigos de esta fantasía con elementos de ciencia ficción. No es lectura sencilla, a diferencia de los primeros números de Sandman, que se parecían más a historias de terror con aires cultos. Pero Obertura es, antes que nada, un libro bello. Basta pasar las páginas a vuelo de pájaro para deslumbrarse ante el trabajo del artista estadounidense JH Williams III. No hay una sola sección en la que descuide o reitere la puesta en página, es decir, la estructura de la narración y de las viñetas. En lugar de emplear un único estilo, apela a incontables variaciones y explora todo tipo de técnicas, integrando acuarelas, lápices, tintas tradicionales, paisajes digitales, fotografías, óleos, pasteles y probablemente muchos otros recursos. Y lo más interesante del trabajo de Williams es que esas variantes no obedecen al azar, al capricho ni al exhibicionismo del artista, sino que responden a los distintos momentos de la narración escrita por Gaiman. Cada estilo recrea cierta atmósfera y pinta adecuadamente el viaje cósmico y temporal de los protagonistas.

El despliegue gráfico es tal que cada página exige en alguna medida la atención del lector. Hay ciertos pasajes que justifican una segunda lectura para apreciar detalles, reinterpretar ciertas situaciones y atar cabos de la trama. Williams desestructura las viñetas con gran libertad y soltura, de modo que hay páginas de formato tradicional y otras netamente psicodélicas; en algunos casos una gran imagen contiene muchas viñetas, mientras que en otros las viñetas son piezas geométricas que se encastran entre sí, y hay más variantes. En el segundo capítulo, una serie de cuatro páginas desplegables muestran una reunión del protagonista con diferentes versiones de sí mismo. La culminación está, del mismo modo, en cuatro páginas desplegables, con una larga secuencia que conduce al desenlace. Por supuesto que no se trata de que esta forma de trabajar las páginas sea nueva, ya que los antecedentes son incontables, pero la forma en que lo hace Williams deslumbra y revela a un artista que realmente se esforzó para crear algo único.

Sandman: Obertura, de Neil Gaiman y JH Williams III. ECC Comics, España, 2017. 224 páginas. Distribuye Origen.

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