El término shoegazing (algo así como “mirándose los zapatos”) se acuñó en forma despectiva a fines de los años 80, en Inglaterra, para definir a un conjunto de bandas que intercalaban etéreas melodías pop con ritmos bailarines y capas de guitarras estruendosas y distorsionadas. Pero el nombrete de este subgénero o movimiento -que tuvo un breve lapso de gloria hasta que fue desplazado por la electrónica de las raves y las bandas de pop piscodélico y con toques dance de Manchester- no hacía referencia a la música, sino a la costumbre de los integrantes de esos grupos de tocar quietos y con la cabeza baja, sin mirar al público, ya fuera por timidez, por estar pasados de drogas o por sentirse inseguros acerca de en qué lugar del diapasón estaban sus manos. Aunque el estilo tuvo como principal precursora a la ruidosa banda escocesa The Jesus & Mary Chain, llegó a su apogeo con la obra de los no menos ruidosos pero mucho más brumosos My Bloody Valentine, que con su disco de 1991, Loveless, se volvieron favoritos de la crítica y uno de los grupos más influyentes de los últimos 30 años. Hubo también una banda de Oxford que, sin haber logrado nunca un prestigio como el de My Bloody Valentine, tuvo un rol incluso más importante en relación con la popularización del género, al ofrecer una propuesta con elementos pop más accesibles y mayor limpieza sonora. Esa banda se llamaba Ride.
Formada en 1988, llegó rápidamente al cenit con sus dos primeros discos, los notablemente colgados y suavemente deprimidos Nowhere (1990) y Going Blank Again (1992), cuyas influencias pueden sentirse claramente, por ejemplo, en el disco Dynamo, de Soda Stereo. Se hizo habitual llamarla “la esperanza más brillante” del pop y el rock británicos, pero tras un período de indefinición musical, y con la moda del shoegazing en retirada, se disolvieron en 1996 tras la edición de su último disco, Tarantula. La relación entre los dos guitarristas/vocalistas del grupo -Andy Bell (nada que ver con el cantante de Erasure) y Mark Gardener- había llegado a ser tan mala que Tarantula estaba dividido en dos partes equivalentes, cada una dedicada a las canciones de uno de ellos.
Ahora que algunas vertientes del shoegazing vuelven a estar de moda e influyen, con sus atmósferas alucinadas y climáticas, a géneros tan distantes de aquel como el black metal, en 2015 los integrantes del grupo limaron asperezas y se reunieron para una serie de giras cortas en Reino Unido y Estados Unidos, para culminar en un regreso con gloria en el festival de Coachella de ese año. La reunión fue también fructífera en lo creativo, al parecer, y tras haber anunciado a fines del año pasado que habían vuelto a juntarse en un estudio de grabación, ayer dieron a conocer que ya tienen listo un nuevo disco -el primero en 21 años- titulado Weather Diaries, que será editado a lo grande en junio. Los dos temas lanzados como adelanto -“Charm Assault” y “Home is a Feeling”- los muestran menos ruidosos y estáticos que en sus comienzos, pero sonando tal como lo hacían un cuarto de siglo atrás.